miércoles, 17 de octubre de 2007

The animals. The house of the rising sun.

Clasicazo del cual no se conoce el origen en una de sus mejores versiones, aunque hay muchas (desde la primera vez que se grabó, en 1928, han sido muchísimos los que la han versionado). Hay quien ha intentado buscar el lugar físico de esta casa (que, en realidad, era un burdel), y las hipótesis más plausibles apuntan al siglo XIX.

martes, 16 de octubre de 2007

Logos-ratio-razón


El tópico que se nos enseña en nuestras primeras lecciones de filosofía es eso del "paso del mito al logos". Más allá de los múltiples matices que a esto se le pueden hacer, hoy quiero centrarme en el tema del logos y en su evolución a lo largo de los tiempos. Logos, en griego, se suele traducir por lo que nosotros llamamos razón. Pero el camino entre los dos términos no es directo, hubo algún intermediario. Y en el intermedio se modificó la plenitud del sentido de lo que los griegos decían al decir logos, y que se supone que nosotros, a través de nuestra razón, somos herederos. Pero no es así exactamente.

Lo de que razón sea logos es algo que sabemos nosotros, pero para los griegos no era así. Logos también es palabra, y es aquí dónde hemos de buscar el sentido original del logos, en el hecho lingüístico. En el uso de las palabras, cabe decir, en el uso correcto, es donde está el asunto fundamental del este paso del mito al logos. Claro está que el mito también usa las palabras, pero de un modo metafórico e indicador, queriendo mentar otra cosa que no está en ella, por decirlo de algún modo, apuntando a otro lado. En el logos, en cambio, la palabra es usada tal cual, en su completa realidad, intentando asirla y con ella asir la realidad de la que se supone que da cuenta. Así, lo que esa actividad lógica buscaría sería el uso correcto de las palabras, la corrección y completud de sus significados, así como el uso de un lenguaje que traiga ante nosotros la auténtoica realidad del mundo. Para un griego, sólo con la palabra se podría hacer esto, y directamente con la palabra, porque es lo que nos hace humanos, lo más propio de nosotros.

Ahora bien, los romanos, y su latín, tradujeron logos por ratio, de donde deriva directamente nuestra razón. Pero la ratio no es lo mismo que la palabra, de hecho, originariamente, se trata de una noción matemática. De ello queda aún en nuestra matemáticas el concepto de razón, que es la relación entre dos magnitudes. Así pues, lo más aproximado que los romanos pudieron encontrar para traducir el logos griego fue la ratio. Y aquí hay un matiz importante, porque se pasa de una noción lingüística a otra matemática. Las palabras portan un significado, son, a su manera, una forma de cierta plenitud, y al trabajar con ellas se muestra una realidad pretendidamente "en sí". Con la ratio se está poniendo sobre la mesa otra cuestión, que es la de la relación entre las cosas. No importa ya lo que las cosas sean y su plenitud, sino cómo se relacionan entre ellas, cómo se engarzan para formar el mundo. De este modo, el uso de la razón ha acabado convirtiéndose en una forma de relacionar, de unir, de poner junto y así hacer el mundo, contrariamente al logos griego, que buscaría algo así como el despliegue del mundo, como el surgimiento de la realidad. Hay un matiz más pasivo en esto. Y claro, para poder unir, antes hay que separar, y ser consciente de las separaciones. No es casual que haya sido la escuela que más ha pretendido estar usando la razón, el idealismo, sea la que haya denunciado las escisiones más abismosas, y al mismo tiempo ha estado buscando puentes y atajos que de algún modo pudieran conectar las dos orillas de la escisión. Esto es muy racional, pero muy probablemente, a la luz de lo confusamente esbozado, poco tenga que ver con el logos.

lunes, 15 de octubre de 2007

domingo, 14 de octubre de 2007

sábado, 13 de octubre de 2007

Camus y lo balear


Se cumplen estos días cincuenta años de la conceción del Premio Nobel de Literatura a Albert Camus, y me entero que tenía sangre menorquina. Su madre lo era. Y este pequeño detalle sirve para explicar muchas cosas. Sólo alguien con sangre balear (y por extensión, expansión, difuminación, diseminación o contagio, como usteden prefieran, española) podía escribir sobre el absurdo y llegar a estar en algo así como una "filosofía del absurdo". Y eso que no llegó a vivir nuestros tiempos, porque si no sólo hubiera tenido una salida: la "filosofía del suicidio". Sí. Una tierra que no es lo que se llama (aquí nadie es balear, las baleares sólo existen como unidad política, casi ni siquiera como geográfica), que no se cree lo que le llaman, en la que la que el castigo se acaba conviertiendo en la salvación (el caso menorquín), donde las tapas no son tradición y cuestan un ojo de la cara pero se organizan ferias de tapas y con notable éxito, donde hay más festejos ajenos que propios (sí, tenemos fallas, feria de abril, oktoberfest, castells, incluso un pseudorocío, de momento sanfermines no, pero al tiempo...), donde el Pueblo Español es regentado por alemanes (se celebran mercadillos, conciertos, y otros actos, todo en alemán, junto a una reproducción de la Alhambra), donde da igual a quien votes porque las trifulcas y diferencias políticas se difuminan al llegar al poder (la única distinción es entre gobierno y oposición, no entre partidos, y se intercambian, pero esos dos puestos siguen una línea continua, no importa el color que los ocupe). ¿Se imaginan a Bush liderando las manifestaciones contra la guerra de Irak para luego ordenar el ataque? Porque no era "balear", que si no es lo que hubiera ocurrido.

Sólo alguien con sangre balear podría transitar tan bien como Camus la senda del absurdo. A veces uno se siente uno de sus personajes (a la entrada de ayer me remito, que es un homenaje velado, hoy un poco más claro).

viernes, 12 de octubre de 2007

L'estrany


Los sentimientos, lejos de ser esas entidades etéreas que siglos de doctrinas dualistas nos han hecho creer, crecen en la materialidad corporal. Y como todo lo corporal, deber ser cuidado y alimentado para su mantenimiento. Eso sí, el alimento que mantiene vivos a los sentimientos puede no ser tan material, aunque tenga un substrato material. Pero dejémonos de materia, que no es de lo que quería hablar, sino centrémonos en el alimento. Un gesto, un sonido, un detalle, a veces basta muy poco para generar una sensación, y para mantenerla en el tiempo (en la medida de lo posible, porque las cosas cambian y hoy no es igual que ayer, porque yo ya no soy el mismo). Pero a menudo a uno le han generdo sentimientos, ficciones, que a la larga no se han visto alimentados, que se han diluido en el torbellino del día a día. Y también a menudo uno querría que continuaran, que la cosa siguiera adelante, porque los necesita, porque sin ellos no se puede seguir adelante.

Querría hablar sobre el sentimiento hacia la tierra, el apego al lugar donde uno ha crecido, su región, su país. Pero de cada vez más hay menos detalles que a uno le ilusionen con eso. La tierra cambia, nada se mantiene. He tenido muchos motivos para amar mi terruño, pero me los arrebatan. Mis recuerdos, mi infancia, mi juventud, están aquí, pero ya no tengo dónde colgarlos. Muchos de los sitios en los que trascurrí ya no existen o están irreconocibles. Poco a poco van borrando los restos de lo que ha sido mi paso por este mundo, no hay casi nada ya que me recuerde a mi. Y esos detalles son necesarios, porque un árbol, un rincón, un edificio, pueden ser la espoleta que provoque una explosión de memoria. De cada vez me siento más extraño. Paseo por las calles de mi ciudad y no la reconozco, y la única sensación que en mi evocan es el desasosiego, sentimiento nada positivo si lo que se pretende es que ame la tierra. Incluso los que una vez afirmaron amar la tierra la han traicionado, tal vez por no reconocerla ya y no sentirla parte de ellos. No quedan patrias, sólo sistemas de leyes. Habrá quien se agarre al clavo ardiendo de las banderas, intentando evocar lo que un día les hizo sentir la tierra, pero eso no es más que un síntoma más del oculto desarraigo que se extiende como la gangrena, como un cáncer que corroe las entrañas de la sociedad, y que cada vez está más cerca de matarla.

Ya sólo quedan las personas, familiares y amigos, pero son muy pocos, y aunque son valiosos (en realidad, lo más valioso), no llenan del mismo modo, porque sólo nos ofrecen una parcialidad y un al-lado, no un en.