Es habitual asociar el nombre de Mallorca a turismo, playas, ensaïmadas y últimamente a unos cuantos deportistas. Se la sigue conociendo como la isla de la calma, aunque de calma ya queda poca (y si no, que se vengan a la vía de cintura cualquier día laborable a eso de las siete de la tarde). Está bien. Se nos conoce popr nuestros hoteles y la bonanza de nuestro clima. Alguien nos definió como la Miami europea. Aquí vienen gentes de todo el continente a tostarse, embadurnarse de protector solar y a rebozarse con la blanca arena de nuestras paradisíacas playas. Muchos incluso se compran un apartamento o un chalet para venir a vivir cuando se jubilen y sus huesos artrósicos no puedan soportar las gélidas temperaturas de sus nórdicos y centroerupeos países. En general la imagen que proyectamos es más que amable (la gente asocia el nombre de la isla a vacaciones y mar, con laas resonancias positivas que ello tiene).
Pero no todo es agradable. Y sobre eso quiero hablar hoy. Los turistas y demás visitantes no conocen nuestra historia ni nuestros personajes. Muchos mallorquines de los que se dicen de "pura cepa" (mienten, de esos dudo que quede alguno) tampoco. Pero aparte del turismo y del término "balearización", el mundo nos debe algún que otro invento revolucionario. Dejadme que os hable del general Valeriano Weyler Nicolau (creíamos que la combninación de apellido mallorquín y extranjero provenía de la época del boom turístico, pero en esto también estábamos errados). Este señor fue nombrado gobernador general de Cuba al final de la guerra colonial, en 1896. Para intentar controlar la cada vez más caótica situación en la colonia, tuvo a bien crear los llamados campos de reconcentración (rebautizados por los cubanos como campos de concentración). En ellos se concentraba a la población civil pàra separarla de los insurgentes y así poderr combatirlos mejor. Y lo que pasó es más que evidente, los campos fueron desatendidos y el hambre cundió. Esta mala gestión le costó el puesto de gobernador al año siguiente (1897), y también le acarreó numerosas críticas dentro y fuera de España. Se calcula que entre 750.000 y 1.000.000 de cubanos murieron en los campos de Weyler. La semilla ya estaba plantada, y la idea de este general mallorquín se ha ido refinando y extendiendo a los largo de un siglo de vida, alcanzando cotas inimaginables gracias a la famosísima y hábil ingeniería alemana. Pero la cosa no acabó con los nazis, y casi todos los gobiernos que se han visto envueltos en guerras la han usado de una u utra manera (vienen a mi memoria algunas escenas de los años 90 en Bosnia). Y, a modo de ironía, tan sólo mencionar el más popular campo de prisioneros del momento, en Guantánamo, que supone el retorno de los campos de detención a Cuba, en una de esas piruetas que da la historia de tanto en tanto.
Como colofón, señalar que sólo a un isleño se le podía ocurrir la idea de encerrar a grandes contingentes de personas en terrenos limitados. Porque, deformando yun poco las cosas, eso son las islas, o en eso se pueden convertir. Como es lógico, no es un motivo de orgullo, pero la historia es la historia y, como ya he dicho otras veces, el lado más oscuro y tenebroso también forma parte de nosotros. Y aunque prefiero que se nos conozca por nuestra playas, tampoco podemos esconder los aspectos que no nos gusten de nosotros. Además, así se enriquece nuestra visión del mundo.
Y para terminar. Cuando se habla de campos de concentración, todos tendemos a pensar en Alemania. De un tiempo a esta parte, también pensamos en Alemania al nombrar Mallorca. Después de lo dicho, tal vez no sea por casualidad que los teutones se fijen en nosotros. Aunque dudo que lo sepan.
3 comentarios:
Weyler era un digno descendiente, al menos espiritual, de Jaime I, llamdo el Conqueridor pero que le pega más lo de Genocida. Recuerden con qué satisfacción los historiadores catalanistas nos recuerdan que su rey exterminó a casi toda la población de Mallorca para poder repoblarla totalmente. Weyler y en Jaume, angelitos.
Precisemos algunas cosas, amigo Pez: lo de Weyler eran campos de concentración, como lo de Guantánamo y como los gulags siberianos (modelo del que se sirvió Hitler para su sistema de campos). Ahora bien, lo de los nazis no sólo eran eso, sino campos de exterminio (Belzec, Majdanek, Auschwitz-Birkenau, Chelmno, Birkenau y Treblinka. Dachau era de concentración), con sus cámaras de gas y sus hornos crematorios.
En el pasado seguro que debe haber algún otro ejemplo de campos, pero es cierto que muchas veces se iba a lo rápido, exterminando a todos los prisioneros (caso famoso el de la cruzada contra los cátaros). En lugar de campos, fosas.
Los campos nazis exterminaron a unos 12 millones de personas.
Los gulags soviéticos, más tolerados por Occidente, sobre todo por según qué ideologías de Occidente, se cepillaron algunos más.
En la Cuba actual, no lejos de Guantánamo, se encuentran diversos campos de concentración a los que ni siquiera tiene acceso la Cruz Roja.
De China no hablemos, pues nos podríamos pasar una eternidad para poder dar una cifra fiable de asesinados en sus campos.
Disculpas:
en los campos de exterminio, he repetido Birkenau, cuando en realidad quería decir Sobibor.
Lo dicho, variantes y refinamientos de la idea de Weyler. Gracias por completar los datos aportados. Mi interés sólo era el de señalar la mallorquinidad del inventor de esos campos, cosa que es muy poco conocida (si ya lo es dentro, imagínate fuera).
Y una cita evangélica para rematar:
"el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra"
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