miércoles, 7 de mayo de 2008

Doble rasero


Servidor, que conoce y padece tanto la sanidad pública como la privada (como cliente y como trabajador), no deja de sorprenderse ante la actitud que muchos usuarios adoptan ante ambas. En Baleares el sector privado es muy potente, tanto que a veces que la política sanitaria es más para ellos que para los hospitales públicos, y hay muchísima gente que en la vida ha pisado uno de estos. En parte esto es debido al hecho de ser islas en la periferia del estado, lo cual nos ha dejado durante muchos años con unos servicios más bien deplorables. Si a esto le añadimos un crecimiento espectacular a casi todos los niveles en las últimas décadas debido al turismo, y cierto aristocraticismo de buena parte de sus habitantes autóctonos (que parecen no querer compartir salas de espera con no mallorquines), el terreno está abonado para que proliferen los establecimientos privados. Éstos han servido de mucha ayuda a la sanidad pública, ya que han evitado que la masificación sea mayor, aunque al mismo tiempo han colaborado en la prolongación en el tiempo de esta situación.

Al final, las diferencias no son tantas, porque desde la privada tienes que ir a hacer pruebas a la pública, y viceversa, ya que hay muchos convenios de colaboración y porque la sanidad pública ofrece una mayor cartera de servicios, cubriendo así las espaldas de buena parte de los establecimientos privados, que en cuanto se ven un poco apurados en seguida recurren a los hospitales públicos para que les saquen las castañas del fuego (la viceversa también es válida). En definitiva, los dos sistemas sanitarios están mucho más imbrincados de lo que parece, y a veces son difíciles de separar (eso por no hablar de que muchos trabajadores están currando al mismo tiempo en los dos). Pero en la psicología popular hay una gran barrera entre los dos, tanto que a veces parecen incompatibles.

Y me sorprende cómo se comporta la gente. Porque cosas que en la sanidad pública no se toleran (colas, listas de espera...), son sobrellevadas con cierta alegría por los usuarios de la sanidad privada. Lo que en una es masificación, mala organización y desastre total, en la otra es señal de prestigio y de distinción ("no, es que es muy bueno este médico"). Y al final, resulta que las diferencias no son tantas (es cierto que la pública está más masificada, y que por eso las instalaciones están más deterioradas y hay aglomeraciones detestables, como tener a cuatro enfermos en una habitación, por ejemplo). La diferencia mayor la marcna los usuarios y su comportamiento, que muchas veces deja bastante que desear en la pública (como es "gratuita", se creen con derecho a todo). En la privada, en cambio, todo va como la seda y muy poca gente alza la voz, cuando el hecho de pagar una cuota del seguro permite exigir con mayor fuerza algunos de esos derechos que en el otro lado se reivindican con tanta vehemencia.

Muchas veces me queda la sensación de que una gran parte de la gente (por no decir la mayoría) valora más el ramo de floresque te traen si pares o el periódico que todos los días te suben a la habitación que la atención sanitaria que te prestan. Porque en todas partes cuecen habas y por todo hay que ir alerta. Nos va la salud en ello.

2 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Mucho 'nuevo rico' es lo que tenemos por aquí. Y ciudadanos manifiestamente mejorables, que no le hacen ningún favor a la sanidad pública.

El Pez Martillo dijo...

También los trabajadores y los gestores tienen su parte de culpa...