En España padecemos un problema de comprensión. Por exceso (por ver cosas dónde no las hay) o por defecto (por no ver lo que de verdad hay), hay muchas cosas que se malentienden. Y una vez malentendidos, ya no aceptamos explicaciones. Nos ponemos las anteojeras, tenemos el camino seguro trazado y ya no nos salimos de él.
Podría ser una cuestión de ignorancia. Sería lo mejor. Pero a veces pienso que no es posible tanta ignorancia, que ha de haber un elemento de voluntad, que hay mucha mala leche en ello.
Las anteojeras no nos las ponen, nos las ponemos nosotros mismos, lo cual es aún más grave.
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