Y llega el día (días) en que has de tomar una decisión importante. De esas que marcan tu vida. No sólo en el aspecto de delimitar un antes y un después, sino que van a influir y encadenar todo el después. La magnitud de estas decisiones te llevan a un despliegue de cálculo y raciocinio: ventajas y desventajas, consecuencias... Todo ello te conduce a tomar una decisión, sí. Pero al final, ante el vértigo, sólo cabe hacerse fuertes y dar el salto.
Por muchas vueltas que se le dé a las cosas, al final hay que dar el salto, el pequeño impulso irracional del "va, me lanzo", a sabiendas de que la red de razones que uno se ha puesto debajo puede ser muy frágil y no sostener nuestra caída.
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