martes, 20 de noviembre de 2007
Hijos de la loba
En el mito sobre la fundación de Roma por parte de Rómulo y Remo, hay un par de cosas que llaman la atención. La primera de ellas es el hecho de que los dos gemelos fueran arrojados al Tíber en una cesta para que murieran ahogados. Por supuesto, sobrevivieron y tenían reservado un gran destino. Por otra parte, resulta que al final, uno de los dos hermanos mata al otro en un rapto de celos y envidia. Es llamativo el paralelismo con las historias hebreas de Moisés y de Caín y Abel, tan lejanas al Lacio varios siglos anterior al Imperio y al cristianismo. Tal vez el parecido tenga que ver con que los relatos narran cuestiones que en última instancia tienen que ver con la naturaleza humana más profunda, sobretodo en el caso de los hermanos que se matan. La otra historia, la de la cesta, resulta más difícil de explicar, ya que aunque la tendencia a quitar de en medio a los infantes incómodos (al fin y al cabo, los bebés, por su fragilidad, son muy fáciles de retirar de la circulación) esté en todas partes, la idea de la cesta y el río ya es más complicada de hilvanar (salvo que tengamos en cuenta que se trataba de pueblos, el egipcio y el romano, muy ligados a sus ríos).
Más allá de estas coincidencias y reflexiones, hay otro asunto curioso. Se trata del hecho de que los dos fundadores de la ciudad fueran amamantados por una loba. Historias de este tipo abundan en diversas culturas, pero a nadie debe escapar que el animal es precisamente una loba, y lo que ellas representan. Que, sobretodo de una mujer, digan que es una loba no es algo muy elegante ni cariñoso. Todo lo contrario. Y para los romanos era aún peor, puesto que no hay que olvidar que llamaban lupanar a los prostíbulos, literalmente "nidos de lobas". ¿Qué querían expresar los antiguos romanos al vincularse a la loba? ¿Ligarse a un origen femenino bestial y turbio?. En cualquier caso, no debemos olvidar que nuestra tradición gusta de entroncarse con la gloria de Roma, con lo cual nosotros también seríamos hijos de la loba.
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2 comentarios:
Lo de los niños enviados a la muerte (y además en cestita muy cuca) no es nuevo en la mitología. El ejemplo más famoso, el de Moisés. A Jesús le pasaba algo parecido, con la persecución de Herodes, de la que, claro, se libraba. Para tratar de fundamentar la naturaleza única del héroe parece que ya tenían que construirle historietas salvíficas por el estilo.
Sobre los paralelismos cainitas de Rómulo y Remo, decir que todo coincide con las tesis de Girard sobre el origen violento de cualquier sociedad humana. Una ley sin sangre, sin sacrificio que unifique la diversidad y pluralidad caótica, no es ley ni es nada, en la historia humana. Sólo se ha dado un paso adelante, en el sentido de descolgarse de cierta violencia sacrificial, en los sistemas judiciales de las democracias modernas. Sobre eso me gustaría escribir algo para el congreso de Granada, si al final puedo ir.
Sólo tengo una cosa (estúpida) que añadir a lo que usted dice, amigo Horrach, y es que de forma oficiosa, Herodes es el patrón de la pediatría (lo sé con conocimiento de causa, se le invoca de tanto en tanto en el hospital).
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