jueves, 14 de mayo de 2009

El rostro de la enfermedad


Algunas patologías y trastornos cursan con un síntoma curioso: la cara del enfermo adquiere unos rasgos característicos. No se trata de un signo que se manifieste en el rostro, sino que todo él adquiere una configuración caracterísitca de la enfermedad. Hasta el punto de que todos los afectados por ella se parecen y se puede llegar a aventurar qué enfermedad se tiene (o algunas de sus características) con sólo mirar al paciente a la cara.

Es algo perturbador, porque, acostumbrados a vérnoslas con microorganismos, alteraciones metabólicas, anatómicas, o cualesquiera que fueren las causas de la enfermedad, resulta todo muy aséptico y despersonalizado. Pero cuando la enfermedad modela la cara con un patrón más o menos fijo, es como si ella tuviera un rasgo personal, como si aprovechara el rostro del enfermo para mirarnos a los ojos, casi de tú a tú.

3 comentarios:

PENSADORA dijo...

¡AINS! que escabroso, pero tendré que darle la razón.

Es impresionante cómo nos cambia la cara a todos bajo los efectos, por ejemplo, de una bajada de tensión: las ojeras, la palidez...

Y para ponerle el toque más escabroso todavía: ¿se ha fijado usted cómo se desfiguran las caras (y los cuerpos) de las personas que están siendo tratadas con quimioterapia?. Después de haberlo sufrido en mis propias carnes, soy capaz de distinguirles perfectamente. No lo sabría explicar, es como una hinchazón antinatural (provocada, seguro, por los corticoides)además de una extraña expresión, como espectante, en los ojos.... ¡¡¡¡buuufffff!!!!

AAAARRRRRGGGGG!!! que recuerdos... era como ver una anciana en el espejo cuando sólo tenía 27 añitos.

En fin, humanitos...

El Pez Martillo dijo...

Eso es lo que quería decir. Los ves por la calle y hay algo que te dice lo que tienen. Pero no solo con la quimio, sino con tantas cosas (los yonkis también tienen un rostro peculiar).

Seguro que el haberte visto como una anciana a los 27 hace que ahora te veas más guapa. No hay mal que por bien no venga.

PENSADORA dijo...

Pues no, amigo pez, mi mirada ya no volverá a ser la misma.

Pero como es la mía, me gusta igual... ¡jejeje!

Aunque, ahora que pienso, sí es cierto que al cabo de unos tres meses de haber terminado el tratamiento, cuando me empezó a salir el pelo otra vez y eliminé todas las acumulaciones, o sea, recuperé mi peso normal: me veía como una preciosidad, sí, al final va a tener usted razón. Como siempre.