Edmund Burke definió en 1756 lo sublime como un estado de horror y atracción irracionales y simultáneos. Es lo que ocurre con el vértigo de las alturas, o ante algunos fenómenos naturales, que aunque el primer impulso te lleva a huir como alma que lleva el diablo, al mismo tiempo no puedes reprimir el quedarte ahí contemplando el espactáculo.
Algo parecido ocurre con las masas humanas. Sean organizadas o no, las grandes aglomeraciones de gente tienen algo de terrible, animalesco, inhumano, insectil. Pero posiblemente por eso mismo, por lo que de disolución tienen, poseen un poder magnético e impulsan, si no a unirte, a la contemplación.
En especial me gustaría referirme a una de estas masas, la que se arremolina en los túneles de los metros. Gente acelerada, cargada con maletines y bolsas, corriendo por los pasillos que unen las distintas líneas, que empujan en las escaleras mecánicas. Cada uno de ellos tienen un objetivo, pero en conjunto conforman una marea móvil, una corriente a veces insalvable, que te empuja a correr como ellos, aunque no tengas una prisa especial. Y a veces te acomete el impulso de quedarte ahí, a un lado, mirando al personal en sus idas y venidas, terrible y atractivo al mismo tiempo. Sublime.
6 comentarios:
Pero ésta es una masa que se mueve a base de individualidades. El hecho de estar-juntos es circunstancial, no les une nada en común más que el medio de transporte y los itinerarios que estos obligan. Peor es la masa unificada, cohesionada alrededor de un único proyecto, porque esa es la que diluye las individualidades bajo un ente superior, la colectividad, y empuja a los enfrentamientos más sectarios (la unanimidad fortalece el antagonismo). Esa es la masa capaz de las peores barbaridades, la masa que aterrorizaba a Elías Canetti ('Masa y poder').
Sí, la verdad es que la contemplación de este tipo de corrientes humanas es quizá insana, pero muy aleccionadora: todos nos comportamos así en algún momento de nuestra vida.
Cierto Horrach, lo que prima en esta masa es la pura movilidad, y da igual que no haya una colectividad (sólo son una suma de individualidades), te arrastra igual, te hace ir a su ritmo y adaptarte a ella. A no ser que te pares a contemplarla, claro. La fascinación es distinta.
Rick, insana no creo que sea, más bien, si la contemplación es buena, puede hacerte aprender algunas cosas sobre comportamiento humano.
Saludos.
Sublime e inspiradora. La contemplación de masas humanas en lugares como el metro o un aeropuerto.
Nada mejor para una observadora de la humanidad como servidora. Allí sí que puede una contemplar comportamientos límite....
En fin...
Salud!
Los grandes almacenes también son lugares de humanos-hormigas, donde quedarse quietos en medio de la movilidad.
Sí pero tienen otro ambiente, menos extremo, más lúdico.
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