martes, 19 de enero de 2010

¿Hacia una nueva compasión?


La piedad, compasión y similares no son a menudo más que medios, excusas que nos ponemos para sentirnos a gusto, para decirnos a nosotros mismos lo estupendos que somos por compadecernos y ayudar al prójimo. Y, ya en según que extremos, la vía de entrada a una carrera por ver quién ayuda más.

Reconozco que es algo muy humano el sentir pena por los malparados. Pero en un mundo tan amplio como el nuestro no es lo mismo que hace siglos, en que apenas se salía de la pequeña comunidad vecinal y entre todos podían aliviar las desgracias del de al lado. Pero hete aquí que el mundo se ha ensanchado, y la desgracia es la nota hegemónica, haciendo que la presión compasiva sea insoportable (porque hay que cargar con casi todo el mundo en las espalda, con las mujeres maltratadas, con las víctimas del terrorismo, con los pobres, con las guerras, con los terremotos, inundaciones y tsunamis....). De un tiempo a esta parte todo se ha convertido en una maratón autocomplaciente de condenas, ayudas, actos solidarios y demás productos de la compasión.

No se trata de olvidar y ocultar para entrar en la otra autocomplacencia, la del "ojos que no ven, corazón que no siente", pero tal vez si que urge una nueva forma de compasión para la nueva época en la que entramos (en la que llevamos varias décadas entrando casi sin darnos cuenta).

lunes, 18 de enero de 2010

Dios retirado


Pensar que Dios es, es todavía pensarlo presente, es un pensamiento a nuestra medida, sólo destinado a nuestro consuelo. Es mucho más justo pensar que Dios no es, así como hay que amarlo con suficiente pureza para que pueda sernos indiferente y que no lo sea. Por esto es por lo que el ateo está más cerca de Dios que el creyente. El ateo no cree en Dios; es el primer grado de verdad, a condición de que no crea en ninguna especie de dioses; si esto es así, si de ningún modo es idólatra, creerá absolutamente en Dios, incluso ignorándolo y por la pura gracia de esta ignorancia. No "creer" en Dios. No saber nada de Dios. Y no amar en Dios sino su ausencia, con el fin de que el amor, siendo en nosotros renuncia a Dios mismo, sea amor absolutamente puro y sea "aquel vacío que es la plenitud". Pero, incluso esto, no hay que saberlo, so pena de consentir en el vacío sólo con la esperanza de estar colmado de él.

Maurice Blanchot. La conversación infinita.

domingo, 17 de enero de 2010

Los Esclatasangs de los Wonderbrass


Hace tiempo me prometí no volver a hablar de ellos en el blog para no hacerme pesado (ya les he dedicado varias entradas). Pero les debo una muy grande y hacerles un poco de promoción y tal vez provocar que alguien vaya a verlos no me parece mala idea para devolverles el "favor", así que no me queda más remedio que volver a hablar de los Wonderbrass, grupo cómico-musical sin par en Mallorca. Con su mezcla de estilos añejos (dixie, blues, rock'n'roll, funky...) y su humor absurdo, histriónico y delirante han amenizado ya muchas de mis noches. Tantas que ya me sabía los chistes y gestos que iban a hacer y las canciones que iban a tocar, más allá del margen para la improvisación que siempre se dejan. Entre los habituales comentábamos que ya empezaba a ser necesario un cambio para no caer en la excesiva monotonía y en el cansinismo. Parece que ellos mismos así lo pensaban, porque desde noviembre deleitan a quien quiera acercarse por el Bluesville con un nuevo espectáculo, más teatral, con hilarantes números cómicos, virtuosismo musical y diversión a raudales (porque algo que siempre les ha distinguido es que se nota que ellos mismos se lo pasan bomba en el escenario). Incluso, para alguien tan asiduo como servidor, ha habido lugar para la sorpresa, con música hecha con los más inverosímiles objetos (un barreño, una escoba y una gaseosa, no desvelaré nada más), al más puro estilo de Les Luthiers, números de hipnosis e incluso un inesperado claqué de Néstor Astaire.

El espectáculo lleva el sonoro título de Esclatasangs (setas en mallorquín, pero que no se asuste nadie de fuera, que es lo único en mallorquín que oiran), y no tiene desperdicio. Casi dos horas que se pasan en un tris, rápidas rápidas ("si se te ha hecho corto, es que te ha gustado", como ellos mismos dicen). A los mallorquines-palmesanos que lean esto, se los recomiendo, y a los que tengan intención de acercarse por la isla, también, me sorprendería que no les gustaran. Eso sí, la función cuesta 10 euritos de nada, destinados a alimentar a la prole de estos cinco monstruos de la música y el humor. A cambio, el local se cuida de que no se llene en exceso y no quede gente de pie, con lo cual se puede disfrutar mucho mejor del espectáculo, algo que es muy de agradecer (porque antes, cuando la cosa se petaba, se hacía hasta incómodo con tanta gente). El lugar, el Bluesville, y las fechas varían de mes en mes, siendo lo mejor consultarlo en la misma página del bar, o en la de ellos mismos, o en su Myspace, en el que además podrán escuchar alguna muestra musical).

Para rematar, les dejo un video grabado no por mí, pero sí por gente cercana:


Y ahora les prometería que ya no volveré a escribir nada más de ellos, pero puede que no lo cumpla.

jueves, 7 de enero de 2010

Viejos pobres


Hace tiempo, cuando esto de la crisis aún no había estallado (pero, y no me gusta decirlo, se veía venir), solía hablar de España como un país de nuevos ricos. Arrogantes, caprichosos, divos, insoportables, un quiero y no puedo . Hasta los poderes adoptaron esas formas, y merced al mito del progreso, gracias al cual nos cuesta imaginar retrocesos, los que más ganaron no parece que pensaran que la cosa se fuera a poner como se ha puesto. Lo más triste es que aquí casi todo el mundo siguió esa estela, y así nos luce el pelo.

A día de hoy tiendo a pensar en esa "buena" época como una anomalía, como una extraña conjunción de circunstancias que nos pusieron en esa tesitura. Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y nos ha llegado la hora de que nos pongan en el nuestro. La verdadera España (si es que eso existe) es la de ahora, y la de los próximos meses, no la de hace cinco años. El país de nuevos ricos se trasforma en lo que siempre fue, uno de viejos pobres. Y de cafres, porque que me aspen si alguien saca alguna enseñanza de todo esto.

lunes, 4 de enero de 2010

El día que murió Camus


A raíz del aniversario de la muerte de Albert Camus, aparecen artículos por todas partes glosando su figura y obra. En ellos, se señala el arrinconamiento que sufrió (mobbing, diríamos hoy) por parte de sus colegas intelectuales (con Sartre a la cabeza) debido a sus posiciones ideológicas. No es que fuera diametralmente opuesto a ellos, sino más bien es que no quiso entrar en ese juego que tanto le gusta a cierta intelectualidad, el de querer arreglar el mundo y el de creer que, por ser "sabios" (o por pasar por tales), automáticamente tienen la razón en todo y todos hemos de bailar al son que nos marcan. No se pronunció en según que temas candentes, (aunque en otros, como la condena de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, fue uno de los pocos que se quejó en público) y si lo hizo, fue para salirse por la tangente y no aclarar nada. Nacido en Argelia, le tocó vivir la lucha por la independencia de aquella región, entonces dominada por Francia. En medio de las grandilocuentes palabras que tanto gusta pronunciar a los fariseos de la cultura, él declaró que si le daban a elegir entre la justicia y su madre, escogería a su madre (¿como?, ¿despreciaría la justicia?, eso es un pecado capital para la corrección política, que entonces empezaba a instalarse).

El tiempo, sin embargo, ha ido colocando a cada uno en su lugar, y su figura ha ido creciendo en reconocimiento de forma proporcional al empequeñecimiento de aquellos que le anatemizaron en vida y tras su muerte (ironías del destino, en buena parte gracias a esas sus actitudes respecto a lo público). Tal vez también influya aquello de abandonar la escena en un punto álgido, de morir con el manuscrito (El primer hombre, publicada en 1994) del que dicen que es uno de sus mejores textos en la guantera del coche que se estrelló contra un árbol (el único que había en el camino) hoy hace ciencuenta años.

Personalmente, accedí a Sartre y a Camus más o menos al mismo tiempo, cuando era adolescente. Leí El extranjero, La peste (las dos de Camus) y La náusea (de Sartre) casi seguidos, y en aquella época, llena de ese ímpetu revolucionario y fervor ideológico de la primera juventud, en la que uno se cree capaz de todo, incluso de poder cambiar el mundo, fui más proclive a Sartre. Pero con el correr de los años , ese ímpetu se ha ido apaciguando y me siento más próximo a Camus. Me parece mucho más humano, más profundo y sincero. Más natural (hagan una pequeña búsqueda en Google y verán como a Sartre se le nota más la pose de "yo soy intelectual" y se presume falsa la promesa del príncipe que pretende mostrar tras su cara de sapo).


viernes, 1 de enero de 2010

La década musical

Sigamos con los tópicos de fin y principio de año. Y de década. Aunque yo soy más partidario de que las décadas, siglos y milenios empiezan con el 1 y no con el 0, y aún nos quedaría un año entero de década, sí es verdad que se trata de un año frontera, de una especie de tierra de nadie en la que podemos echar la vista atrás. Y en lo referente a la música, de entre el plano panorama general, al menos para mí, someramente y a bote pronto, destacan algunos nombres: Matt Elliott, el Taxi de los Antònia Font, Beirut, y por encima de todos ellos, Arcade Fire y Jack White (a través de sus grupos: White Stripes, Raconteurs y Dead Weather, pero también en solitario). Seguramente esté equivocado, pero ellos han marcado esta década y no me parecería mal que sus nombres la representaran en el futuro. Ahí les dejo un video destacado de cada uno de ellos, dos canciones que deberían ser himnos de esta década que se nos va: