Viendo los derroteros que están tomando las cosas por esta región, y las proclamas de sus voceros mediáticos, a veces me da la sensación de que los ciudadanos estorbamos. O mejor dicho, lo que estorba es la ciudadanía. No lo digo como pataleta tipo egoísta malcriado antisistema de "gobiernan a nuestras espaldas y no tienen en cuenta nuestras opiniones", sino de forma literal. Somos un producto secundario, cuando, ya que los elegimos, deberíamos ser el objetivo prioritario.
Me explico. Me causa mucha perplejidad ver cómo por doquier se multiplican las campañas en favor de la industria turística, haciéndonos ver que, si vienen muchos turistas, hay más negocio y de rebote todos nos beneficiamos de ello (hay más empleo, se mueve más dinero, se recauda más...). Todo lo que hay que hacer es favorecer el turismo, y todo lo demás vendrá por añadidura. El turismo proveerá. Esto, que no deja de ser cierto (no lo es menos que dependemos en una enorme medida del turismo), si se lleva al paroxismo, como intuyo que se está llevando, me parece de una terrible cortedad de miras (hasta de unas miras equivocadas). Porque, por un lado, el negocio del turismo es eso, un negocio en manos de unos cuantos, que miran por su interés, como no puede ser menos. Pero la gente a pie de calle también tiene sus intereses, no siempre coincidentes con los dueños de los negocios y no creo que deban ser sacrificados e hipotecados a ellos. Porque al fin y al cabo, por mucho que vivamos del turismo, antes de su llegada ya había un pueblo, y de él emanaron algunos de los atractivos que han hecho venir a tantos millones de gentes de todo el mundo. Incluidos los negociantes y los negocios que han ido surgiendo con el paso de los años. Y últimamente parece que somos considerados como un mero repositorio de empleados para la industria, sin otra salida ni futuro que el de ser los camareros y los que atienden y entretienen a los turistas, mera servidumbre. A veces uno siente que se gobierna para ellos y no para nosotros (y ojo, que para poder seguir viviendo del turismo hay que tratar bien al turista, pero eso no debería confundirse con que los ciudadanos de aquí seamos como esos porteadores indígenas de la época colonial).
No digo tampoco que haya que plegarse a las inquietudes de la gente, ya que los que gobiernan también lo hacen para los empresarios y de alguna manera tienen que atenderles. Pero creo que una tarea importante de los gobernantes es la de equilibrar y armonizar las corrientes que se mueven en la sociedad, y no decantarse de forma demasiado preferente hacia unos u otros. Porque si no ocurre que se genera en algunos la sensación de ser un subalterno, algo de segunda que va en función subordinada de los otros y que a veces es casi un estorbo ("jo, ya están estos con sus derechos, su paisaje y sus mandangas, y no ven, los muy idiotas, que si hacemos esto y esto y esto, entrará más dinero, y blablabla, ¿no veis que lo hacemos por vuestro bien, so zoquetes?") . Y eso genera un poso de frustración que puede llegar a ser muy dañino, de entrada a nivel individual, pero a la larga puede ser contraproducente para la sociedad y esos grandes intereses que se supone que se defienden.