martes, 25 de septiembre de 2007

Amor y cerebro


La neurociencia, a pesar de todas sus limitaciones y complejidades, no deja de dar resultados sorprendentes. Así, en una somera búsqueda en torno a asuntos que a todos nos ocupan y nos mueven, como son los del encontrar pareja y del sexo (a veces, viendo nuestro comportamiento, parece que todo se reduce a eso), arrojan, de modo esquemático, estos datos:

-Amor y Odio siguen las mismas rutas neuronales. Esto no hace sino confirmar (a la manera moderna) lo que desde hace algunos milenios ya nos contaron los sabios, que amor y odio son dos caras de una misma moneda, que el uno implica al otro.

-Amor y sexo no pasan por los mismos caminos. Es decir, el estar enamorado tal vez poco tenga que ver con la sexualidad, puesto que las zonas cerebrales que se activan en un caso y en otro son distintas y no están relacionadas. Así se explicaría que podamos sentirnos atraídos sexualmente por una persona sin sentir nada por ella, y que podamos estar enamoradísimos sin siquiera pensar en el sexo con el objeto de nuestros sentimientos. Además, las zonas que controlan el enamoramiento tienden a la monogamia, mientras que las zonas del sexo nos impelen a la poligamia. Las causas de la sobrevaloración del "sexo con amor" no parecen estar en nuestra biología, así que habrá que acudir a mecanismos culturales para explicarlo.

-Las zonas que se activan en el cerebro de las parejas van cambiando según el paso del tiempo. Así queda patente eso de que con las años la relación va cambiando.

-Las regiones del enamoramiento comparten numerosos circuitos neuronales con las regiones que dirigen las conductas adictivas. También lo sabíamos, el amor es una droga, con sus fases de euforia y depresión, sus "monos" (poéticamente disfrazados del "echar de menos"), y las conductas impulsivas e irracionales (que no acometeríamos si estuviéramos en nuestro sano juicio).

4 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Bueno, al final llegó la entrada prometida, aunque algo más escueta de lo que servidor deseaba.

Es cierto eso de que muchas veces la ciencia se limita (que no es poco) a confirmar intuiciones de la filosofía o del arte.

Me retiro con una cita del Gatopardo (yo la oí en la película de Visconti, pues no he leído la novela de Lampedusa): "el amor es un año de fuego y cuarenta de cenizas".

L. David Cáceres dijo...

Estoy con Horrach, y añado. Pienso que el amor, entendido como amor de pareja, amor erótico o lo que sea, es un estorbo, en gran parte porque tiene más de cenizas que de fuego. Además, si no existiera el amor leería mucho más :D.

Johannes A. von Horrach dijo...

Si separo el sólo_sexo del sexo+amor no es por estúpido romanticismo sino por puro cálculo. Es decir, que todo lo determinaría la convivencia con la mujer en cuestión. Por ejemplo, con una mujer a la que sólo quieres para follar pues no hay problema, porque sólo os veríais cuando conveniera al fornicio y adyacentes. Pero el problema es cuando la relación se convierte en algo serio y se pasa a la convivencia. En ese caso está claro que la relación no podría basarse en el sexo únicamente, porque eso (salvo que seamos unos fenómenos con capacidad maratoniana para aguantar la erección) nos ocuparía poco tiempo durante el día. El resto del tiempo, ¿cómo podría soportarse con una mujer a la que sólo soportas en la cama? Mal negocio, al menos para mí.

El Pez Martillo dijo...

Lo que he expuesto da a entender que el sexo y el amor no están unidos, aunque el comportamiento humano (en sus vertientes moral y cultural) hayan tendido a aunarlos (en la entrada siguiente he dejado un experimento para unirlos de algún modo, si bien no me queda muy claro si todo eso es extensible también al tema del sexo sin amor). Tal vez la cuestión sea cosa de las mujeres, que con el amor pretenden apresarnos y hacernos suyas.