lunes, 4 de enero de 2010

El día que murió Camus


A raíz del aniversario de la muerte de Albert Camus, aparecen artículos por todas partes glosando su figura y obra. En ellos, se señala el arrinconamiento que sufrió (mobbing, diríamos hoy) por parte de sus colegas intelectuales (con Sartre a la cabeza) debido a sus posiciones ideológicas. No es que fuera diametralmente opuesto a ellos, sino más bien es que no quiso entrar en ese juego que tanto le gusta a cierta intelectualidad, el de querer arreglar el mundo y el de creer que, por ser "sabios" (o por pasar por tales), automáticamente tienen la razón en todo y todos hemos de bailar al son que nos marcan. No se pronunció en según que temas candentes, (aunque en otros, como la condena de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, fue uno de los pocos que se quejó en público) y si lo hizo, fue para salirse por la tangente y no aclarar nada. Nacido en Argelia, le tocó vivir la lucha por la independencia de aquella región, entonces dominada por Francia. En medio de las grandilocuentes palabras que tanto gusta pronunciar a los fariseos de la cultura, él declaró que si le daban a elegir entre la justicia y su madre, escogería a su madre (¿como?, ¿despreciaría la justicia?, eso es un pecado capital para la corrección política, que entonces empezaba a instalarse).

El tiempo, sin embargo, ha ido colocando a cada uno en su lugar, y su figura ha ido creciendo en reconocimiento de forma proporcional al empequeñecimiento de aquellos que le anatemizaron en vida y tras su muerte (ironías del destino, en buena parte gracias a esas sus actitudes respecto a lo público). Tal vez también influya aquello de abandonar la escena en un punto álgido, de morir con el manuscrito (El primer hombre, publicada en 1994) del que dicen que es uno de sus mejores textos en la guantera del coche que se estrelló contra un árbol (el único que había en el camino) hoy hace ciencuenta años.

Personalmente, accedí a Sartre y a Camus más o menos al mismo tiempo, cuando era adolescente. Leí El extranjero, La peste (las dos de Camus) y La náusea (de Sartre) casi seguidos, y en aquella época, llena de ese ímpetu revolucionario y fervor ideológico de la primera juventud, en la que uno se cree capaz de todo, incluso de poder cambiar el mundo, fui más proclive a Sartre. Pero con el correr de los años , ese ímpetu se ha ido apaciguando y me siento más próximo a Camus. Me parece mucho más humano, más profundo y sincero. Más natural (hagan una pequeña búsqueda en Google y verán como a Sartre se le nota más la pose de "yo soy intelectual" y se presume falsa la promesa del príncipe que pretende mostrar tras su cara de sapo).


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es verdad: es un autor que entra de maravilla en la temprana juventud, quizás debido a lo receptivos que somos entonces para ciertas realidades. Pero su literatura y pensamiento es indeleble. La cuarta de sus 'Cartas a un amigo alemán' se cuenta entre mis predilectos de él.

Saludos (i bon any)

Novell

El Pez Martillo dijo...

Es cierto, hay toda una serie de autores que entran muy bien en la juventud, pero no todos ellos se mantienen a lo largo de los años. Camus lo hace muy bien, y en cada momento interesa y se enriquece por cosas distintas, lo cual le hace mucho más grande.

Saludos, y bon any también para usted.