jueves, 14 de diciembre de 2017

De la disolución nocturna

Soy bastante selecto en mis preferencias en cuanto a garitos nocturnos se refiere, aunque a la hora de la verdad no me ando con demasiados remilgos si la compañía es buena. Porque en la noche de lo que se trata, es de ponerse en una tesitura distinta a la diurna, metamorfosear en cierto modo. Aunque en su día nos reímos mucho de aquello de "la noche me confunde", hay algo de verdad en esa afirmación: la noche nos altera. Y salimos para aprovecharlo. Como mínimo, no estamos tan atados a las obligaciones diurnas: a los horarios y rutinas. Cuando el sol se pone nos diluimos un poco, nos difuminamos. O queremos difuminarnos. Por eso vamos a sitios donde ponen música alta, en los cuales se hace difícil hablar (la palabra y el discurso quedan relegados), y bebemos y bailamos. Para ello, y por una cuestión de gustos (aunque también podemos hablar de porqué nos gusta lo que nos gusta), cada uno prefiere un tipo de ambiente, unas gentes y músicas que le faciliten la dilución, entre los cuales fluir más y mejor. Por eso a veces me muestro un poco intransigente con según qué locales, porque sencillamente no estoy cómodo y me siento coartado. Aunque ya digo, una buena compañía suele ser muy útil en esos casos. A veces es porque en el grupo hay gente con distintas preferencias, y hay que tener a todo el mundo más o menos satisfecho. Pero otras es porque la disolución se produce no en el entorno, sino en esa compañía. No sé si me explico...

3 comentarios:

PENSADORA dijo...

Yo siempre he considerado esa "disolución" más una cuestión de evasión.

Y sí, te entiendo en cuanto a que, aunque el garito no guste, a veces, por agradar a todo el grupo, uno tiene que tragar y bailarse alguna latinada. Eso sí, lo de perrear ¡no por dios!.

Salud!

El Pez Martillo dijo...

Ah, no. Yo si voy voy con todas las de la ley y me mimetizo con el ambiente. Y si hay que perrear, se perrea.

PENSADORA dijo...

Te estoy viendo... jejeje!