Nos dicen que hemos evolucionado, que hemos progresado. Pero uno tiene sus dudas. Lo que ha ocurrido es que se han intercambiado papeles. El lugar que antes ocupaban los sacerdotes, con sus condenas eternas, sus pecados originales, sus liturgias y sus dogmas intocables, ahora lo quieren ocupar otros. La prueba es la virulencia que les dedican, los saben débiles e intentan ocupar su nicho ecológico.
Como todo sacerdocio, acusan un notable doble rasero, según el cual lo que es condenable en los demás, no lo es para ellos o sus temas favoritos. Para desenmascararlos, basta con usar argumentos simétricos. A modo de ejemplo, nos referiremos a lo que ocurre cuando hay algún atentado islamista. Por un lado, si el atentado es cerca de nosotros, en nuestro entorno histórico y cultural (es decir, en Europa o Norteamérica), en seguida salen a decirnos que "estamos recogiendo lo que hemos sembrado". No digo que no haya algo de cierto, pero desde luego no es algo tan burdo y escaso favor le hacen a lo que pueda haber de verdadero en la afirmación. En cualquier caso, ni si te ocurra insinuar que otro tipo de víctimas son mínimamente culpables (en concreto: las mujeres violadas o asesinadas por sus parejas), porque te cae la del pulpo.
Por otro lado, cuando el atentado es lejos, cuando no se le da tanta importancia (y estamos de acuerdo en que la reacción a ciertas masacres es muy exagerada, cuando hay otras que pasan muy desapercibidas), tampoco tardan los que salen a denunciar que hay muertos de primera y de segunda. De este modo, se invisten de un aura de bondad y justicia que en el fondo es santurronería y beaterío. Pero no nos engañemos, aunque parece que están reivindicando, en el fondo lo que hacen es condenarte a ti. Porque como buenos nuevos creyentes, lo que importa es señalar culpables. Las víctimas suelen ser una excusa.
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