jueves, 31 de agosto de 2006

Mis personajes favoritos (II). Nicolás Maquiavelo.

“...quien engañe, encontrara siempre quien se deje engañar, todos verán lo que aparenta y pocos lo que es, y estos pocos no se atreverán a ponerse en contra de la mayoría...”

Nació en 1469 y murió en 1527. Italiano. Es uno de los grandes nombres que dio el Renacimiento. Su vida fue un continuo ir y venir de cargos públicos, motivados por los vaivenes que padeció su Florencia, con su república de Savonarola, su Lorenzo el Magnífico y todas las movidas con el papado y el rey de Francia. Debido a sus experiencias vitales con el poder, tuvo que aprender a ganarse y a mantener los puestos que conseguí, puesto que no sabía cómo podía acabar la cosa. De ahí sacó las enseñanzas que expone a lo largo de su obra. Y lo cierto es que le funcionó, porque consiguió destacar y llegar a cargos importantes en todas las fases por las que pasó Florencia a lo largo de su vida (también hubo malos momentos, sobretodo cuando los cambios se producían, pero siempre conseguía llegar arriba). Fruto de sus experiencias es El príncipe, manual para el gobernante recién llegado al poder que debe conseguir el respeto de sus rivales y del pueblo. Esta obra es una auténtica obra maestra, de lectura obligada para todo aquel que quiera saber acerca del poder. Su tesis principal es que la política es algo distinto a la moral, que son ámbitos incompatibles, y por lo tanto las cosideraciones morales deben desaparecer de la política. Porque el objeto de la política es el poder, y lo que todo político busca es llegar al poder. Por eso hay que actuar en consecuencia, sabiendo que los rivales ansían el mismo puesto, y que para evitarlos hay que neutralizarlos. Asímismo, el pueblo también es un riesgo a la hora de mantener el poderr, y hay que tenerlo contento sin perder ni un ápice del poder que se tiene, sin entregarse a él. Para ello hay que engañar e incluso matar si es necesario (pero sólo si es estrictamente necesario, porque un abuso podría acarrear la imagen de mentiroso o de cruel, nada buena para tener el respeto de los gobernados). El buen político es el que tiene virtud, y por ella sabe ver las oportunidades que el destino pone en su camino y las sabe aprovechar.

Otras obras a destacar son los Discrusos sobre la primera década de Tito Livio, en los que se muestra muy distinto a la anterior obra. Aquí aparece la idea de que el mejor gobierno posible es el de la república que toma como modelo la república romana de antes del Imperio. Aquí el pueblo es el que elige y el que gobierna a través de sus representantes. La diferencia respecto al príncipe es notoria, pero se explica si se tiene en cuenta que el príncipe es un manual para regímenes recién creados o familias recién llegadas al poder, que por lo tanto necesitan hacerse valer y demostrar que son los más adecuado para el puesto. En los discursos la situación es muy diferente. Aquí el gobierno es estable y tienen una larga tradición. No son necesarios los engaños ni las manipulaciones. El régimen está asegurado.

Pero Maquiavleo es mucho más que teoría política. Alguna novela, obras de teatro, diálogos... completan la producción de un auténtico humanista. Su influencia ha sido enorme en la política y en muchos otros campos.

Con el tiempo, y principalmente gracias al príncipe, Maquiavelo ha adquirido mala fama y ha dado lugar al adjetivo maquiavélico, que se suele usar para referirse a personas malvadas y manipuladoras. Y a menudo vemos a uestros políticos que se acusan de ser maquiavélicos. Aunque es verdad que hay algo de eso en la obra de Maquiavelo, esta imagen procede de una comprensión parcial, ya que su ideal no era ése, y si dijo lo que dijo, sólo era de forma circunstancial (porque al fin y al cabo, el poder es el poder, y es lo que el gobernante debe querer conservar para poder hacer el máximo bien a su pueblo). Y, en cierto modo, si a un político lo llaman maquiavélico, lo están alabando (o están aplicando la teoría maquiavélica, intentando denigrar al rival para poder acceder ellos al poder). Porque la verdad, no se me ocurre otra forma de ser político que siendo maquiavélico.

Y finalmente, la famosa frase que se le atribuye, eso de que el fin justifica los medios, no aparece en ninguna parte de sus obras, es pura leyenda urbana.

miércoles, 30 de agosto de 2006

A night at the hospital


Sopor. Los párpados pesan. Los ojos escuecen. Son casi las 5 de la madrugada y el cuerpo pide dormir. Dentro de un rato intentaré dar una cabezadita. Si me dejan, claro, porque nunca se sabe lo que puede pasar. Los cuidados intensivos son una bomba de relojería. En cualquier momento se puede inestabilizar algún enfermo, y pasar de una noche plácida al ajetreo y las carreras. En ese caso el sueño pasaría a un segundo plano, desplazado por la acción. Pero de momento no es el caso. Salgo de la unidad, aviso a las compañeras de que estoy fuera un rato. Los pasillos, llenos de cajas apiladas y aparatos que no tienen ningún otro sitio para ser almacenados. No hay nadie. No se oye nada. Hay zonas oscuras, puertas que llevan a la nada, un fluorescente que parpadea (me digo que habrá que poner un parte a mantenimiento, pero al cabo de medio minuto ya se me ha olvidado). El office está vacío. La mesa llena de restos de comida de los últimos que han ido a hacer un tentempié. La ventana, abierta. Hay una silla debajo. Me asomo, apoyando la rodilla en ella. Hace fresco. El verano empieza a terminar. Fuera está el aparcamiento, casi sin coches. El guardia de seguridad está haciendo una de sus rondas. Llega un taxi, se bajan dos chicas. Parecen extranjeras, y por sus atuendos, vienen de fiesta. Me pregunto qué les habrá ocurrido para que tengan que venir a urgencias. No lo sabré nunca. Bostezo. Contemplo el enorme pino que hay junto al edifcio de los vestuarios, que una vez, en un temporal de viento, más o menos a esta misma hora, dejó caer una de sus ramas. Menos mal que fue de madrugada, porque casi todo el hospital pasa por debajo suyo a la hora de los relevos para irse a cambiar. Algún grillo canta. En el cielo, ninguna nube. Se está de maravilla. Pero el sueño es más poderoso que el bienestar del momento. Vuelvo a bostezar. Creo que me vuelvo a la unidad, a ver si lo dejo todo controlado y puedo dormir un poco. Buenas noches.

sábado, 26 de agosto de 2006

Jornada laboral


Reflexiones tras una dura jornada de trabajo:

¿Porqué hay dados en los que no sale el cinco ni patrás?

...¿Y otros en los que sólo salen seises?

viernes, 25 de agosto de 2006

Primeros recuerdos


Prosigamos con el tema de la memoria. Hoy toca hablar de los primeros recuerdos. Nuestra memoria no empieza desde el momento en que somos capaces de percibir y de registrar lo sucedido, eso supondría que recordaríamos cosas del útero materno. No sucede así. En cuanto tenemos la madurez neurológica suficiente es el momento en que el cerebro puede almacenar datos de los sentidos (tanto externos como internos). Eso empieza a suceder más o menos hacia los dos años de vida. Pero la memoria es aún muy frágil, y a penas recordamos nada de esa etapa. Tan sólo pequeños flashes, fotografías que no se sabe muy bien hasta qué punto son recostrucciones a partir de un mínimo dato que no sé porqué se ha quedado ahí (vamos, que no podríamos asegurar al 100% si sucedió de ese modo).

En mi caso son dos instantáneas, dos flashes. Uno de ellos es feliz, el otro no. Datan de cuando mis padres y yo vivíamos en Barcelona (eso duró hasta mis tres años). El feliz es un objeto. Un filtro de aire de un coche que me encontré en un parque al que mi madre solía llevarme. Sólo recuerdo el filtro, que era como el de la foto, no el parque ni los juegos (lógicamente, jugué hasta que mi madre se dio cuenta y me quitó ese extraño objeto). El otro es el de una carrera en taxi de camino al hospital. Jugando con una manguera me golpeé un ojo, y lo único de lo que me acuerdo es de mi llanto y lo que vi en un momento mientras íbamos al hospital. Recuerdo un cruce, uno de esos típicos del ensanche barcelonés. Yo estaba tumbado en el regazo de mi madre, con un ojo doliéndome muchísimo, llorando. A través de las lágrimas del ojo bueno sólo veía las partes altas de los edificios. Pues bien, sólo recuerdo un cruce, con los edificios haciendo chaflán, los balcones y los tiestos que en ellos había.

Dos únicos recuerdos, dos fotos de mi primera infancia. No sé cuál es anterior. Tengo una cicatriz en un dedo. Me han contado que me la hice con un cristal de una botella. No me acuerdo. Era por la misma época. ¿Porqué se me quedaron unas cosas y las otras no?¿Tiene alguna clase de significado?.

Reflexión no demasiado descabellada: la memoria es narcisista, autocomplaciente. Se alimenta de sí misma, se necesita para seguir funcionando. Cuanta más, mejor. Tal vez por eso lo primero es lo más débil, porque no tiene otros recuerdos sobre los que sostenerse y crecer.

jueves, 24 de agosto de 2006

Conspiranoia


Hay que ver lo que la mente llega a crear en según que menesteres. Estoy pensando principalmente en los amorosos. La de interpretaciones forzadas y reforzadas que podemos inventar para mantener nuestras esperanzas o para sufrir. En esos momentos estamos en una especie de hipersensibilidad a cualquier estímulo.

"Hoy me ha so nreído. Eso es que le gusto (un poco, o al menos le caigo bien, porque si no, no sonreiría como lo ha hecho)".

"Aquello que me dijo, tal vez era una forma sutil de haceme entender cierta disposición hacia mí".

"Está muy simpática con ese tío. Mmmm. No me gusta su forma de hablar con él. Ay, que me acaba fastidiando todo el trabajo que estoy haciendo. Pero ella es lista y seguro que se acabará dando cuenta de que yo valgo más la pena".

Delirios y humo, porque en realidad ni siquiera te ve como amigo, simplemente es que es muy maja y es así con todo el mundo. Lo que sí es verdad, es que se acabará yendo con el otro, dejándote con dos palmos de narices, y dando alas a tus conspiranoias.

miércoles, 23 de agosto de 2006

Etimologías


Usamos las palabras sin saber lo que significan exactamente, creyendo que quieren decir una cosa cuando en realidad significan otra (o al menos no al 100% lo que creíamos). Las palabras, tan neutras y asépticas, tienen historia, y puede llegar a ser sorprendente lo que esconden en ellas. Por eso me encanta descubrir los significados ocultos que encierran, o lo que han querido decir en otros tiempos o en el idioma original del que provienen.

A modo de ejemplo: recordar, del laín recordare, literalmente "hacer volver a pasar por el corazón". Con ello pone de manifiesto que el corazón es el auténtico órgano vital, que todo en la vida tiene una base sentimental, y que si queremos evocar algo del pasado con más o menos la misma intensidad, hay que volverlo a hacer pasar por el órgano del sentimiento, por el corazón.

domingo, 20 de agosto de 2006

Nostalgias

A menudo me descubro recordando a gente del pasado. Me ocurre especialmente con mis compañeros de clase. LA gran mayoría de ellos siguen siendo niños en mi memoria, puesto que así fue como dejaron su última huella en mis neuronas. Me acuerdo más de los que compartieron conmigo algún tiempo, que jugamos juntos o que fuimos amigos durante una temporada. Parece mentira cómo hay personas que son inseparables por una temporada y que luego, con el tiempo y los azares de la vida se van separando y se pierden la pista. Ocurre mucho con los amigos de la infancia. Se termina la enseñanza obligatoria, se va cada uno a distintos lugares a estudiar..., y se pierde el contacto. A alguno de esos amigos los sigo manteniendo, pero hay otros con los que me hubiera encantado seguir en contacto. Los del bachillerato los he perdido casi todos. Y con los de la universidad mantengo irregulares contactos (salvo un par). En cualquier caso, mi pensamiento no va hacia ellos, porque con ellos no hay nostalgia, sino que el presente y el pasado pueden con el pasado que he vivido con ellos. Con ellos siempre hay una buena experiencia en el futuro. Con los otros, con los perdidos, sólo hay pasado, y por eso surge la nostalgia. Hay días en los que me encantaría encontrame con alguno por la calle. Sería toda un hallazgo que me alegraría por unos días. Aunque, seamos relistas, no sabría qué decirles, más allá del consabido "qué ha sido de tu vida". Algunos han muerto, de otros sé algunas cosas que me llegan a através de terceros, y de otros no sé absolutamente nada, pero siempre procuro tener algún momento para ellos, para recordar aquel juego, o aquella vez que nos fuimos al cine en tropel, o cuando nos pilló aquel profesor en el pasillo por dónde se suponía que no podíamos pasar y nos cayó un buen castigo (lo llamábamos "misiones", ir a los sitios prohibidos del colegio durante el recreo), o cuando aquél trajo una revista pornográfica que devorábamos en un rincón del patio, vigilando que nadie nos pillara, o aquella niña a la que nunca me atreví a decirle nada y que tal vez ahora ya tenga algún hijo... Momentos, rostros. Instantes que a veces me sorprenden porque los recuerdo como una película, como si en realidad los hubiera vivido otra persona. Y en verdad es así, porque aquél niño no soy yo. Mejor dicho, yo soy aquél niño, con unos cuantos años más. Vamos, que no soy yo.

El tiempo pasa, y vamos dejando detrás de nosotros restos de nuestra vida, ruinas que se pierden y que a veces rescatamos del olvido, pero que ya nunca más van a volver. Tal vez sea mejor así.



The Connells. '74-'75