sábado, 25 de julio de 2009

Traca final


Culmino (de momento) la serie de entradas dedicadas a las anotaciones de Jünger en su diario. Ha sido una lectura estimulante, de las que se quedan en el paladar por mucho tiempo. Pero ahora toca partir rumbo a otras orillas. Espero poder dejar constancia aquí de los tesoros que pueda ir encontrando. De momento, dejo uno de los últimos fragmentos de Jünger que me han deslumbrado:

"En los matorrales de la presa de Lanne he tropezado con una pareja de lucánidos. La hembra estaba succionando la savia de una encina herida; el macho la tenía abrazada.

En el macho los adornos están relacionados con la voluntad y el movimiento; en la hembra, con la visión inmóvil de las cosas. Marte lleva como emblema el escudo y la lanza; Venus, el espejo. Ya la célula espermática está armada de un flagelo. El óvulo la recibe inmóvil, la acoge dentro de él.


En no pocas especies, como en una araña de Madagascar, la Nephila, la diferencia de tamaño llega a ser grotesca. En un gusano estrellado, la Bonellia verde, que pude observar en Nápoles, las relaciones son más asombrosas todavía; el macho habita como parásito dentro de la hembra. Penetra en ella por el orificio de la boca y, a través del canal digestivo, llega hasta los órganos sexuales. En otras especies el macho es consumido, devorado después de la fecundación. Parecido a eso es también el asesinato de los zánganos, que pone fin al vuelo nupcial.

El papel del macho parece consistir en proporcionar los elementos de ordenación, de radiación. Cabría imaginar una situación en la que el macho ya no estuviese presente físicamente, sino que actuase mediante la pura visión directa y se hallara representado, como en astilleros, por modelos minúsculos, de conformidad con los cuales construirían unas fuerzas invisibles tantos barcos como deseasen.

Con este ahorro espacialse corresponde un ahorro temporal, por cuanto en no pocos animales el macho sale a escena muy raras veces, como ocurre en los saltamontes de la familia de los bacílidos, en los que lo normal es la partenogénesis. Pero ésta es interrumpida en ocasiones por una generación sexual, como si el mundo material quisiera tomar de vez en cuando la medida.

En los insectos que viven en sociedad los obreros son asexuados; sufren esa reducción para favorecer la producción. También en nuestro mundo de trabajo empieza a haber indicios de perspectivas extravagantes.

Cabría imaginar astros en los que la vida se propagase únicamente por gemiparidad. Lo probable es que enn ellos, como en los arrecifes de coral, no estuvieran separados los individuos. Si tales colonias poseyesen inteligencia, faltaría casi completamente la voluntad, en favor de la visión directa, de la "concepción" del mundo. Se tendrían arrecifes, céspedes, celdillas en los que se meditaría, se soñaría el cosmos. A veces he pensado eso al ver arriates de celosías en flor parecidos a cerebros rojos.

Ya en los protozoos se reparten las posibilidades de la vida, también las no realizadas. ¿Qué son propiamente los flagelados, los rizópodos, los radiolarios, las amebas? No hay duda de que, a partir de la invención del microscopio, hemos descubierto esos mundos, pero aún no los hemos interpretado. Están aguardando su Champollion."

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