En ocasiones siento la necesidad de morder las cuerdas a las que creo me siento atado. Como un caballo salvaje, me revuelvo ante cualquier intento de doma, sólo pretendo estar obligado por aquello que he escogido.
Pero sucede que las cuerdas a menudo son cadenas de grandes y duros eslabones, y mis tirones y mordiscos lo único que logran es que tome conciencia de lo fuertes que son los lazos que me unen a las cosas (algunos autoescogidos, es verdad, pero hace tanto tiempo, que por momentos se viven como una carga). Para bien y para mal.
4 comentarios:
Los eslabones de nuestras cadenas, efectivamente son de dos tipos: las que aceptamos con gusto -las menos- y las que nos son impuestas. Pero como la libertad total no existe, para eso tenemos la aceptación: en el buen sentido, es la base del equilibrio.
Claro, pero la aceptación no puede ser incondicional. Hay cadenas de las que es mejor liberarse, en la medida de lo posible.
Siempre y cuando uno sepa cómo... estoy de acuerdo con Rick, la aceptación es una muy lícita forma de liberación.
Pues yo estoy con Pez en que siempre hay que cuestionarse. Incluso para aceptarse, pero cuestionarse.
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