sábado, 31 de julio de 2010

La red social mató al blog

Anda el mundo bloggero de capa caída. Los gurús de "el último grito" han decretado la muerte del blog para dar vida a las redes sociales. Y parece que algo así ha pasado. Ahora la gente se expresa en facebooks y twitters, pero ello tiene una cierta desventaja, la del espacio. Lo que antes expresabas en tu blog en entradas más o menos complejas, ahora lo dices en un par de líneas. Con eso se pierde, a no ser que seas un genio del aforismo (y de esos hay pocos, tal vez se cuenten unas pocas decenas en la historia). Pero también se gana: nos libramos de mucha morralla. El balance, sea como fuere, es negativo, porque por norma general, los blogs son abiertos y cualquiera puede leerlos y formarse su propia opinión sobre los asuntos que se tratan, expresarla y discutir sobre ello, mientras que en las redes sociales sólo pueden acceder los contactos escogidos, que en su mayoría pasan olímpicamente de lo que dices, porque son, digámoslo, "amigos extraños".

viernes, 30 de julio de 2010

Nuestros hermanos animales

De forma paradójica, la ciencia moderna, que nos ha llevado a conceptuarnos como una especie animal más entre millones, lejos de hacer que asumamos nuestra animalidad, ha provocado que algunos se crean hermanos de los animales y lleguen a extremos absurdos en una supuesta defensa (obviando que a veces las peleas y venganzas más crueles ocurren entre hermanos). Me temo que en realidad lo que se juega en estas actitudes es el viejo impulso de superioridad que nos animó durante siglos, bajo la forma de condescendencia y magnanimidad, de compasión. Ciertamente, nuestras capacidades nos han llevado a una posición diferente a la del resto de especies, es algo obvio. Pero de ahí a creernos con el derecho de decidir lo que les conviene o no, y de decir que los defendemos, hay un trecho muy grande (además de los posibles efectos no calculados de según qué actitudes, que en ocasiones pueden llegar a ser más perjudiciales que lo que se pretende evitar). 

Los antiguos, a su manera, se sabían también en el mismo barco que los demás animales, y ello lo expresaban en los rituales, intentando adquirir sus potencias o poniéndose a la par de ellos. Nosotros, al contrario, que nos sabemos efectivamente animales, pretendemos hacerlos a ellos a nuestra imagen y semejanza, con el secreto deseo de que, conservándolos a ellos, nos conservaremos nosotros tal y como éramos. Es un cambio de sentido, de esos que se dan para acabar llegando al mismo sitio.

jueves, 29 de julio de 2010

El olvido del paciente

Con motivo del próximo traslado al nuevo hospital (algo de lo que debo de hablar), se va a proceder a la informatización de todos los procedimientos e historias clínicas y a la implementación de un sistema informático que pueda dar cuenta de todo. Para ello, en un largo proceso, se ha escogido un programa que cumpla con las expectativas y los objetivos que se han marcado. Es algo que tarde o temprano tenía que llegar, ya que no era normal que todo un hospital de referencia como Son Dureta, a estas alturas todavía funcionara con papel y con el bolígrafop de cuatro colores. 

En medio de todo este proceloso proceso de informatización, ha llegado la hora de ponerlo en conocimiento de quienes lo tendremos que usar, de empezar a familiarizarnos. Y para ello, se han organizado unos cursos para formar a los que, a partir del mes próximo, deberán enseñar al personal algunos rudimentos del nuevo programa informático. Por azares varios que ahora no vienen a cuento, servidor forma parte de este grupo de "privilegiados" que formarán al personal. Y el otro día en el curso para formadores, viví una situación surrealista. 

En el aula habíamos en torno a 20 personas, de distintas categorías (enfermeros, médicos, técnicos, algún farmacéutico...), y llegó la hora de hacer una actividad en grupo. Se formaron tres grupos y nos pusimos a trabajar. En uno de los grupos surgió cierta discusión que luego se trasladó a la totalidad de los asistentes. La cuestión era si debíamos tener en cuenta o no al paciente (no viene a cuento ahora si llamarlo paciente, usuario, cliente o X), si era él para quien en última instancia trabajábamos. Había quien pretendía obviarlo de los objetivos a lograr. Y sí, puede que haya cuestiones intermedias (productividades y demás), pero el enfermo (o el sano, si de lo que se trata es de aquello de la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud) siempre debe estar al fondo. Porque no hemos de olvidar que nuestro trabajo, incluso el del que está en un despacho sin tratar con los usuarios para nada, es hacer que el hospital funcione de la forma más eficaz y eficiente posible, siempre con vistas al usuario. Y si nos olvidamos del paciente, como parece que ya va ocurriendo (y lo lamentable y surrealista de la situación era que quien más decididamente defendía este olvido era un médico, no alguien "de despacho"), creo que mal vamos y poco podemos esperar de nuestra sanidad (aunque tengamos un precioso y flamante nuevo hospital con todas las modernidades).

miércoles, 28 de julio de 2010

Sumido en la crisis

Mientras todo flaquea a mi alrededor y amenaza ruina, ando sumido en mi crisis particular. La que me impide realizar cualquier clase de esfuerzo mental. Me cuesta horrores ponerme a leer. No digamos ya a escribir. Y me angustia, porque son actividades de las que siempre he disfrutado, y no comprendo a qué viene ahora esta desgana, este hastío. 
Quiero pensar que se trata de algo pasajero, que pronto volveré a ser el de antes. Pero en el fondo de mi cráneo resuela una voz que me dice "¿y si no es así?, ¿Qué harás entonces?". Otras veces me ha ocurrido, es una especie de ciclo, y siempre que me ha pasado, tarde o temprano retorno a la "normalidad". Pero siempre queda la incertidumbre de si esta vez no irá en serio. 

Tal vez sólo sea que, como el yo que escribe y lee es el mismo yo que trabaja, y el que trabaja lleva más de un año sin vacaciones, necesito ya el descanso vacacional (para lo cual aún queda algo más de un mes). Puede que sólo sea eso. Ya veremos cuando hayan pasado...

lunes, 26 de julio de 2010

¿Cuándo retirarse?

No entiendo que cuando se sale por la noche, haya que quedarse hasta que es de día. Por norma general, no me gustan las cosas que se hacen "porque sí". en esto, como en casi todo en esta vida, conviene abandonar en el momento justo, en el instante en que se percibe que la cuesta abajo, está a punto de llegar, en el momento álgido, antes de que la caída empañe el vuelo. Ahí es cuando hay que retirarse. Así, al menos, el recuerdo le pondrá buena nota a la velada, sin que las miserias del amanecer empañen los buenos momentos. 

jueves, 22 de julio de 2010

Reflexiones caniculares

Calor. Calor que funde los sesos, que licúa las ideas, que evapora cualquier posibilidad de concentración. Con el calor como trasfondo, la vida se convierte en un puro vegetar, un mero estar ahí sin más, improductivo y con la única meta de llegar a épocas mejores en las que poder hacer algo de sí misma en mente. 

No hay mucho que hacer cuando hace calor. Por eso le gusta el verano a una gran parte de la gente, porque pueden abandonarse a la vida pobre, hipoactiva y anémica del que no tiene nada que hacer: tumbarse en las playas, o gastar el tiempo ante bebidas refrescantes. El impulso hacia el mínimo esfuerzo se ve satisfecho en la canícula. Cualquier cosa cuesta el doble de fuerza de voluntad y de energías. Y como no andamos muy sobrados de eso, pues vacamos a una nada nada interesante. 
A veces estos páramos veraniegos se enmascaran en cierta hiperactividad. La vida social se multiplica, se sale, se alterna. Pero no es más que el autoengaño de los que no quieren ver el vacío del verano, que se niegan a experimentarlo, que no van a sacar nada de ello, algo que cuesta mucho más que cualquier otra cosa. 

En verano, la vida es más pesada, o se adquiere otra perspectiva de la carga vital, más onerosa y presente que nunca. Por eso todo se aligera: el trabajo, las relaciones, el ambiente... Pero la carga sigue ahí, no conviene olvidarlo, no sea que nos arrastre y nos ahogue.

martes, 20 de julio de 2010

Turismo fetichista

Hay un cierto fetichismo en eso de visitar los lugares en los que personajes más o menos conocidos e importantes desarrollaron parte de sus vidas. Como si pisando el mismo suelo que pisaron, o contemplando las mismas vistas, fuera a pegársenos algo de su inspiración y genialidad. Y allí vamos, no sin ilusión, y hacemos fotos y recogemos folletos, rellenamos el hueco por un rato, autoconvenciéndonos de que con una pequeña tangencialidad respecto a vidas supuestamente interesantes hacemos de la nuestra algo más digno. 

Pero en cuanto el entusiasmo se pasa, caes en la cuenta de que en realidad no has visto nada. Sí, se ha estado en el mismo lugar que X, pero en realidad no quedaba nada suyo allí. O bien la posible huella ya no existe, o se ha redibujado para que cuadre mejor con el relato y la imagen que nos hemos creado del personaje. Pura fantasmagoría.

Y sin embargo, seguimos buscando lugares que visitar, a veces con toda la intención, organizando viajes casi para ir a verlos, y otras por seguir la corriente (por ir a visitar lo que todo el mundo visita), no vaya a ser que la epifanía nos espere en la siguiente visita.

sábado, 17 de julio de 2010

Tom Petty and The Heartbreakers. Mojo: Jefferson Jericho Blues

Si siguen este ya viejo blog, sabrán ustedes que gusto de la música con un aire añejo. Y si tiene raíces norteamericanas (en esa corriente que viene del sur de los Estado Unidos y que directa o indirectamente alumbró buena parte de la música popular de las últimas décadas), tanto mejor. Por eso no puedo dejar de celebrar que los artistas se miren en esos espejos y nos regales soberbios trabajos en los que se solazan en la tradición. A veces es en estos discos en los que dan lo mejor de sí, en los que demuestran de dónde viene su música, como una especie de autorecordatorio del camino que no quieren perder.

Esto es lo que han hecho Tom Petty y sus Heartbreakers con su último trabajo, titulado Mojo (el título nos lleva a la Louisiana, a Nueva Orleans y a la ciénaga, en un anticipo de lo que nos espera en las quince canciones de que consta). Buen disco de uno de esos viejos rockeros que se resisten a abandonar. Tal vez algo difícil de escuchar para quien espere canciones al estilo de sus grandes éxitos de hace 20 años (o de cuando estuvo con George Harrison, Roy Orbison y Bob Dylan en los Travelling Willburys), pero muy interesante si les gusta la músic acon raíces. 

Les dejo con la primera canción del disco, una poderosa forma de empezar: Jefferson Jericho Blues.

viernes, 16 de julio de 2010

Orgullo y calabazas

Cuando te dan calabazas, sobre todo si se trata de las no demasiado dolorosas, el primer impulso es tirar de orgullo y proferir un grandilocuente "ella se lo pierde" (o él si es el caso, aunque intuyo que se dice más en femenino que en masculino). Y en gran medida es así. Pero hay breves momentos de debilidad y flaqueza, y, porqué no, de lucidez, en los que por debajo de este pensamiento se cuela otro más ácido: "sí, vale, pero también te lo pierdes tú"

viernes, 9 de julio de 2010

Espectáculo a pedales

Si por algo me gusta el ciclismo, además de la por la estrategia y el espectáculo, es porque se juega en espacios abiertos. He llegado a la conclusión de que mi falta de interés por la mayor parte de los deportes tiene que ver con que se desarrollan en estadios, gimnasios, circuitos, canchas... Todo en ambientes que me resultan claustrofóbicos. Por eso, ver a los ciclistas correr por carretera durante kilómetros, poder contemplar el paisaje y ver de pasada al público, es un soplo de aire fresco, le añade belleza y espectáculo al espectáculo.

miércoles, 7 de julio de 2010

El valor de la traición

Conviene, de tanto en tanto, traicionarse a uno mismo. Defender lo que nunca defenderíamos, ser incongruentes. Sólo así podemos seguir en la senda de cierta coherencia. Que las cosas las hagamos no por la mera inercia, sino por decisión libre.

jueves, 1 de julio de 2010

El sindicalismo living la vida loca.

Nunca he creído en eso de las reivindicaciones festivas ni las manifestaciones que parecen más una cabalgata que otra cosa. Más que nada porque de lo que se trata al manifestarse, no es sólo de manifestarse (manifestar cosas lo hacemos todos los días), sino que es una demostración de fuerza relativa a determinados puntos lo que está en juego. Y cuando hay que demostrar fuerza, se enseñan los dientes, no se baila. 

Todo esto viene a cuento de la situación que he podido contemplar hace unas horas. Por lo visto, había convocada una manifestación para protestar por las medidas anticrisis del gobierno, con vistas a ir cogiendo músculo para esa fantasmagórica huelga general de dentro de unos meses (digo yo, suponiendo que la situación sea mala como para convocar esa huelga, es ahora y no tan lejos que hay que moverse, eso por no hablar de la conveniencia de haberse pronunciado con anterioridad, pero claro, las vacaciones ni tocarlas). Y yo, que estaba en la calle por otros motivos, me he dado de bruces con la protesta. Por un lado estaban los sindicatos y organizaciones más "radicales" (anarquistas e independentistas, que me pregunto yo qué puñetas hacían juntos, pero ya se sabe, vivimos tiempos en los que la velocidad y el tocino son casi lo mismo) haciendo su propia manifestación, apartados de los sindicatos mayoritarios, que estaban concentrados en la plaza de España arremolinados en torno a un pequeño esc.enario donde unos bafles atronaban a la concurrencia con ¡¡Ricky Martin!!

En estas circunstancias es cuando se comprende aquello de la vergüenza ajena. He acelerado el paso para huir de allí, no fuera que alguien conocido me viera y pudiera llegar a pensar que estaba mezclado en semejante reunión. Mientras tanto, pensaba que si esto era la revolución que tan en la sangre dicen llevar estos sindicalistas de botellón, nos la podríamos haber ahorrado. Y también confirmando que la crisis es mucho más que económica. Ojalá sólo fuera económica.