Algo que me llama la atención de nuestros gobernantes es la ubicuidad. Tan pronto son ministros de sanidad como miembros del consejo director de una empresa eléctrica o gobernadores civiles. Ante ello, no puedo evitar pensar que, o bien son una eminencias (algo que ellos mismos desmienten con casi todas sus declaraciones), o bien su labor no es tan importante como queremos creer. Al fin y al cabo, sus instituciones las sostienen los curritos de a pie, el mecanismo más o menos bien engrasado de que constan, y que sospecho que podría prescindir de muchos de sus dirigentes sin que se alterara su funcionamiento. Es más, por experiencia propia, me atrevería a decir que muchas veces entorpecen más que ayudan. Supongo que hay en ello una parte de oportunismo, de perpetuarse en la poltrona (aunque sea en varias porltronas), o la de complacer de forma lameculista a los superiores, en cualquier caso, me parece indigno.
Lo suyo sería poner a alguien del gremio en el que se pretenda tener una influencia o poder. O a lo sumo, alguien interesado o especializado en el tema (es decir, con vocación). Sería una forma de ejercer la profesión. Porque, qué quieren que les diga, eso de hacer hoy de una cosa y mañana de otra, me suena a incapacidad o imposibilidad (a veces las circunstancias te obligan a coger lo que se presenta, pienso en dificultades económicas, tan habituales hoy en día) de hacer nada. Volver a aquello de la techné, a ser expertos en algo, a vivir de ello. Pero parece que más bien lo que proliferan son los maestros liendres, que de todo saben, pero de nada entienden. Y hay cosas que es mejor entender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario