jueves, 28 de mayo de 2009

Fotografiando autopsias

Alguna vez he hablado del efecto que me provocan las fotografías del siglo XIX. Tienen algo extraño. No sé si será por los colores, o por el hieratismo de los fotografiados (debido, sin duda, a los prolongados tiempos de exposición necesarios, que obligaban a largos posados), o por la mirada fija e inexpresiva que muestran, pero me invade una profunda melancolía al contemplarlas. Es conmovedor el contacto entre épocas que allí se da, es como una ventana abierta a una época que ya no comprendemos, que está, si bien temporalmente cerca, muy lejos ya.

Un caso especial es el de las fotos hechas a los muertos. Como es sabido, era costumbre fotografiar a los familiares recién muertos, como recordatorio del paso por la vida (muy a menudo era la única fotografía que iba a existir de la persona en cuestión). De eso, creo, ya hablé. Pero hoy, revisando galerías de viejas fotos, he topado con algunas hechas en autopsias de principios del XX. En ellas, además del aspecto mugriento de todo (las batas de los médicos, los médico, las mesas de autopsia, el local en sí...), llama la atención más de lo habitual esa actitud de estar posando que, irónicamente, se quiere transmitir al cadáver, otorgándole a la instantánea un aspecto grotesco. y si no, juzguen ustedes mismos:



No es la lección de anatomía de Rembrandt, precisamente.

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