lunes, 14 de agosto de 2006
Pacientes
Sigamos con el mundo médico. Hoy me apetece hablar y criticar las distintas denominaciones que los enfermos han tenido a lo largo de los años.
La más conocida y popular es la de paciente. Es, tal vez, la que mejor cuadra con el papel que juegan los enfermos en el ámbito sanitario. En primer lugar, porque padecen una enfermedad. Esto en sí mismo ya es una evidencia de la concepción de la enfermedad y del sujeto humano que se ha venido manejando desde hace siglos. Cuando pillamos algo, no somos enfermos, tenemos enfermedades. Es como si la enfermedad fuera un accidente, algo con lo que chocamos, que se incrusta en nosotros y que debe ser eliminado de ahí. Por eso somos pacientes. Pero también somos pacientes porque al ir al médico o al ir al hospital realizamos un acto de delegación en el personal sanitario. Las riendas las toman ellos. Quedamos al margen, asumiento un papel pasivo. Nos pinchan, nos dan medicinas, y nosotros solo hemos de estar ahí y dejar que nos quiten eso que se nos ha incrustado. No hace falta decir que el papel pasivo no es suficiente. Al estar enfermos, no se debe olvidar que somos nosotros, y que si no somos actores en la recuperación, poco vamos a poder hacer (podrán quitarnos la enfermedad, pero no con ello habremos alcanzado la salud).
Otra denominación es la de cliente. Está sí que suena fatal, y pocos son los que en el ámbito sanitario la aceptan, aunque aparece de cada vez en más manuales. Es fruto del avance de la concepción del mundo que se basa en ver todo como mero producto de cálculo de costes y beneficios. Como si los enfermos fueran a comprarse una camisa y miran distintos modelos y precios. Claramente es un nombre que no es adecuado.
Prefiero llamar enfermos a los enfermos. Pero en el sentido fuerte y existencial. Porque son enfermos. Y parte de lo que se debiera hacer, además de, lógicamente, tratar los síntomas y las posibles causas físicas de la enfermedad, es animarlos a que intrvengan en su curación. Porque el principal interesado en sanar es el propio enfermo. Y porque sin él, nuestro trabajo no es más que una simple aplicación de protocolos mecánicos.
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