sábado, 24 de mayo de 2008

Dos ruedas


Decía Nietzsche que como mejor se piensa es caminando, en marcha. Algo de eso debe haber, porque cuando se está en movimiento el pensamiento se agiliza, y se hacen conexiones imposibles de concebir en reposo. Si esto es así, cabe plantearse la cuestión de si ese pensamiento en movimiento se agiliza con la velocidad. Pero tiene que ser un movimiento activo, no vale el mero estar cómodamente sentado al volante, o volando de un lado a otro. El moverse al que me refiero no es un desplazarse, sino un movimiento corporal.

En este sentido, encuentro muy estimulante, en mi experiencia personal, el ir en bicicleta. Es el único deporte por el que siento alguna simpatía, y el único que practico (necesito espacios amplios, eso de estar corriendo dentro de un área de juego, o de ejercitar los músculos encerrado en un gimnasio no es lo mío), y siempre que me monto sobre las dos ruedas lo hago con un placer especial. Si se va en compañía las conversaciones adquieren un carácter distinto, parece como si se pudiera entrar con una perspectiva nueva en las cosas. Y si se va solo, las ideas fluyen a un ritmo a veces vertiginoso. Es muy interesante ponerse a pedalear cuando se está en plena erupción sentimental, cuando uno es un campo de batalla para las emociones. En estas situaciones el ejercicio ayuda a quemar los demonios, y todo adquiere otro color.

No es el mantenerme en forma, ni la línea, ni ninguna de las razones que otros arguyen para hacer ejercicio, sino porque a veces, uno acaba con la cabeza un poco más centrada (de forma temporal, claro) que cuando se había empezado. O, cuando menos, con alguna nueva entrada en mente, que siempre vienen bien. Y si no, pues al menos el cansancio hará que duerma mucho mejor.

Y tras lo dicho, el jarro de agua fría: con el ejercicio físico se liberan endorfinas, una sustancia similar a la morfina, que provoca bienestar y cierta euforia de carácter narcótico. Por eso todo parece volverse más ligero y se ve distinto. Esta explicación es más prosaica y le quita brillo a la cosa, pero que nos quiten lo bailado.

4 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Será prosaica, pero me parece que la última opción está muy bien. Lo que a usted le sucede con la bici a mí me pasa con la natación (yo no puedo ir en bici, por mi inoperante rodilla derecha). De todas formas, para liberación de endorfinas, el sexo, cuanto más guarrete, mejor, ¿no cree?

Stones dijo...

Elo ciclismo a mí tambien me gusta (le recomiendo alguna etapa del Tour en Pirineos es una experiencia alucinante. Ver a los ciclistas subir un puerto es estética pura). Para mí la bici ahora tiene otro significado. Sólo la cojo en verano en un pueblecito del Alto Tajo, cuando llega alguna amiga de la adolescencia nos gusta jugar a quitarnos veintimuchos años y meter en la mochila un bocata e irnos a los mismos sitios que nos ibamos hace mucho tiempo. Ahora la mayoría de las veces dando vueltas a nuestro alrededor va algún crío de mis amigas, pero las conversaciones en bici siguen siendo tan estupendas como antaño. Y siempre que vamos a subir la cuesta del Pino molino siempre hay alguien que dice: "tonta la última" y nos dejamos los higadillos en los pedales antes de echar pie a tierra. mmmm me ha recordado recuerdos hermosos para mí.

El Pez Martillo dijo...

Horrach, con el sexo liberamos endorfinas y alguna cosa más...

De todos modos, aunque las explicaciones empíricas le quiten brillo a cualquier cosa, el fenómeno no deja de ser el mismo. Vull dir, que explicar el amor mediante reacciones químicas no le quita nada a eso que sentimos.

Stones, ir en bici, y si es posible, cuesta arriba y cuesta abajo (claro) es un gran placer.

Saludos.

PENSADORA dijo...

Huuuyyy!!! deporte!.
Tu explicación acerca de las endorfinas no deja de resultar agradable para quienes tendemos a racionalizar hasta lo irrazonable.
Lo primero que recomiendan los psicólogos y psiquiatras ante una depresión es hacer deporte, por esto de las endorfinas, también llamadas hormonas de la felicidad.
Efectivamente, la sensación de después de hacer deporte es sumamente placentera y no te quiero ni contar si, el deporte practicado además tiene algo de riesgo.
Para mí hay dos opciones:
* Caminar en la montaña: ayuda a pensar, relaja, enriquece, sanea y produce glóbulos rojos que a mí no me vienen nada mal.
* Escalar, barrancos o ascensiones complicadas: puro placer adrenalítico. Una de las mejores sensaciones que he tenido se produjo un día tras terminar un barranco de una dificultad algo superior a mis posibilidades, después de pasar 5 horas en tensión pendiente de protejer mi integridad física, al llegar al coche sana y salva sentí una auténtica explosión de placer y de auto-orgullo, del tipo ¡madre mía, lo que acabo de hacer!!. Esto me suele pasar, aunque en menos intensidad, cada vez que termino alguna actividad deportiva en la naturaleza.
El primer caso, es el que tú describes, tiempo para pensar y largas y profundas conversaciones.
El segundo resume intensamente esa especie de sobredosis de endorfinas o de adrenalina.