jueves, 23 de noviembre de 2006
La violencia
Nuestra existencia está aislada. Estamos solos. Reconocemos otras existencias en torno, pero no son más que vagas sombras que se mueven. En ellas nos vemos reflejados, y por eso les atribuimos potenciales similares a los nuestros. Pero no es más que un reflejo. Hay un abismo entre nosotros. La comunicación es parcial, muy parcial en algunas ocasiones. Nos gustaría pasar por encima de ese abismo, estar más próximos entre nosotros. Pero nuestra situación existencial va en la dirección contraria. La violencia se origina en este movimiento. Todo acercamiento es violento, tanto para cada uno de nosotros como para los demás. Pero aún así seguimos buscando formas para hacernos uno. Básicamente, los métodos que tenemos para pasar de la situación atomizada y angustiante a la ficticia unidad son tres:
a) La violencia propiamente dicha. Con ella se intenta eliminar al otro, o bien reducirlo a una cosa-en-torno, a un no-similar, borrándolos así de nuestra vista y creando la ficción de que, al ver menos otros, la continuidad es mayor. Esto es problemático, puesto que el intentar eliminar al otro implica un cierto reconocimiento, y por lo tanto nunca acaba de ser eliminado del todo, profundizando así en la angustia que los otros provocan en nosotros. La forma de la violencia es una espiral.
b) Crear unidades superiores englobadoras, o buscar orígenes o fenómenos comunes que nos permitan hablar de todos como si de una unidad se tratara. Dios, Nación, Razón, Humanidad. El problema es que no son tan ominabarcantes como se quisiera, y siempre aparece algúna unidad superior otra, a la que tarde o temprano se acaba intentando eliminar. Lo otro siempre encuentra alguna grieta por la que colarse y poner de manifiesto la situación abismal en la que nos movemos. Siempre hay algún otro Dios, otra Nación, algo Irracional o no-Humano.
c) La forma suprema de la violencia: el amor. Al amar se pretende una continuidad entre los distintos polos de la relación. Quisiéramos ser uno: el abrazo como sucedáneo de la fagocitosis. No sólo nos referimos al amor erótico, sino a cualquier clase de relación humana basada en el afecto, como la amistad, o los lazos familiares. Hablamos de sintonía, de "almas gemelas", todo con vistas a esa sensación de continuo, de minimización del abismo. Pero tarde o temprano el abismo aparece y reclama sus derechos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Partiendo del principio por el cual nunca nos conoceremos a nosotros mismos, que siempre, a no ser que estemos muertos, nos sorprendemos reaccionando de una manera que no pensábamos a priori, ya no te digo cómo se complica el tema de la incomprensión cuando se entromete el prójimo en nuestras vidas. Al final todo es apariencia o proyección (ambos, fenómenos de la mediación), salvo alguna rara excepción, algún fogonazo simbiótico, el cual, de todas maneras, nunca podremos saber si es 'verdadera comunicación' o una proyección más de nuestra voluntad y de sus deseos.
Amigo Pez, me alegro de que le cunda la lectura de Bataille.
Nota: soy doctor, pero al estilo Zoidberg, así que no sé qué coño es 'fagocitosis'. ¿Me ilustra, maestro?
¿Quién es Zoidberg? Ilustrémonos mutuamente.
Fagocitosis proviene del griego, de Fagos y Citos, es decir, de comer y de célula. Es el proceso por el que una célula, literalmente se come a otra (o a cualquier saustancia que le interese). Así sucede en algunos organismos unicelulares, es su forma de alimentarse. Más o menos la cosa va así: la célula se acerca a su "víctima" y la va rodeando hasta que la integra dentro de ella. De este modo, de dos ha hecho uno. Los glóbulos blancos a veces actúan así con los microorganismos que nos invaden.
Respecto a lo que comenta vuestra merced, es verdad, la cosa es mucho más complicada. El abismo no sólo es exterior. Dentro de nosotros también hay abismo (con lo cual ya se hace difícil distinguir entre un dentro y un afuera). Se cuela por todo.
OK, Pez, ya entiendo su metáfora. Tampoco está mal la de la mantis hembra, que antes de follarse al macho le arranca la cabeza. No me diga que no sería éste un abismo interesante, el de la incontrolable pasión del 'amor caníbal' (¿ha visto usted 'El imperio de los sentidos'?).
El doctor Zoidberg es ese entrañable crustáceo que aparece en la fantástica serie Futurama. Es doctor especialista en humanos, pero sabe menos de ellos que yo de protocolo.
Correcto. Acaso cree que cualquier doctor sabe mucho sobre su campo?
Yo considero que la violencia es. Pero no hay que dejarse, de la mano, por rastrero que pareciere. Por lo demás, no va a ser menos. Mi colega zarigüeya opinó, y la respuesta fue, predeciblemente, negativa.
Publicar un comentario