jueves, 26 de julio de 2007

Los cínicos


La filosofía antigua tenía un afán práctico que los mismos antiguos se encargaron de eliminar. En aquella época aún no era una disciplina establecida con un ámbito claro, sino que era más bien un modo de vida, una forma de posicionarse en el mundo. En el fondo nunca ha dejado de ser así, pero desde muy temprano el quehacer de la filosofía se ha ido decantando más por un quehacer académico y de manejo conceptual cuyo máxima expresión es la producción de ensayos. Pero en la antigüedad, sobretodo antes de la corriente sofísticoplatónica (a pesar de las diferencias y enfrentamientos, para lo que ahora me interesa los podemos meter en el mismo saco) nos encontramos con personajes diferentes, auténticos sabios que intentaban encontrar una ubicación en el mundo a base de observarlo e intentar comprender su estructura íntima y vivir de acuerdo a ello. Tras Platón y Aristóteles, que supusieron un parón en esta tendencia y el modelo a seguir por la filosofía posterior, hubo algunas corrientes que retomaron este interés práctico y vital del amor por la sabiduría. Así, aparecieron los estoicos o los epicúreos. También los cínicos, que son los más desconocidos y tal vez los más chocantes e interesantes. Del impulso vital de estas filosofías es el hecho de que con el tiempo se hayan convertido en adjetivos para calificar actitudes ante la vida. Así, se dice de alguien que es estoico o cínico.

El caso de los cínicos es muy llamativo. No dejaron apenas escritos, tal era su desdén por lo erudito y su apego por lo práctico. De ellos sólo nos han llegado los testimonios que otros han dado, muy a menudo en forma de pequeñas anécdotas e historietas en general de corte chistoso, casi todas atribuidas al fundador de la escuela, Antístenes, y a Diógenes de Sinope (que también dio nombre al síndrome de Diógenes).

La máxima de los cínicos era "vivir según la naturaleza", es decir, alejados de todo artificio y siguiendo sus impulsos más primarios. Esto algunos lo llegaron a aplicar a rajatabla, llegando a vivir como mendigos (es conocido el caso de Diógenes, que vivía en un tonel) y con muy escasas pertenencias. Una de las historias que nos han llegado relata que Diógenes, que tenía un cuenco para beber, al ver a un niño que cogía el agua del río con sus manos, tiró el cuenco, por innecesario. El nombre de cínico parece que hace alusión a los perros, queriendo decir algo así como "similar al perro". Esto ya nos da una idea de ante quienes nos encontramos.

A los cínicos se los podía encontrar por las calles predicando con el ejemplo, o acudiendo a los lugares públicos, donde tenían la molesta costumbre de ridiculizar todo lo que por allí había. Se cuenta de Diógenes que ante la definición por parte de Platón del hombre como "animal bípedo sin plumas", acudió a la Academia con un pollo desplumado y le interpeló con un "ahí tienes a tu hombre". En lugar de lecciones y discursos, hechos. Así enseñaban los cínicos.

Muchos estudiosos se han quedado en estos aspectos puramente anecdóticos y provocadores de los cínicos, llamando su ateción sobre ellos. Pero el cinirmo era toda una escuela filosófica que pretendía mostrar un estilo de vida y que tenía unas implicaciones morales importantes. Así, los maestros cínicos sólo llevaban a cabo actuaciones exageradas e histriónicas para llamar la atención y provocar la reflexión a los demás, para que se dieran cuenta de todo lo artificioso que le ponemos a nuestras vidas, haciéndolo pasar por fundamental y olvidando lo que de verdad es importante. El mismo Diógenes solía decir que él, como el director del coro, tenía que actuar dando una nota más alta, para que los demás le pudieran seguir. Por eso no hay que tomarse al pie de la letra a los cínicos y actuar del mismo modo, sino tan sólo el captar la enseñanza que ahí se encuentra y aplicarla.

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