viernes, 28 de septiembre de 2007

Angustia y desarraigo


A lo largo de la historia mucho se ha dicho y escrito sobre lo que diferencia al ser humano del resto de los animales. Porque está claro que hemos de englobarnos dentro del reinao animal (se ha hecho desde los tiempos más remotos), aunque en realidad también nos separe un abismo de ellos (o creamos que nos separa un abismo). Que si el lenguaje, que si la tecnología, que si la moral..., todo esto, ciertamente, son diferencias que nos marcan, que nos hacen ser lo que somos. Pero a mi modesto modo de entender, todo surge de una misma fuente, que es la angustia. Y la angustia es la manifestación, el sentimiento de la condición arrojada del humano, que hace que no se sienta cómodo con nada y en ningún sitio, que le mueve a buscar en todas partes. De este movimiento de búsqueda surge la ciencia, la filosofía, la religión (tres vértices de la angustia, tres caras de una misma moneda, por decirlo de algún modo) y con ellas todo lo demás, todas las manifestaciones humanas. Incluso muchos de nuestros sentimientos provienen en última instancia de la angustia. Ésta puede sentirse como tal, descarnada, o enmascarada en vocaciones varias. Y puede llevarnos a la creación, a lo más grande, y también a la quietud, a la estupefacción y la inmovilidad más absolutas. Todo en busca de escamotear esa quemazón que todos llevamos dentro y que nunca, nunca vamos a calmar del todo, aunque las ficciones que creemos para no verla puedan funcionar como alivio.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Huida, vacío, amor, sexo y centro


En nuestra condición arrojada, marcada desde el nacimiento, nos encontramos en continuo movimiento, en una búsqueda incesante de un freno, de un centro en torno al cual orbitar. Y digo orbitar porque el movimiento no cesa, aunque lo más saludable sería ser el centro mismo. Pero el ser humano no puede ser centro, por estar en eterna huida. Los otros son meras imágenes que revolotean junto a nosotros, y tan sólo a algunos de estos otros podemos llegar a entenderlos como algo más que meras imágenes. El cuidado del aspecto exterior es tan sólo la asunción de este hecho, la renuncia al "ser" que acompaña y hace al "humano". Asumimos que no somos más que una imagen, una fantasmagoría que se ofrece a los demás. Nótese, "a los demás". El problema aquí es que los demás nos han convertido en un demás más, dejando por el camino la humanidad. Nadie es nadie. Y todos estamos desplazados en vistas a un otro que es totalmente intercambiable entre sí y con nosotros. Alienados, inauténticos.

Algunos, decía, parecen mostrarse con cierta consistencia. O somos nosotros los que percibimos en ellos una materialidad, un algo que va más allá de la fantasmagoría. Unos por constituir parte efectiva de nosotros desde que tenemos recuerdos (familia), y otros por motivos que en gran medida se nos escapan (amigos). De entre los advenedizos hay quienes se convierten en centro total de nuestra existencia. Se trata de esas personas en las que depositamos eso que llamamos amor. Cuando amamos a alguien, esa persona se convierte en el centro, en lo que vertebra nuestra existencia, y si no está cerca sentimos que nos falta algo. Llegamos a sentirla como más consistente que nosotros mismos, y por eso la amamos, porque nos otorga consistencia, nos centra de algún modo, nos trae algo fijo sobre lo que enriquecer nuestro mundo (e incluso formarlo). Nótese el matiz egoísta que hay en el asunto, pero no nos engañemos, todo en esta vida tiene que ver con nosotros, no hay altruismo posible. Efectivamente, el amor es entrega, pero una entrega destinada a mejor recogernos.

Vemos en la otra persona a nuestro centro, en torno a la cual todo lo nuestro adquiere un sentido y una función, se ordena (el amor como fuerza ordenadora, creadora de mundo). Y quisiéramos estar siempre cerca, porque las revoluciones son más cortas y se adquiere más fijeza, más sensación de quietud y de huida de la huida. El momento de máximo acercamiento de los amantes es el ayuntamiento carnal. Por eso adquiere las significaciones que se le han otorgado, porque los amantes, al juntar sus cuerpos y establecer el juego de los huecos y las protuberancias, se unen con más fuerza, están compenetrados, actúan como una unidad con centro en sí misma. Alcanzan ese estado que el ser humano, por estar arrojado y en perpetua huida desea de forma continua, el de la quietud y la serenidad, que, en sentido estricto, sólo se alcanza con la muerte.

Pero el ser humano es arrojado, es huida, y la situación no puede durar mucho. De ahí la angustia, la sensación de vacío que invade los cuerpos tras la cópula (unida a menudo a una cierta melancolía por el momento pleno vivido).

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Políticamente Incorrecto VI


Jimi Hendrix. Hey Joe.

Hey Joe, ¿A dónde vas con esa pistola en tu mano?
De acuerdo. Voy a joder a mi vieja bruja de un disparo
sabes que la pillé tonteando con otro hombre.
Sí, voy a joder a mi vieja bruja de un disparo
sabes que la pillé tonteando con otro hombre.
Huh, y eso no está nada bien.

Hey Joe, escuché que mataste a tu mujer de un disparo. La acabas de matar.
Hey Joe, escuché que acabas de matar a tu vieja bruja de un disparo.Le disparaste en el mismo lugar.
Sí lo hice, le disparé; sabes que la pillé tonteando, tonteando por la ciudad
Oh sí lo hice, le disparé; sabes que la pillé tonteando por la ciudad.
Y le dí pistola, le disparé.Hey Joe, ahora dime.
Uh ¿a dónde vas corriendo ahora, a dónde vas corriendo?
Hey Joe, te pregunté que a dónde vas corriendo ahora, a dónde, a dónde estás yendo.
Bien pillado.
Estoy camino del sur, camino abajo a México, ¿Vale?
Estoy camino del sur,camino al sur donde puedo ser libre.
Donde nadie pueda encontrarme nena.
Donde no hay verdugos que quieran poner una soga a mi cuello.
Es mejor que te lo creas.
Tengo que largarme ya.

Hey,hey,hey,Joe, es mejor que no pares hasta el sur.
Adios a todos.
Hey,hey Joe,o como te llames, te digo que no pares hasta el sur.

martes, 25 de septiembre de 2007

Amor y cerebro


La neurociencia, a pesar de todas sus limitaciones y complejidades, no deja de dar resultados sorprendentes. Así, en una somera búsqueda en torno a asuntos que a todos nos ocupan y nos mueven, como son los del encontrar pareja y del sexo (a veces, viendo nuestro comportamiento, parece que todo se reduce a eso), arrojan, de modo esquemático, estos datos:

-Amor y Odio siguen las mismas rutas neuronales. Esto no hace sino confirmar (a la manera moderna) lo que desde hace algunos milenios ya nos contaron los sabios, que amor y odio son dos caras de una misma moneda, que el uno implica al otro.

-Amor y sexo no pasan por los mismos caminos. Es decir, el estar enamorado tal vez poco tenga que ver con la sexualidad, puesto que las zonas cerebrales que se activan en un caso y en otro son distintas y no están relacionadas. Así se explicaría que podamos sentirnos atraídos sexualmente por una persona sin sentir nada por ella, y que podamos estar enamoradísimos sin siquiera pensar en el sexo con el objeto de nuestros sentimientos. Además, las zonas que controlan el enamoramiento tienden a la monogamia, mientras que las zonas del sexo nos impelen a la poligamia. Las causas de la sobrevaloración del "sexo con amor" no parecen estar en nuestra biología, así que habrá que acudir a mecanismos culturales para explicarlo.

-Las zonas que se activan en el cerebro de las parejas van cambiando según el paso del tiempo. Así queda patente eso de que con las años la relación va cambiando.

-Las regiones del enamoramiento comparten numerosos circuitos neuronales con las regiones que dirigen las conductas adictivas. También lo sabíamos, el amor es una droga, con sus fases de euforia y depresión, sus "monos" (poéticamente disfrazados del "echar de menos"), y las conductas impulsivas e irracionales (que no acometeríamos si estuviéramos en nuestro sano juicio).

lunes, 24 de septiembre de 2007

Cuando la lluvia cala hasta el subsuelo


Bob Dylan. A hard's rain a-gonna fall

Lo sucedido con el metro de Palma, dos veces que ha llovido, dos veces que se ha inundado, y ahora nos lo paralizan indefinidamente (y eso que sólo hace medio año que fue inaugurado), puede ser tomado como una imagen que refleja muy bien lo que Mallorca (y por extensión, España) es, una chapuza, además de un muy buen reflejo de cómo funciona la política. Hace unos meses, las autoridades corrían raudas a fotografiarse en los vagones del flamante metro, eufóricos por la "gran obra" que habían promovido. Un mes más tarde, elecciones, pactos, y cambio de color político en casi todas las instituciones. Pasa la estación seca sin problemas. Raro. Y con las primeras lluvias (que no han sido de las más fuertes), ya tenemos varias estaciones inundadas (y no con un palmo de agua, sino con 2 metros y medio). ¿A alguien le sorprende?. Yo esperaba alguna cosa, no podía ser que todo funcionara bien, no en esta isla. Ahora son los otros, los nuevos, los que corren a hacerse la foto con cara compungida, veloces a la hora de endosar las culpas a los de antes. Y mientras tanto, los usuarios colgados. A ver lo que hacen y si lo arreglan pronto (no tengo esperanzas, con esta gente siempre hay líos). Y mientras tanto, el hospital nuevo sin hacer...

sábado, 22 de septiembre de 2007

La grandeza de lo humano


Se dice que la obra humana más grande, lo mejor que el ser humano ha hecho en todos sus años de existencia es el Requiem de Mozart (que, como todo lo humano, no lo hizo la humanidad sino un humano, aunque cada uno de nosotros sea tan sólo la punta del iceberg). Si no es así, es de lo mejor. Lo llamativo de esto es que se trata de una obra musical incompleta y compuesta por un hombre enfermo y moribundo, lo cual da mucho que pensar acerca de la condición humana.

Como muestra del Requiem, un pequeño gran botón, el Dies Irae:

viernes, 21 de septiembre de 2007

Kairós


Aunque queramos tener las riendas de nuestras vidas, el azar es un hecho. Vivimos inmersos en una realidad que en gran medida es ajena a nosotros, y el único modo que tenemos de hacerla nuestra, de controlarla (y siempre de modo imperfecto), es mundanizándola. Por si esto fuera poco, la peculiar naturaleza abierta e incompleta del ser humano, que nos lleva a estar siempre proyectados, en una constante huida, abre ante nosotros un gran abanico de posibilidades ante las que, por muy seguros que estemos, siempre hay un alto grado de incertidumbre. La idea es que tenemos que vérnoslas con el azar. Pero aún así hay un cierto grado de controlabilidad de esto que se nos escapa.

Desde los tiempos más antiguos, existe la idea del momento adecuado, de la oportunidad. Es lo que los griegos llamaron el kairós, el momento adecuado. Porque siempre, a la hora de tomar una decisión, se puede hacer en un momento erróneo que no nos aporte buenas consecuencias, y en otros que sí nos sean propicios. Así, el mismo hecho, la misma actuación, puede tener un signo positivo o negativo según el momento en que nos decidamos a ponerla en marcha. La gracia está en saber ver cuándo estamos ante el kairós, ante el momento justo en el que hacer las cosas. Hay gente que tiene esta capacidad y otra que no es capaz de aprovechar las oportunidades. Esta capacidad es lo que Maquiavelo llamó virtú. Esta Virtud maquiavélica es sencillamente el don de saber hacer las cosas en el momento justo y con la medida justa, sin sobrepasarse y sabiendo bien lo que se hace, consiguiendo así lo que se buscaba. Aunque él hablaba desde el ámbito de la política, esto se puede hacer extensible a todos los campos de la vida. Y es, de algún modo, una forma de aliarse con el azar, de tenerrlo un poco más controlado.

Aunque esto del kairós pueda parecer perogrullesco, ha tenido su predicamento dentro de la historia del pensamiento occidental, y así, San Pablo calificó a Jesús de kairós, y en la antigüedad clásica estaba asociado a varios dioses (por supuesto, a Kronos, el tiempo), por lo que no hay que despachar el asunto diciendo que "es de cajón" (muy a menudo, las cosas más evidentes, por serlo, son las que esconden infinidad de sugerencias).

jueves, 20 de septiembre de 2007

Conmoción y espanto. Un esbozo




Después de varias horas de cambios de ritmo, desenfreno, orgía visual y sonora, se acerca el momento de la catarsis, de la compulsión orgásmica del final definitivo. Los miembros del grupo, exhaustos, al borde del colapso, exprimen las últimas fuerzas que les quedan. El "cantante" (a falta de una palabra mejor) se desgañita en lo alto del escenario, profiriendo sonidos guturales ya sin sentido humano alguno. La batería suena monótona, primitiva, obsesiva, arrastrando a todos los presentes a un trance del que posiblemente algunos no saldrán. El escenario apesta al sudor de los "músicos" y al alcohol que han ido consumiendo. El público, escaso, selecto, también. Los movimientos son espasmódicos. El que hace como que toca la harmónica saca a su instrumento crispantes notas agudas, se encorva para extraer el máximo aire de sus pulmones para mantener los sonidos. Le duele la traquea. Va vestido con una bata de médico, y todos los otros miembros con una mascarilla quirúrgica. El cantante está semidesnudo, exhibiendo bajo sus pantalones una más que evidente erección. Se acerca el momento álgido, el motivo por el que todos están aquí. La hora del sacrificio y la ofrenda. ¿A quién?. A nadie.

El voluntario, drogado hasta las cejas (sólo alguien fuera de sí podría hacerlo) es llevado al escenario, traído por las cadenas que rodean todo su cuerpo. El cantante y el harmónica se acercan a él y le arrancan la ropa, la destrozan. Sólo unas pocas porciones de su cuerpo se dejan ver a través de las cadenas prietas, que amoratan la piel en algunas partes. Su pene, semierecto, se bambolea con las sacudidas que le están dando. La chica que ha estado profiriendo gritos y contorsionándose todo el rato saca una bandeja en la que sólo hay un bisturí. Sólo suena la batería, que inunda la estancia de un sonido ancestral y profundo, el latido de la tierra misma.

Los focos hacen brillar el bisturí, que ahora está en la mano derecha del tío de la bata blanca, que con la izquierda sostiene el pene del encadenado, estirando el pellejo que cubre su prepucio. Le acerca el bisturí y empieza a seccionar la piel suevemente. Se empiezan a oír gritos, y el cantante le acerca el micrófono, intentando imitar sus alaridos de dolor. La sangre se desliza por el pene y gotea al suelo desde el escroto. La chica, que poco a poco se ha ido acercando, empieza a lamerla, deslizando la lengua arriba y abajo, provocando que la semierección sea completa. Los gritos de dolor se van convirtiendo en gemidos, a pesar de que la hoja del bisturí sigue seccionando la piel. Ella sigue con su labor, tiene los labios llenos de sangre, que muy pronto se mezclará con el semen que logrará extraer de las entrañas de la pobre víctima, que ya no da muestras de dolor. El final se acerca y todos lo saben. El ritmo de la percusión es más obsesivo, y todos empiezan a gritar, emulándose y potenciándose. Mañana no tendrán voz. pero, ¿a quién le importa el mañana? Ahora todo es ahora.

Y la culminación. Con el orgasmo y circuncisión del encadenado termina el ritual. Algunos del público se masturban, y otros directamente están practicando el sexo, estimulados por la fuerza telúrica del evento en el que han tomado parte. Los del escenario, en cambio, se retiran para entrar en la semiinconsciencia, para descansar y así poder volver a sus rutinas al día siguiente. Y volverán a ser las personas serias y responsables que sus compañeros, amigos y familiares tanto admiran y ponen como ejemplo para los demás. Sí, ejemplo. Si no fuera por estos momentos...

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Las bibliotecas y yo


No me gustan las bibliotecas. Nunca he entendido a la gente que va allí a leer o a estudiar. Son demasiado silenciosas, tanto que me desconciertan. Porque estamos acostumbrados a oír sonidos siempre, y un sitio en el que se oye menos de lo normal inquieta. Me pasa también si entro en una cámara anecoica. Me siento extraño. Las bibliotecas para mi son lugares de paso, en los qu entro a sacar algún libro o a devolverlo. Donde sí que me concentro mejor y me siento más a gusto es en el bar, con todo el bullicio de la vida cotidiana, con la radio en marcha. Allí es donde a veces he estudiado o donde me dejo caer para leer un rato. A pesar de todo, las frecuento, porque siempre ando detrás de algún libro o de alguien que está dentro, y en los últimos días me he sorprendido al ver que hay gente que estudia con tapones en los oídos. Eso sí que me desconcentraría, al contrario que mi mp4, que me hace centrarme mejor en lo que tengo delante. Raro que es uno.

martes, 18 de septiembre de 2007

Etimologías varias


Conocer el origen de las palabras es curioso y sorprendente. Sobretodo porque en no pocos casos, el sentido orginial es muy distinto al que todos entendemos. A veces incluso es opuesto. Aquí un par de ejemplos:

Familia. Viene del latín famulus, que significa "criado", "sirviente". Así, la familia era el conjunto de gente al servicio de un señor, el pater familias. Como es lógico, se trata de una palabra que proviene de las clases altas de la época romana, y para atenuarla un poco, cabe decir que los criados también se llaman así porque precisamente fueron criados en la casa, a menudo mano a mano con los hijos del señor. En cualquier caso, se pone de manifiesto algo que muchos barruntamos, que la familia es e implica la servidumbre.

Trabajo. Esta es más o menos conocida. Viene también del latín, de trepallium, que era un instrumento de tortura. Esto manifiesta la actitud que aquellas gentes tenían hacia el trabajo, a años luz de la nuestra (ya no es algo negativo, es más, hay gente que no tiene más que el trabajo en sus vidas).

Poblar. Y todas las del grupo (pueblo, población, popular...).Otra que viene del latín, en concreto de populare, que en su sentido original venía a significar algo así como despoblar, arrasar con toda la gente de un lugar. Cómo desde ese significado ha pasado a querer decir lo contrario, lo desconozco, pero es un buen ejemplo de cómo las palabras cambias con los siglos (y eso que tendemos a creer que son algo fijo e inmutable que designan a una y la misma realidad).

Me guardo otros ejemplos para más adelante, creo que por hoy ya es suficiente. Sólo una reflexión final, que habría que investigar de dónde derivan estas palabras latinas, conocer la etimología para el latín, porque las sorpresas pueden ser mayúsculas.

lunes, 17 de septiembre de 2007

En descargo


Siempre estamos echando balones fuera. Nunca asumiendo nuestras responsabilidades. Que no nos salen bien las cosas, echamos la culpa al destino, o al azar (tal vez sean las dos caras de una misma moneda). Que queremos que algo nos salga bien, vamos a poner una velita a algún santo que haga el trabajo por nosotros. Que no nos viene la inspiración, o que nos viene, las musas, que son caprichosas. Siempre fuera, nunca dentro. Y siempre hay un contrafáctico a mano, una forma de sortear los hechos, una excusa a mano. Eso, claro está, con lo desafortunado, porque con lo favorable otro gallo canta (no en todos los casos). Siempre aprobamos y siempre nos suspenden.

Sí, lo que nos pasa nos lo hemos ganado, muchas veces a pulso. Claro que hay un factor azaroso, una parte que depende de los demás, de la alteridad que se nos escapa. Pero no es tanto como para estarlñe siempre echando la culpa. Y la mayor parte de las ocasiones es la pereza, la inercia, la comodidad o la resaca lo que nos impide movernos. Y los dioses, santos, destinos y demás figuras en las que descargamos nuestra responsabilidad no son más que eso, modos de escaquearnos de un peso que, si no fuera por ellos, sería imposible de cargar. Hay que tomar las riendas, aunque muchos puedan (podamos) sucumbir en el intento. Al menos lo habrán (habremos intentado).

Una canción sobre la falta de inspiración y la comodidad:

jueves, 13 de septiembre de 2007

Mejorando con el tiempo

Hay canciones que de entrada no convencen demasiado, que no entran, pero que con el tiempo van ganado poso, crecen y se convierten en imprescindibles y grandes. Uno llega a no entender cómo es que en su día llegó a despreciarlas.

Allá por 1991 REM sacaron su single Losing my religion, tal vez su canción más conocida y por la que se hicieron famosos. Por aquel entonces, en un canal local, cuando no emitían programación propia, sintonizaban (creo que de forma pirata) la MTV. Y no hacían otra cosa que poner la cancioncita de marras. Servidor en plena edad del pavo, veía el canal musical en busca de las canciones (y las cantantes) de moda. Mis gustos eran muy distintos a los de ahora. Me definía como rapero, y las estrellas del momento era MC Hammer o Vanilla Ice (hace años que no los escucho, no se me alteren), y era lo que buscaba. Y claro, todo lo que sonara a rock o pop lo despreciaba y no me gustaba (aunque también era la época en que triunfaban los Guns 'n' Roses, o los Scorpions, y no me desagradaban del todo, pero había que mantener la imagen ante los amigotes). Y si encima lo ponían con esa insistencia, no podía con ello. La cuestión es que llegué a aborrecer la tonada de REM. Y cada vez que la ponían cambiaba de canal, no la podía soportar.

Pero con el tiempo, con el oído algo más educado y hecho a sonidos más "rockeros", la canción ha acabado convirtiéndose en una de mis favoritas. De cada vez más. Tal vez esté en mi Top 10 particular (y si no lo está, le anda cerca, algún día he de poner mi lista de canciones favoritas). La temática religiosa me ha ido interesando de cada vez más, y sobretodo la cuestión de la pérdida de la religión, de Dios y de los fundamentos del mundo, un proceso por el que entonces aún no había atravesado y del que ya soy todo un experto (podemos extender lo de religión a otras formas de creencias, como las ideológicas, así de forma provisional).

Todo esto para acabar poniendo ese video que tan poco me gustaba ver, pero que, ya lo he dicho, va ganado con los años (no sé si es cosa de que uno se hace mayor y acumula nostalgia). Ahí lo dejo:

miércoles, 12 de septiembre de 2007

martes, 11 de septiembre de 2007

La Misericòrdia


Cuando era pequeño, mi abuela me llevaba a jugar a lo que se supone que es el jardín botánico de Palma, situado en el recinto que aquí conocemos como La Misericòrdia. A mi siempre me impuso mucho ese lugar. Me daba miedo, e incluso había algunos rincones a los que no me atrevía a acercarme. Tanto es así que cuando me llevaban allí, en lugar de corretear por ahí, como haría cualquier niño, me estaba quieto y procuraba no alejarme mucho de los mayores. Había (y aún hay, la foto es del otro día) un ficus enorme que dejaba una parte del jardín en penunmbra, y también una especie de alcachofas negras que a mi me aterrorizaban. Al final, dejaron de llevarme, claro.

Con el tiempo he ido descubriendo la historia de aquel lugar, y he comprendido parte de ese temor que me inspiraba (y aún ahora, porque sigue teniendo un halo extraño). Se trata de un edificio que ha sido inclusa, hogar de pobres, manicomio..., un lugar que ha acumulado sufrimientos y angustias, y que para colmo, está construído encima de un cementerio. No sé si es posible eso de la impregnación de un lugar por lo vivido en él, sobretodo si son vivencias intensas, o es más cosa de la memoria colectiva, que nos dice que ese sitio es lugar de sufrimientos, pero la cuestión es que estos lugares tienen un aura extraña y a menudo inquietante. El mismo nombre, misericordia, no le inspiraba nada bueno a mi mente infantil. Pero como uno ha crecido y no cree en esta clase de cosas, esta mañana, que he pasado por delante, me he decidido a entrar. En la actualidad, el edificio es un centro cultural en el que se realizan exposiciones y hay unas cuantas bibliotecas, así que para matar el rato he entrado, ya que no lo tengo muy visitado (a lo mejor por reminiscencias de mis miedos infantiles). La construcción es antigua, data de principios del XIX, y está parcialmente restaurada, quedando buena parte cerrada al público y en espera de una remodelación que nunca acaba de llegar, a pesar de que hay planes desde hace tiempo. Las escaleras de la zona abierta son estrechas, vetustas, de esas en las que te sientes encerrado, con varias vueltas que impiden ver dónde terminan, aumentando la sensación claustrofóbica. En medio de un tramo sin ventanas, he pensado que no me gustaría trabajar, que ahí dentro tiene que haber fantasmas fijo. Me encantan las historias de fantasmas, saber de sitios en los que se dice que se han visto cosas raras, a pesar de no creer en ellos. Algún día tengo que contar las "apariciones" que se comentan en mi hospital.

Medio divertido por mis ocurrencias, he salido y he vuelto a la luminosidad de las Ramblas, dispuesto a volver a casa, que ya llevaba un rato caminando y empezaba a acusar las altas temperaturas del mediodía. Al llegar al hogar, la rutina, ordenador en marcha y a consultar las cuatro páginas habituales, por ver si había novedades. La sorpresa me ha asaltado cuando leo en los titulares que en La Misericòrdia hay fantasmas. Casualidades de la vida, he tenido que ir a pensar lo que he pensado el día en que la prensa publica, en portada, lo mismo que yo había pensado bajando aquellas escaleras. A veces me doy miedo a mi mismo.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Just for Bin


Algunas veces, los síntomas pasan desapercibidos, y cuando la enfermedad está muy avanzada, pueden pasar por la normalidad, hasta el punto de casi llegar a ser ignorados. Sin querer presumir de ojo clínico, estos últimas días ha habido un hecho que ha llamado mi atención. Quiero referirme al enésimo video aparecido que nos muestra a Bin Laden y sus habituales discursos religioso-fanáticos-amenazadores. Nada nuevo bajo el sol. Tan es así que lo que hace unos pocos años hubiera paralizado las programaciones de medio mundo, ahora se comenta antes de los deportes, casi al final de los noticiarios. Es más, aquél "día de la infamia" que nos sobresaltó ahora hace unos años (he tenido que ponerme a contar para caer en la cuenta de que va a hacer 6), casi no ocupa ya ningún espacio. Ha tenido que ser el propio instigador de los ataques el que salga a la palestra tras una larga temporada de ausencia para recordárnoslo. No es que tengamos que estar lapidándonos con las ya gastadas imágenes, viéndolas todo el tiempo. Pero resulta que aquel día que se suponía que abría una nueva era de incertidumbres y de retos, el auténtico inicio del siglo XXI histórico, ha quedado un poco diluido, perdido en una maraña de información y de sucesos en teoría encadenados a aquél, pero que acaban por sobrepasarlo y hacernoslo olvidar. Aunque sólo son 6 años, queda ya muy lejos, sepultado por guerras y otros atentados que, cosas de la costumbre, ya no nos sobresaltan.

La imagen de un Bin Laden que se vanagloria de aquellos días que hemos dejado muy atrás y que él no quiere acabar de olvidar resulta un tanto chocante. Pero lo que más me ha chocado, además del hecho en sí, es el tratamiento que los medios han hecho del video. No he encontrado ninguno (tampoco es que haya hecho un repaso exhaustivo) en el que no se destaque que el enemigo público nº 1, el malo malísimo que quiere acabar con todos nosotros y nuestra civilización se ha teñido la barba. Es cierto. Pero resulta extraño que todo el mundo lo comente y que se centren más en esto que en el mensaje que nos manda. Y esto es lo sintomático, lo patológico. Nuestra sociedad está tan obsesionada con eso del aspecto exterior y el cuidado del cuerpo que sólo se ve es, cuando el mundo es mucho más que eso (que nadie me malentienda, que ya sabemos como son estas cosas, no vaya a decir nadie que he dicho que hay que fustigar a la "cárcel del alma", no van por ahí mis tiros). Seguro que las noticias las ha redactado alguien que acababa de llegar del gimnasio y que iba a comer una ensalada baja en calorías. Pero no es eso sólo, sino que además está el hecho mismo, cierto, de que se haya teñido la barba. Resulta que el gran enemigo de Occidente, el que todo lo nuestro lo considera un ataque al Islam y un desvío de la voluntad de Alá para los hombre, se postra ante la muy occidental costumbre de cuidar el aspecto exterior. Seguro que hasta tiene asesor de imagen. El síntoma está en los dos supuestos bandos, en las dos partes, mostrando que tal vez no seamos tan distintos (con todas los abismos que hay) y que a lo mejor hay que repensar un poco el asunto.

A todo esto, se me ocurren sólo dos preguntas: ¿qué tinte usa? (no me vendría mal, ya que he descubierto un par de canas en mi abundante y cuidada mata de pelo) y, mucho más trascedente: ¿cómo encontró el tinte, en esas cuevas perdidas en las montañas de Afganistán en las que se supone que se esconde?.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Mundo, fuerzas, amor y odio. Esbozos.


Si ayer hablaba de la soledad, hoy me apetece tocar su tema opuesto, el de la compañía. Porque ya dejé entrever que no hay soledad posible,q ue siempre hay referencia a un otro, siempre hay compañía, si bien ésta, en ocasiones puede llegar a ser muy tenue, casi imperceptible y obviable. Porque no lo olvidemos, vivir es estar en un mundo. Y no se me ocurre mejor forma de definir al mundo como compañía, como una comunidad de cosas (en realidad, de fenómenos, de hechos, de sucesos, sensaciones, percepciones...) que se interrelacionan entre ellas y que merced a estas interrelaciones adquieren una configuración. Se establece entre estos ladrillos del mundo un equilibrio móvil en que unos mantienen unas distancias con los otros, a veces más próximas y otras más lejanas. Las fuerzas, por llamarlas de algún modo, que mantienen la situación, podemos agruparlas en dos fuerzas primordiales, que, seamos tópicos, vamos a llamar amor y odio (por quedar un poco más pedante, en griego, Eros y Misos). No confundir con los sentimientos de amor y odio, aunque éstos también guardan relación con el asunto (en esbozo: el mundo no sería más que una configuración gravitatoria sentimental), aquí hablo de fuerzas. El amor une y el odio separa. Aunque, en términos estrictos, se trata de las dos caras de una misma fuerza, ya que lo que me une a algo, lo que me hace estar más cercano, es lo mismo que me separa y distingue de otra cosa. Así pues, habría una única fuerza configuradora, ambivalente, móvil y disociada (porque lleva el odio en sí misma). La cuestión está en dónde reside esta fuerza, si en las cosas mismas, en esos fenómenos que captamos, o si más bien en nosotros mismos, centro mundano y organoizadores. Probablemente en los dos polos.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Las soledades relativas


Es habitual, por no decir tópico y descerebrado que te digan eso de que "tienes que ser tú mismo". En el supuesto de que exista un "tú mismo" (por lo que he ido escribiendo en días anteriores, y en otros momentos, es fácil deducir que me cuesta crewerlo), éste no puede ser expresado y mostrado. Sólo se me ocurre una circunstancia en la que uno sí es sí mismo, y es harto improbable. Se trata de la soledad. Pero la soledad que es más que un mero estar solo. No se trata de ir paseando sin compañía, porque en este caso estamos puestos ante un contexto que exige cosas de nosotros, que nos constriñe a no ser nosotros mismos. Ni tan siquiera en la soledad de la propia habitación o en el salón de casa se está solo. Sólo se me ocurre pensar en la soledad en las montañas, soledad que acuden a buscar los ermitaños. Pero ellos tienden a ir allá para buscar al absolutamente otro, a Dios, y por lo tanto tampoco es una soledad completa, aunque acudan a las desiertas cimas para la intrspección. ¿Pero quién está dispuesto a abandonarlo todo en pos de sí mismo?. Muy poca gente. Es más, casi diría que es una anomalía. Así las cosas, parece que necesitamos de los otros. Porque nos hace falta un límite mediante el cual mostrarnos, un freno a nosotros mismos, un punto a pertir del cual decidir que empezamos nosotros. Y ese punto son los demás. Pero el precio a pagar es alto, porque no es una decisión que tomemos cada uno de nosotros, sino que viene en gran medida definida por ellos. Así pues, hay individuos, Yoes, desde el momento en que hay sociedad, no parecen cosas indistinguibles, aunque se tienda a separarlos e incluso contraponerlos. Es más, tal vez el impulso yoico surgiera como un freno, como una contrafuerza a las tendencias grupales progresivamente encorsetadoras. Y, paradojicamente, cuanto más uniformizadora y compleja pueda llegar a ser una sociedad, con más fuerza se defenderá la idea del individuo. Individuo que, también como paradoja, necesita de esa sociedad uniformizada para mantenerse, aunque sea de forma un tanto ficticia, puesto que está en su seno y se alimenta de ella para poder afirmarse mejor.

Necesitamos de los demás para ser uno mismo, la soledad absoluta es o bien imposible o bien una anomalía inasimiliable por la gran mayoría. Así que, como refugio para ese sí mismo en continua construcción, como zona de recreo y de mantenimiento de la ficción, sólo nos quedan las soledades relativas, el paseo solitario, el salón de casa, la biblioteca...

jueves, 6 de septiembre de 2007

En torno a la persönlichkeit goethiana


"Conviene recordar que uno de los más primitivos inventos del hombre fue la máscara. Franz Altheim, el historiador de la religión romana, persiguiendo la génesis del vocablo persona, encuentra que uno de los dioses más antiguos del Mediterráneo se llamaba Porsen o Pursen -en etrusco fersu. Era el mismo dios que en Grecia se llamara Dyonisos; en Italia Bacchos; por tanto, el dios de los muertos, y tal vez está en relación con él la divinidad subterránea Perséfone o Proserpina. Como suele el dios de los muertos, estaba Porsen encargado de regir el destino de los vivientes. El hombre, para obtener su favor, por tanto, para lograr su destino, su personalidad, le ofrendaba su máscara, la representación plástica de su propia cara, por tanto, lo que parecía más auténtico y esencial del ser humano, pero deformado según la figura del dios. Y cara -os- debió ser el nombre más antiguo de máscara, que por ser ofrendada a Porsen habría pasado luego a llamarse persona. Estas máscaras aseguradoras del destino individual se colgaban de un árbol sagrado. Influido por el dios, se esperaba a que el viento al moverse eludiese, sortease los efluvios adversos, los destinos hostiles. Esto se llamó el rito de la cara que se balancea con el viento -oscillans-, es el rito oscilatorio."

José Ortega y Gasset, Sobre un Goethe bicentenario, 1949.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Espiral


Algunas veces los demás te arrastran, te llevan, y acabas cayendo en sus trampas, en sus redes. Es una espiral descendente hacia una oscuridad en la que esperan unas cuchillas que pueden destrozarte. Por eso a veces lo mejor es cortar lazos, romper vínculos, porque acabas creyéndote el personaje que te crean y juegas el papel. Y tiendes a hacerlo bien, de forma muy convincente. Pero claro, es fácil hacer creer a la gente lo que ellos están dispuestos a creer. No hay nada más fácil. Sólo hace falta observar y saber lo que se espera de uno. A partir de ese momento la cosa se puede invertir, pasando a ser uno el que manipula al otro, el que lo tiene en sus garras, el que puede descuartizarlo. Pero claro, siempre es en virtud de lo que esperamos que esperen de nosotros. Trampas mutuas, recíprocas.

lunes, 3 de septiembre de 2007

El valor del ocio


El término castellano ocio deriva del latino otium. Esto es más o menos sabido. Y también lo es que, lo contrario del otium es el neg-otium, el negocio. En cierto modo es lógico y cuadra muy bien con nuestra mentalidad moderna, en la que poco a poco hemos logrado compaginar la jornada laboral con los momentos de descanso. Precisamente, ahora mismo medio país se despereza del descanso por excelencia, el mes de Agosto. Pero nuestra concepción del ocio es muy distinta a la que tenían los antiguos, que fueron los que inventaron el concepto.

El hecho de que sea el ocio el que tenga término propio, mientras que su opuesto es simplemente la negación del ocio ya nos pone sobre la pista de qué era lo que ellos realmente valoraban. Nosotros, en cambio, tendemos a considerar el ocio como el tiempo libre, exactamente como lo contrario a lo que es nuestra ocupación, el tiempo que sobra y en el que descansamos de las labores cotidianas. Hay que tener en cuenta que los antiguos tenían esclavos, y que el que podía hacerse con un buen grupo de ellos que le liberaran de las cargas de la vida era el que tenía acceso a ese ocio tan preciado. De este modo, el que tenía más ocio era el que estaba en una posición social más elevada. Los esclavos, o las clases bajas, se tenían que dedicar a labrarse la vida, nadie les hacía nada y tenían que ganarse el pan y las pocas comodidades a las que pudieran acceder con esfuerzo. Así, el poco tiempo que les quedaba, es muy probable que lo dedicaran a descansar, igual que nosotros. Los modernos trabajamos para tener comodidades, para tener nuestra casa, nuestro coche, buenos muebles, electrodomésticos... Incluso trabajamos para, en vacaciones, poder viajar. Se trata de lo mismo. Y tenemos más tiempo libre (el menos respecto al trabajo, el asalariado, se entiende, que hay muchas otras clases de cosas que hacer). Pero el tiempo libre lo ocupamos haciendo cosas que supuestamente nos divierten: estar con los amigos, ir de viaje o excursión, ir al cine, pasear..., y todo con un alto componente de consumo, de gasto, es decir, de negocio. El ocio se diluye en el negocio. Pienso que esto es importante y que marca una diferencia sustancial con el sentido originario de la cuestión, puesto que se vive siempre en una alteridad. En la antigüedad, a pesar de no tener una teoría del Yo tan clara y marcada como la nuestra, sabían distinguir entre el dentro y el fuera. Y una de estas distinciones la subrayaban con lo del otium y el negotium. El negocio era una actividad volcada hacia afuera, el ámbito de la alteridad, donde ésta podía ser el dinero, el comercio, la política o cualquier otro menester. En cam bio, el ocio siempre tenía que ver con el adentro. Así, los que no tenían otra cosa que hacer, se dedicaban a ellos mismos, a cultivarse, a hacerse hombres. Leer, aprender, reflexionar..., esto era lo que hacían. Los hombres de cultura eran ociosos, gentes libres que no tenían otra cosa que hacer. Se volcaban en ellos, se cultivaban. Los modernos, en cambio, con un Yo tal vez mucho más asegurado, no abandonan en general esa dimensión exterior de la alteridad y siguen vacando de cosa en cosa en su tiempo de ocio. Y eso que ahora quien mas quien menos tiene algún momento que se podría dedicar a la reflexión y al enriquecimiento personal (en su dimensión cualitativa, porque hay quien confunde el enriquecimiento como la acumulación de experiencias) y no lo aprovechan, perdidos en esa constante huida que es la vida moderna.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Heridas de guerra


La Guerra Civil Española está de moda. Desde hace unos años se multiplican las publicaciones, documentales, e incluso leyes, concernientes a aquellos tres años. Se oye a menudo que si es agua pasada, que si no hay que remover el pasado y no sé qué tópicos más. El principal es el de que no hay que reabrir heridas cerradas. Pero los que nos movemos en el mundo sanitario sabemos que las heridas nunca cierran. O al menos nada vuelve a ser como era antes. Quedan las cicatrices. Y a veces son muy feas. Y son un punto débil en la piel, un sitio por dónde es fácil que se vuelva a romper. No creo que las heridas estén cerradas. El interés por esa época creo que es debido a la distancia, a que empieza a quedarnos muy atrás, y podemos empezar a considerarlo como historia. Pero la historia es lo que queda muy atrás, lo que, aunque importante, no nos es vital. Cuando en nuestra biografía decimos de alguien o de algo que "ha pasado a la historia", es que ya no nos afecta, que no nos es importante. ¿Ocurre lo mismo con la guerra civil?. Evidentemente no. Más allá del uso torticero que desde algunos medios y posturas políticas (en realidad, desde todas) se da a las circunstancias de aquel conflicto, la guerra de 1936-1939 la llevamos marcada. Tan es así, que en España, cuando hablamos de "la guerra" (así, en general) todos sabemos a qué guerra nos referimos, no hace falta precisar si fue ésta o aquélla. Además, todos conocemos casos cercanos. Yo mismo, que nací con el dictador muerto, he vivido y palpado el miedo en la familia a hablar sobre el asunto, las reticencias a la política (y como casi todos, mis antepasados estuvieron en los dos bandos) y el temor a que pasara otra vez.

La distancia va creciendo, cada vez es más historia, es verdad. Pero todavía no lo suficiente. España sigue viviendo bajo el influjo de su guerra civil. Tal vez es por eso que aumenta el interés por ella, por ese sentimiento de que nos marca algo que está lejos y cada vez más en las brumas del pasado. Además, estamos en un momento crítico, porque los que la vivieron, los que nos lo pueden contar de viva mano, se nos van yendo. Y también está la épica, porque todo el aderezo ideológico que tuvo aquella lucha le dio un aspecto más monumental (además de darle un tono más internacional y de ser un prólogo para la guerra mundial que estaba por venir).

sábado, 1 de septiembre de 2007

Sesión doble

Voy a explotar mi vena de crítico un poco más, que me quedé a gusto el otro día despachándome con Potter. Hoy le toca el turno a dos películas, recientes, de signo distinto (en trama y en difusión) que he visto en los últimos días. A pesar de ser muy diferentes, tienen cosas en común, y por eso he creído conveniente comentarlas a la vez. Eso común que comparten es que las dos tratan el tema del amor y que las dos tienen la banda sonora compuesta por Philip Glass.

Vamos con la primera de ellas. Se trata de El Ilusionista. Y, no nos andemos por las ramas, es la peor. Me la habían vendido como muy buena, y había leído muy buenas críticas (incluso llegué a leer que era una de las películas del año), y supongo que las expectativas creadas han hecho que la caída haya sido más estrepitosa. Es la tópica historia de primer amor prohibido y reencontrado cuando la chica ya está prometida a alguien poderoso. La intriga política no convence, y los actores protagonistas sienten mucho amor y todo eso, pero no se les nota. Edward Norton está impasible, muy en su papel de tío atormentado y dolido que no quiere expresar sus sentimientos, seguro de sí mismo (me ha recordado al Keanu Reeves de Matrix). La chica (Jessica Biel) muy mona, pero igual de impávida. Y el efecto final a lo Sexto Sentido se ve venir pero no se explica bien. Ni siquiera la música, que al ser de Glass parecía interesante, está a la altura. Vean ustedes el trailer i se ahorrarán ver la película entera:



Vamos a otra cosa, que es mucho más interesante. Esta es Diario de un escándalo. Aquí nos volvemos a encontrar con la temática amorosa, pero desde su vertiente dolorosa y conflictiva, que resulta más sugerente (siempre he pensado que el amor provoca más sufrimiento que felicidad, que en su promesa lleva mucho veneno). Conflictos de sentimientos, amistades mal entendidas que se confunden con algo más, relaciones "problemáticas", angustia y desgarro. Todo esto y más lo encontrarán en este film. Más que suficiente para dejar un regusto amargo en el paladar, que es el uno más disfruta. Esta película también había generado en mi algunas expectativas, y he de decir que las ha superado con creces. Sin duda, lo más interesante es la actuación del dúo protagonista, la anciana cascarrabias solitaria repleta de conflictos (interpretada por Judi Dench), y la más joven dulce y cándida, que luego resulta que no lo es tanto, o que fruto de su candidez acaba provocando situaciones nada cándidas, interpretada magistralmente por una preciosa y desgarrada Cate Blanchett (la he subido directamente a mis altares). Todo ello subrayado por la partitura de Philip Glass, cuya música en este tipo de películas es casi una protagonista más. También les dejo el trailer (en inglés subtitulado, y con un marco un poco feo, lo siento, es lo único que he encontrado), pero si pueden, dediquen una hora y media de su vida a verla, que vale la pena:



Y como bonus track, y ya que hemos hablado de Philip Glass, dejo una pieza de la banda sonora de Las horas, película que me impactó cuando la vi, y sobre la que habría que hablar con más detenimiento. Disfrutad.