lunes, 18 de agosto de 2008

El dinero que no está


La moneda representa un gran paso de abstracción, al poner entre los objetos un intermediario siempre igual a sí mismo y que puede sustiruirlos en su valor si se acumulan. Con ella se abrieron todas las cuestiones en torno al valor y al precio de las cosas, y se puso en marcha un mecanismo de circulación de objetos mucho más fluida (pero al mismo tiempo reforzaba un poder centralizado, que era el que acuñaba y el que establecía el valor de la moneda, frente a la relativa arbitrariedad sujeto a múltiples variables del trueque).

Pero si la moneda es un gran paso, mayor aún es el billete. Porque al menos la moneda tenía un valor en sí misma, el del metal con el que se hacían (si éste era valioso en sí mismo, o en virtud del hecho de ser el metal de la moneda no es algo que nos interesa ahora). Pero el billete es de un material demasiado prosaico: papel (todo lo particula y especial que se quiera, pero papel al fin y al cabo). Si la moneda sustituía los objetos y era fácil de transportar, el billete sustituye a la moneda y evita cargar con numerosas piezas metálicas. Pero lo más importante es el carácter diferido que tiene el billete, puesto que, en realidad, no son sino pagarés, cheques al portador. En sentido estricto, un billete de 500 euros no son 500 euros, sino que es un vale por 500 euros, (existe también un cierto interés en ellos, por lo que en realidad no valen lo que valen, pero eso tampoco nos interesa) aunque en la práctica equivalga a esos euros y todo el mundo los acepte como si fueran metálico.

De este modo, entra en nuestro manejo cotidiano una variable de diferencia, un continuo estar presente sin estarlo de una realidad de valor. El billete es una muestra de vacío repleto, un no que esconde y anuncia un sí, una gran metáfora del mundo moderno en el que nos movemos, de la evolución del ser humano, especialista en tener delante las cosas sin que estén ahí, en manejar el mundo sin tenerlo en la mano. La creación del papel moneda no es más que un paso más de un camino cada vez más inmaterial y menos aferrado a las cosas, aunque, en última instancia, ellas estén a la base.

11 comentarios:

PENSADORA dijo...

Jejeje! ya te digo, pez, que me encanta cuando te pajeas (mentalmente, insisto).

Ya estoy recuperada de las fiestas (o casi), pero no tengo tiempo de repasar toda la lectura atrasada.

De todas formas y para que veas que me acuerdo de tí, te he invitado a un meme (no me preguntes qué es, que no lo sé) en mi blog.

Besicos.

El Pez Martillo dijo...

Ya me tenías preocupado con esa ausencia, pensadora. Suponía que se debía a esos excesos festivos, pero aun así uno se preocupa.

Y ya te dije, mis pajas son proverbiales.

¿Es obligatorio eso del meme? Es que nunca me he planteado eso de la felicidad (y ni siquiera sé sillegaría a 14 cosas, en el supuesto de que encontrara alguna). Y además, no creo que pudiera pasárselo a otros 6 blogs (no visito tantos). En cualquier caso, gracias por la invitación.

Salud!

Johannes A. von Horrach dijo...

Hay frases cuyo destino inevitable es el mármol:

"Me encanta cuando te pajeas".

¡¡Hoooooostia!!

PENSADORA dijo...

Hey horrach! ¿a que mola?, es un pedazo de frase que nos encantaría oír a todos, incluso a mí a pesar de ser fémina. Pero bueno, pasará a la posteridad seguro, aunque no sea en mármol, quedará flotando en el universo cybernético.

Querido pez, no te preocupes, te perdono, pero me encantaría leer alguna cosa, aunque sea una que durante un instante te haga feliz, que la felicidad son momentos. Mira, te lo pongo fácil: seguro que a tí te pone contento ese momento en que una pedazo de ctónica sentada enfrente tuyo cruza las piernas y por un segundo deja entrever unas braguitas... esto por poner un ejemplo, seguro que si te empeñas encontrarías un montón de pequeños momentos de felicidad, mira, otro ejemplo: cuando un niño enfermo al que cuidas te sonríe... uuufff! que tierna soy, te dejo.

besitos.

El Pez Martillo dijo...

Pensadora, eso del cruce de piernas ya no me emociona ni nada, de tan acostumbrado que estoy. Es aparecer yo y todas se espatarran, incluso alguna va al baño, se quita las bragas y luego se espatarra. Pero ya te digo, es pura rutina y ya no tiene nada de emocionante.

Lo del niño es otra cosa, pero has de saber que además de hacer lo que he de hacer, intento entretenerlos y divertirlos un rato, que me llevo relativamente bien con los niños. No en vano durante una temporada llevé una nariz de payaso en el bolsillo.

En fin, que haré un esfuerzo y pensaré algo, que mañana no tengo nada pensado para escribir.

El Pez Martillo dijo...

Lo de "me encanta cuando te pajeas" también es rutina...

Y Horrach, en casa no tengo mármol... pero sí gotelé.

Saludos.

PENSADORA dijo...

Huy pez! creo que todos deseamos que ese gotelé esté hecho por un pintor... jejejej!!!!

El Pez Martillo dijo...

Escribo desde el curro, pero no puedo reprimirme: por supuesto que está hecho por un pintor. Pero un pintor de brocha gorda...

El Pez Martillo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
PENSADORA dijo...

JEJEJEJEJE!!!!!! Dime de qué presumes y te diré de qué careces... jejejeje!!!!

Muy buena pez!

El Pez Martillo dijo...

No es presumir. Mis afirmaciones están basadas en una rigurosísima recogida de datos, que uno, además de libro de reclamaciones (aún sin usar), tiene un completísimo formulario de satisfacción a partir del cual elabora sus estadísticas.