martes, 22 de septiembre de 2009

Al principio de la amistad


Detesto a la gente que se da con excesiva facilidad. Esos que desde el primer momento ya parece que son tus mejores amigos. Nos privan de uno de los grandes pilares sobre los que se eleva la amistad y las relaciones humanas: el ir descubriendo nuevos matices y aristas, el sentir que cada día con esa persona puede otorgarnos algún nuevo don, el saber que es posible que no tengamos fondo, que podemos dar (y que pueden dar) a manos llenas sin vaciarnos. Quien todo lo da de entrada, es muy probable que no tenga nada más que ofrecer, y por lo tanto aboquen la amistad a la fugacidad (la cual, si bien también es amistad, deja siempre un poso notable de indiferencia).

4 comentarios:

Julio dijo...

Me parece una acertada reflexión. Cualquier relación personal necesita mucho tiempo para consolidarse. El mejor amigo no es el que te aplaude todo,sino el que también también sabe decirte las 'verdades'.

Un saludo

El Pez Martillo dijo...

No es cuestión de que pase el tiempop por pasar el tiempo, sino porque para que algo deje poso hace falta el tiempo (o cierto estancamiento). Y sólo en el poso, en el sedimento puede cultivarse algo.

Saludos.

Julio dijo...

Así había pensado el 'paso del tiempo' y la 'consolidación'.

No es cuestión de que el tiempo pase en vano y solamante pase por pasar. A veces, quizá, pensamos que los demás entienden lo que no expresamos con suficiente precisión.

Saludos

El Pez Martillo dijo...

Lo había captado a la primera, sólo quería subrayarlo.

Saludos.