miércoles, 7 de agosto de 2019

Flâneurismo

Vagar sin rumbo. Pasear sin un objetivo concreto, dejando que los pasos te conduzcan sin dirigirlos. A veces acabas en callejones soliarios, huyendo de la masa. Pero otras desembocas en las rúas más bulliciosas, repletas de una marea que te engulle y te arrastra. Algunos días te gusta esa dilución. Pero otros te da por extraer algo de la indiferenciación. Entonces te dedicas a mirar a las personas a los ojos, al azar. Un anciano que avanza con su bastón, una joven cargada de bolsas, un bebé en su cochecito... Imaginas sus vidas, sus luchas y preocupaciones. Es posible que en algún caso se acierte. Tal vez sea un acto violento el de forzar -en mi mente- que esas personas, que han salido a la calle a mezclarse en el pulso y torrente de la ciudad, se destaquen y pasen a primer plano en mi pantalla. Tal vez no era eso lo que quería. Pero a veces alguien te devuelve la mirada, y de esas, algunas se produce un chispazo de complicidad, de reconocimiento. Hacen que el paseo valga la pena, son una pequeña e importante carga de energía. Y es que al fin y al cabo, aunque se busque una cierta inmersión, de lo que se trata es de mantenerse a flote, y esas gentes en definitiva son flotadores, rocas en las que tomar aire y descansar para proseguir la travesía. Es una cuestión de supervivencia. Aunque a veces haya riesgo de encallar. 

No hay comentarios: