sábado, 9 de junio de 2007

Garrote Vil

Francisco de Goya. El agarrotado.

Algunos países han tenido sus formas peculiares de eliminar a sus criminales, métodos exclusivos que en cierto modo responden al carácter de esa colectividad. Todos tenemos en mente el caso de la guillotina francesa, o la silla eléctrica, de uso casi exclusivo en los Estados Unidos. España también tuvo su instrumento particular, el garrote vil.

De orígen medieval, la pena del garrote consistía en un primer momento en un golpe (un garrotazo) en la cabeza. Poco a poco la cosa se fue refinando y evolucionó hasta un palo clavado en el suelo ante el que se sentaba al reo (a veces incorporaba una tabla para sentarse, y si no se le ponía una silla), y a la altura del cuello se colocaba un dispositivo metálico que consistía en un collar por el lado del condenado y un sistema de tornillo en el otro lado. Mediante el engranaje, el verdugo iba apretando el collar en torno al cuello, asfixiando al condenado. Con los años fueron surgiendo sofisticaciones y perfeccionamientos de este mecanismo, uno de los cuales es el denominado garrote catalán, que tenía un clavo que iba avanzando por la nuca, destrozando la columna cervical y la médula ósea al mismo tiempo que se asfixiaba al condenado. Se suponía que así la muerte era más rápida.

En apariencia el sistema es sencillo, pero a la hora de llevar a cabo el agarrotamiento, influían muchos factores, como la fuerza física del verdugo o la del reo, ya que había que vencer la resistencia que ofrecían los cuellos de los reos. Y no siempre era fácil, ya que se cuentan casos de agonías que duraban más de media hora.

A partir de 1820, por orden de Fernando VII, el garrote sustituyó a la horca, método considerado demasiado inhumano, y desde entonces fue el método tradicional para las ejecuciones. Éstas se realizaron durante el siglo XIX en público, como medida didáctica y persuasiva, y podían ser individuales o colectivas (como fue el caso de los supuestos miembros de la mano negra). El ritual variaba según la clase social a la que pertenecía el reo. Así, había un garrote para los nobles y para la plebe (el garrote vil, que acabó dando su nombre a todas las variantes), y la forma de llegar hasta el cadalso también era distinta (los nobles llegaban en caballo ensillado, mientras que los de clase baja lo hacían en burro). Poco a poco, con la llegada de nuevos tiempos, el garrote vil fue ocultado, y ls ejecuciones se realizaban en oscuras salas de las prisiones, muy habitualmente en los sótanos, alejados de una sociedad que con el paso de los años se volvía más sensible con estas cuestiones (no tanto con la pena de muerte como con el visionado de las ejecuciones, paso previo al rechazo a la pena capital). Y también, con el tiempo fue haciéndose menos frecuente, en parte sustituido por el fusilamiento. A pesar de todo, se mantuvo, siendo el método elegido para las ejecuciones de Heinz Ches y Salvador Puig Antich en un muy reciente 2 de marzo de 1974.

La abolición de la pena de muerte en 1981 condenó al garrote vil a las vitrinas de los museos y a los oscuros rincones de eso que se ha dado en llamar España Negra, ya que muchos de los crímenes que se engloban bajo ese epígrafe terminaron con alguien agarrotado. Tal vez algún día cuente alguno.

8 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Sobre el tema, ¿ha visto usted 'El verdugo' de Berlanga?
Su protagonista, el joven verdugo encarnado por Nino Manfredi, se llama José Luis Rodríguez...

Johannes A. von Horrach dijo...

Por cierto: ¿cree usted que nos hemos ido sensibilizando a lo largo de los tiempos? Lo digo por la evolución hacia el escamoteamiento de la escenificación de la pena capital: de la plaza pública a los sótanos más opacos (y después la abolición).

saludos

Jarttita. dijo...

No. Yo no creo que nos hemos insebilizado. Sólo que lo disimulamos más...

El Pez Martillo dijo...

Lo de la sensibilización me ha salido así sin pensar. A lo mejor lo que ha ocurrido es que los propósitos didácticos pueden ser alcanzados por otros medios (extensión de la educación, la ficción del cine y la televisión, que lejos de ser una realidad menor, puede ser tan o más contundentes que ella) y ya no hacen falta medios tan expeditivos (aunque lo otro no sé si es más terrorífico, por lo que de control de la conducta en plan gran hermano tiene).

Fíjese usted, con lo que me gusta criticar la idea del progreso, y se me cuela por las rendijas, de tan metida que la tenemos.

No tengo dudas de que si ahora se hicieran ajusticiamientos, y si fueran públicos, congregarían a una gran multitud. Y muy posiblemente acudirían muchos que, en otras circunstancias, andan (andamos) coreando gritos contra la pena de muerte.

Sobre la película, no no la he visto, pero hay un documental, titulado "queridísimos verdugos", en el que se cuenta la vida de los últimos verdugos que ejercieron en España, con entrevistas y declaraciones suyas.

Johannes A. von Horrach dijo...

umm, no lo veo muy claro eso de que a la gente le encantara contemplar ajusticiamientos públicos. Hoy en día no, ni en España ni en Europa. Otra cosa sería si los contemplaran en la privacidad opaca de sus hogares, porque basta ver la de gente que se baja de internet esos videos donde iraquíes asesinan a occidentales. Pero en público ya es otra cosa; será por hipocresía o por otra causa, pero hoy en día eso sería impensable, no me cabe ninguna duda. La gente que suele estar a favor de la pena de muerte no quiere saber nada de ver todo el proceso, prefiere que sean otros, y que lo hagan en reductos ocultos, los que lo lleven a cabo.

El Pez Martillo dijo...

Eso porque está mal visto, por la cosa de lo políticamente correcto y la hipocresia. A mi no me cabe ninguna duda. Evidentemente, ahora no sería en la plaza pública, sino retransmitido por televisión. Así se mantendría eso que usted dice de la opacidad del hogar. Es más, se harían galas especiales, con los grupos/cantantes de moda y los presentadores más molones. Incluso darían la opción de elegir el método. Ya lo estoy viendo: "envía fusilar, horca silla, leng-tché, o garrote al 5555". Cualquier día de estos lo vemos, al menos con los malos más malos de nuestro tiempo (sobretodo los terroristas)

Anónimo dijo...

A mí me llama la atención la sonoridad del nombre: "garrote vil". El hecho de que, siendo un nombre compuesto, termine con un monosílabo le da una fuerza especial, incluso suena a una única palabra. Es mucho más musical que guillotina u hoguera, en mi opinión. Es poético, incluso, en un sentido vulgar. Nada de "palo del dolor para la plebe"; "garrote vil", sí señor.

El Pez Martillo dijo...

Dejen que cite aquí unos versos del inefable Javier Krahe, que en parte inspiraron la entrada, y que Andreu me ha traído otra vez a la memoria.

"Pero dejadme, ay,
que yo prefiera,
la hoguera, la hoguera, la hoguera,
la hoguera tiene un qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera."