viernes, 7 de septiembre de 2007

Las soledades relativas


Es habitual, por no decir tópico y descerebrado que te digan eso de que "tienes que ser tú mismo". En el supuesto de que exista un "tú mismo" (por lo que he ido escribiendo en días anteriores, y en otros momentos, es fácil deducir que me cuesta crewerlo), éste no puede ser expresado y mostrado. Sólo se me ocurre una circunstancia en la que uno sí es sí mismo, y es harto improbable. Se trata de la soledad. Pero la soledad que es más que un mero estar solo. No se trata de ir paseando sin compañía, porque en este caso estamos puestos ante un contexto que exige cosas de nosotros, que nos constriñe a no ser nosotros mismos. Ni tan siquiera en la soledad de la propia habitación o en el salón de casa se está solo. Sólo se me ocurre pensar en la soledad en las montañas, soledad que acuden a buscar los ermitaños. Pero ellos tienden a ir allá para buscar al absolutamente otro, a Dios, y por lo tanto tampoco es una soledad completa, aunque acudan a las desiertas cimas para la intrspección. ¿Pero quién está dispuesto a abandonarlo todo en pos de sí mismo?. Muy poca gente. Es más, casi diría que es una anomalía. Así las cosas, parece que necesitamos de los otros. Porque nos hace falta un límite mediante el cual mostrarnos, un freno a nosotros mismos, un punto a pertir del cual decidir que empezamos nosotros. Y ese punto son los demás. Pero el precio a pagar es alto, porque no es una decisión que tomemos cada uno de nosotros, sino que viene en gran medida definida por ellos. Así pues, hay individuos, Yoes, desde el momento en que hay sociedad, no parecen cosas indistinguibles, aunque se tienda a separarlos e incluso contraponerlos. Es más, tal vez el impulso yoico surgiera como un freno, como una contrafuerza a las tendencias grupales progresivamente encorsetadoras. Y, paradojicamente, cuanto más uniformizadora y compleja pueda llegar a ser una sociedad, con más fuerza se defenderá la idea del individuo. Individuo que, también como paradoja, necesita de esa sociedad uniformizada para mantenerse, aunque sea de forma un tanto ficticia, puesto que está en su seno y se alimenta de ella para poder afirmarse mejor.

Necesitamos de los demás para ser uno mismo, la soledad absoluta es o bien imposible o bien una anomalía inasimiliable por la gran mayoría. Así que, como refugio para ese sí mismo en continua construcción, como zona de recreo y de mantenimiento de la ficción, sólo nos quedan las soledades relativas, el paseo solitario, el salón de casa, la biblioteca...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"Pero ellos tienden a ir allá para buscar al absolutamente otro, a Dios, y por lo tanto tampoco es una soledad completa, aunque acudan a las desiertas cimas para la introspección."

parece que entiendes la soledad (completa) como la del ser impotente para la imaginacion.

yo creo que la soledad autentica se instaura cuando se objetiva totalmente el lenguaje en el que vivimos... pero para eso me parece que se necesita otro lenguaje.

B.G. solitario de las soledades y admirador de la cartuja.

Johannes A. von Horrach dijo...

Pues sí, a mí también me gustaría saber a qué 'yo' se refieren los que apelan a él de forma tan esencialista. El yo, si es algo, es un gran vacío (al menos ontológico).

Es interesante combinar el tema de la soledad con la teoría mimética de Girard, según la cual necesitamos de los demás para construir nuestra identidad, es decir, para construir un yo sobre el que sostenernos (la soledad absoluta sólo podría alcanzarse en un grado absoluto de autonomía, pero somos seres contingentes, además de causados y finitos). Todo hombre del subsuelo ha vivido estas paradojas (la soledad buscada como, en el fondo, la forma más absoluta de relación con los demás, aunque se viva esta relación desde el puro rencor). habría que irle dedicando entradas al tema.

saludos

El Pez Martillo dijo...

Entiendo la soledad completa como la total ausencia de una alteridad. Y como siempre estamos en relación con un otro, por eso digo que me parece muy difícil, por lo que habrá que conformarse con la soledad relativa.

Horrach, completamente de acuerdo.

Johannes A. von Horrach dijo...

El solitario se convence de que no necesita de alteridad alguna, que él mismo se basta, que es autónomo y tal. Pero esas personas (y lo sé por experiencia propia) son las más obsesionadas con el prójimo, los que tienen una idea de la alteridad más obsesiva, ya que su supuesta soledad depende del todo de ella. Son cosas que me gustaría analizar en Kiliedro, en la disección de octubre. Ya veremos si sale algo.

Anónimo dijo...

lo que acabas de contar, horrach me recuerda a la escena de El lobo estepario en la que harry haller se sentaba en la escalera a admirar la limpieza del suelo de la ordenada casa burguesa.

eso que llamas alteridad obsesiva tal vez solo sea una manera de nostalgia, o tal vez un solitario sea una persona extraña que espera encontrarse con ota persona extraña.

B.G.

estare atento a kiliedro.