viernes, 19 de junio de 2015

De la política en el deporte

Y de la política como deporte al deporte como política.

Llevamos semanas entretenidos con el coñazo del himno y los silbidos. Que sí se puede, que si no se puede, que si sanciones, que si la libertad de expresión, y la madre que los parió.
Por un lado, entiendo a los que se ofenden porque se pite algo "sagrado". Pero les diría que un partido de fútbol no es el lugar en el que hayan de sonar himnos (salvo cuando, y tengo mis dudas, juegue la selección nacional). Siempre he sido de la opinión de que himnos, escudos y banderas han de estar donde han de estar, es decir, en sitios oficiales: fachadas de ayuntamientos, ministerios, papeles del gobierno... Nada de balcones, pegatinas en coches, camisetas, zapatillas o gorras. Me parece una banalidad y una primera  falta de respeto. A partir de ahí, todo es cuesta abajo. Dirán que en una competición que es "del Rey" y a la que va el rey, es pertinente que se ponga el himno. Cierto, pero no creo que sea pertinente que una competición que es de la federación de fútbol tenga que ser "del Rey" (los ingleses tienen copa, pero no es de la reina). ¿Porqué la liga, que es otro sistema de juego, no es también del rey?

Por otra parte, soy bien consciente de que el deporte es una herramienta muy útil para el poder. Le encanta adherirse a cuestiones sentimentales e irracionales. Y el deporte lo es, y mucho. Desde siempre los gobiernos y tendencias políticas han intentado arrimar el ascua de la pasión deportiva a su sardina. No es nada nuevo, ni, visto lo fácil que es enrolar a la grada en lo político, es algo que vayamos a ver terminar. 

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