lunes, 13 de noviembre de 2006
Blade Runner ya no es ciencia ficción
Esta tarde me he cruzado con una cyborg. Un ente medio silíceo, medio humano. Es una pena que no haya tenido una aguja a mano, porque seguro que según donde la hubiera pinchado no habría sangrado. La ciencia hoy en día hace maravillas. Pero qué queréis que os diga, aún admirando lo que el cincel del cirujano ha hecho con esa chica, no deja de haber algo inquietente en la pasmosa ausencia de determinados bamboleos, sobretodo teniendo en cuenta la más pasmosa aún escasez de ropa que la cubrían y que pudiera ejercer alguna clase de efecto amortiguador de las voibraciones que se desplazaban por el cuerpo de esa entidad. Porque las vibraciones eran de aúpa. No caminaba, pateaba el suelo con sus tacones. Y ni una oscilación, oiga. Eso extraña, apabulla y anonada. Es como si un día amaneciéramos con el cielo verde. Sería bonito, precioso, y todos lo valoraríamos. Pero no dejaríamos de estar extrañados por esa desviación del curso natural de las cosas. Pues lo mismo.
El encuentro ha sido instantáneo, tan sólo un segundo. Hemos cruzado nuestros cuerpos. Nuestras miradas no. Yo porque la tenía dirigida (a la mirada) no a sus ojos precisamente, sino embebida en cálculos matemáticos acerca de la cantidad de silicona necesaria para que aquello no se moviera. Y ella porque una mujer así no se rebajaría a mirar a un tipo como yo (es como si la silicona reafirmara también las ideas, haciendo que crean que tienen las cosas claras). Pero a pesar de lo breve, este pequeño instante de mi vida me ha servido para ponerme a reflexionar y a decidirme a volcar la experiencia aquí. Porque hoy no tenía nada mejor que decir.
Lo más extraño de todo ha sido el perfume. Cien metros más allá del punto de encuentro, aún podía percibir su aroma. ¿Se había impregnado de perfume?¿O es que ahora los implantes vienen perfumados? Tendremos que llamar a Harrison Ford para que nos lo aclare.
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2 comentarios:
Lo más penoso es que cada vez son más...:S
muy bien, me has sorprendido, y hasta me he reído..!
Pero, esos ciborgs que en un tiempo invadieron la imaginación, ahora están en las cales, y será por algo, digo yo. Puede que el ansia de lo artificial acabe con todos nosotros. La ciborg que te encontraste por la calle, la creaste tú, precisamente. Tú como individuo que forma parte de una cultura.
Pues ahora, de tanto machacar por la belleza y la perfección han perdido. Se les escapa de las manos la criatura que forjaban en su imaginación y en el día a día. Como le ocurrió precisamente al doctor Frankenstein.
(En esa época, ya Marie Shelley visualizaba los procesos absurdos del control de unos sobre otros...)
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