jueves, 31 de mayo de 2012

Dando fe

Una reacción habitual cuando la gente se entera de mi trabajo (cuidar niños enfermos, demasiado enfermos), es la de decirme, con un cierto tono tremendista y patético que ellos no serían capaces de hacerlo. Supongo que todos tenemos alguna labor que no podríamos realizar de ninguna manera, trabajos que atraviesan nuestras defensas y nos amenazan en ciertos núcleos. La mía son las notarías. No soportaría el ser notario. 

Ya ven, no tengo problema ninguno en pinchar criaturas recién nacidas (con toda la profesionalidad de que soy capaz, evidentemente, sin sadismos), en acompañar a niños moribundos y sus familias, o bregar con enfermedades terribles y grotescas. Tengo el callo hecho por ese lado. Sin embargo, me siento incapaz de dar fe. De nada.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Reencuentro

Sales a la calle a quemar tu angustia. Con el cuerpo molido por el insomnio y la ansiedad. Te arrastras por callejones, huyendo de las avenidas y sus aglomeraciones, buscando una relativa soledad para la reflexión. Y te acabas encontrando con rincones que no conocías en tu ciudad, con sombras y luces distintas, con la primavera en todo su esplendor impregnándolo todo. Sí, a pesar de todo hay belleza. Y aún puede ser apreciada. Hasta podría haber algún margen.

lunes, 21 de mayo de 2012

En las simas del dolor

A fuerza de tener medios para contrarrestar el dolor (el físico y el no físico, aunque éste en menor medida), nos hemos vuelto hipersensibles a él. Saber que tienes una pastilla a mano que te puede aliviar hace que lo toleremos menos que si no quedara más remedio que aguantar. En esa hipersensibilidad, se llega a veces a un paroxismo histérico, viendo malestar donde no tiene porqué haberlo. Esto estaría bien, o al menos no estaría tan mal, si como contrapartida hubiéramos desarrollado una hipersensibilidad hacia el placer, siendo capaces de disfrutar de forma tan refinada como sufrimos. Pero parece más bien que disfrutamos más burdamente y con "placeres gruesos". No hay, pues, equilibrio, ni de lejos, por lo que ya podemos poner todos los remedios que queramos, que seguiremos hundiéndonos en las simas del dolor. 

viernes, 18 de mayo de 2012

Tranquilidad

No sé a ustedes, pero a mí, que me digan (sobre todo según quién lo diga) que puedo estar tranquilo me pone bastante nervioso. Hay un momento para estar tranquilos y otro para estar nerviosos, y hasta esto nos lo quieren hurtar.

martes, 8 de mayo de 2012

¿Tenemos plan B?

Resulta molesto (por no decir sospechoso) ese aire de fatalidad, de inevitabilidad que se le está dando a las medidas gubernamentales. Como si no hubiera otra cosa que hacer (el famoso "vamos a hacer lo que tenemos que hacer"). Sí, claro que hay una situación que es la que es y con la que hay que bregar. Pero, ¿seguro que es absolutamente necesario que se tomen unas medidas y no otras?. Porque digo yo que con la de millones que maneja un estado, no se puedan distribuir las cargas de gastos de mil y una manera.

No entiendo nada de economía, ni de gobernar (no digamos ya las dos cosas juntas), pero la experiencia me dice que puedes llegar a un resultado concreto (5, por ejemplo) de distintas maneras (2+3, 3+2, 4+1, 1+1+1+1+1...). ¿O es que hemos de pensar que no saben hacerlo más que de un modo? (ya digo que no sé de gobernar, pero eso no parece un buen síntoma en un gobernante). 

¿Y si falla "lo que hay que hacer"? Me temo que ni siquiera se contempla esa posibilidad. Apostarlo todo a una carta es una medida desesperada (y los tiempos, dicen que lo son), arriesgada y casi siempre fatídica.

lunes, 7 de mayo de 2012

Ciudadanos que estorban

Viendo los derroteros que están tomando las cosas por esta región, y las proclamas de sus voceros mediáticos, a veces me da la sensación de que los ciudadanos estorbamos. O mejor dicho, lo que estorba es la ciudadanía. No lo digo como pataleta tipo egoísta malcriado antisistema de "gobiernan a nuestras espaldas y no tienen en cuenta nuestras opiniones", sino de forma literal. Somos un producto secundario, cuando, ya que los elegimos, deberíamos ser el objetivo prioritario. 

Me explico. Me causa mucha perplejidad ver cómo por doquier se multiplican las campañas en favor de la industria turística, haciéndonos ver que, si vienen muchos turistas, hay más negocio y de rebote todos nos beneficiamos de ello (hay más empleo, se mueve más dinero, se recauda más...). Todo lo que hay que hacer es favorecer el turismo, y todo lo demás vendrá por añadidura. El turismo proveerá. Esto, que no deja de ser cierto (no lo es menos que dependemos en una enorme medida del turismo), si se lleva al paroxismo, como intuyo que se está llevando, me parece de una terrible cortedad de miras (hasta de unas miras equivocadas). Porque, por un lado, el negocio del turismo es eso, un negocio en manos de unos cuantos, que miran por su interés, como no puede ser menos. Pero la gente a pie de calle también tiene sus intereses, no siempre coincidentes con los dueños de los negocios y no creo que deban ser sacrificados e hipotecados a ellos. Porque al fin y al cabo, por mucho que vivamos del turismo, antes de su llegada ya había un pueblo, y de él emanaron algunos de los atractivos que han hecho venir a tantos millones de gentes de todo el mundo. Incluidos los negociantes y los negocios que han ido surgiendo con el paso de los años. Y últimamente parece que somos considerados como un mero repositorio de empleados para la industria, sin otra salida ni futuro que el de ser los camareros y los que atienden y entretienen a los turistas, mera servidumbre. A veces uno siente que se gobierna para ellos y no para nosotros (y ojo, que para poder seguir viviendo del turismo hay que tratar bien al turista, pero eso no debería confundirse con que los ciudadanos de aquí seamos como esos porteadores indígenas de la época colonial).

No digo tampoco que haya que plegarse a las inquietudes de la gente, ya que los que gobiernan también lo hacen para los empresarios y de alguna manera tienen que atenderles. Pero creo que una tarea importante de los gobernantes es la de equilibrar y armonizar las corrientes que se mueven en la sociedad, y no decantarse de forma demasiado preferente hacia unos u otros. Porque si no ocurre que se genera en algunos la sensación de ser un subalterno, algo de segunda que va en función subordinada de los otros y que a veces es casi un estorbo ("jo, ya están estos con sus derechos, su paisaje y sus mandangas, y no ven, los muy idiotas, que si hacemos esto y esto y esto, entrará más dinero, y blablabla, ¿no veis que lo hacemos por vuestro bien, so zoquetes?") . Y eso genera un poso de frustración que puede llegar a ser muy dañino, de entrada a nivel individual, pero a la larga puede ser contraproducente para la sociedad y esos grandes intereses que se supone que se defienden.

domingo, 6 de mayo de 2012

Poner el intermitente

Si hay que mejorar el país, hacer que las cosas funcionen, salirnos del extraño atasco en que andamos metidos, ¿porqué no empezamos usando los intermitentes? Parece una tontería, pero el no avisar a los demás conductores con anticipación de los movimientos que se van a hacer, provocando sobresaltos y cabreos, enlenteciendo el tráfico (en las rotondas, no saber lo que van a hacer los que van dentro hace que retrases tu entrada), me resulta muy sintomático. Y si no nos damos cuenta en carretera, algo tan elemental y cotidiano, de que no estamos solos y de algún modo hay que tener en cuenta a los que comparten camino con nosotros, ¿cómo vamos a hacerlo en tantas y tantas cosas importantes?

sábado, 5 de mayo de 2012

Suma cero

Alternativa: ¿Detestar al ser humano por ser como es, saberse uno más y sufrir por uno mismo y la particular situación marginal de odiar todo lo relativo a nosotros (sabiéndose en cierto modo antinatural a pesar de todo)? ¿O abrazar lo humano y sufrir en carne viva su miseria? 

Dolor en cualquier caso. No hay alternativa. 

martes, 1 de mayo de 2012

La revolución no será una fiesta


No entiendo las protestas festivas. Puedo comprender que se reivindiquen derechos y que se haga de forma más o menos amable. Pero expresar un rechazo (y rechazar algo no es otra cosa que abrazar otro algo, por lo que algo de reivindicación hay siempre en la protesta) no es algo como para ir de fiesta. Al final, gritar con una sonrisa puede atenuar la protesta y la sonrisa (o directamente, hacer falsa una de las dos). Por no hablar del a quién favorece que se haga así (o a quien no perjudica lo suficiente). 

La mala leche, la desesperanza, la incertidumbre, la indignación (la de verdad), no casan con la fiesta. Tampoco hace falta caer en la violencia irracional (ni en la racional), pero protestar como si se fuera a la feria, me parece una frivolidad. Una frivolidad muy propia de unos tiempos que todo lo han querido convertir en una fiesta dando la espalda a los grandes esfuerzos y a lo desagradable o incómodo.