sábado, 30 de junio de 2007

Extrañezas


Algunos días se tiene la sensación de que algo va mal. De que algo no encaja, un desajuste cósmico. De que algo está a punto de ocurrir. Se le pone a uno una extraña sensación en la boca del estómago. Y te pones en guardia. Lo más probable es que el problema esté en uno, y lo vea reflejado en todo lo que ve (que en definitiva es el mundo). Posiblemente sea tan sólo algún miedo que lucha por salir, que está surgiendo. Aunque en realidad se trate de un miedo demasiado antiguo.

No sé si será la luna llena, las resacas encadenadas, las vacaciones recién empezadas (un frenazo brusco en la rutina a veces puede provocar estas cosas, una cierta desubicación), pero algo raro noto. Estaremos a la espera. A ver lo que pasa.

viernes, 29 de junio de 2007

martes, 26 de junio de 2007

Rodeos


Muchas veces, al terminar de leer un ensayo, me quedo con la sensación de que no he entendido nada. Y no porque no lo haya entendido, sino porque parece que se ha hinchado el texto, que una idea relativamente sencilla que se podía haber expresado con muchas menos palabra se ha contado dando mil rodeos y acudiendo a farragosas elaboraciones conceptuales. Y es que parece que si no se usan palabras raras y se hacen excursiones para explicar cosas que la mayoría de veces no vienen a cuento, el trabajo no está bien hecho. Es uno de los vicios de la academia, que a menudo se pierde más en ejercicios retóricos (que tienen su importancia, sin duda) que en contarnos lo que nos tienen que contar.

Yo mismo lo he hecho en estas pocas líneas, al menos he dicho dos veces de forma distinta lo mismo.

lunes, 25 de junio de 2007

Balones fuera


Nuestros queridos medios de comunicación siempre culpabilizando a quien menos culpa tiene de todo, contándonos truculentas historias que en realidad no interesan a nadie y esquinando los asuntos importantes, hundiéndonos. Mirando para otro lado y sin enterarse de lo que pasa, contruyendo una realidad paralela, en la que todo es tan blanco o negro como, casualidades de la vida, dicen que es algunos portavoces de algunos partidos.

Les causa estupor el comportamiento de nuestros infantes y jóvenes, y se preguntan angustiados qué está ocurriendo. Nos dan la de cal, y acto seguido, la de arena. Casi nunca se habla del mimetismo que tendemos a desarrollar los humanos. Queremos ser como lo que vemos. Y el gran espejo en el que todos nos miramos es la televisión y otros medios. Y claro, como nos devuelven un reflejo que no nos cuadra con lo que vivimos a diario, nos instalamos en la esquizofrenia. Lo que vemos es común, es lo que todos queremos ser, pero que no somos.

El problema no son los niños, son los padres y, por extensión, todos los demás. Lo sé de buena tinta, lo he de padecer casi todos los días (y no sólo en mi persona). Y a ellos no se les puede educar, ya vienen adoctrinados de casa (no entiendo las polémicas sobre algunas asignaturas, calificadas de adoctrinamiento, ¿pero no era eso la educación?). Ahí hay algo muy difícil de resolver, que no creo que se solucione (si es que ha de solucionarse) en muchos años. Porque el problema no está aquí, sino en todas partes, y buena parte de los modelos nos vienen de fuera, así que creo que poco se puede hacer. Salvo echar balones fuera y hacer como que no pasa nada.

domingo, 24 de junio de 2007

En el pasillo


Se despertó por enésima vez esa noche. Se había acostado temprano porque estaba cansada, pero tardó en dormirse. Y se despertó varias veces. Ahora, cerca de las tres de la madrugada, sentía la vejiga llena. "Mierda, tendré que levantarme", pensó contrariada. Se sentó al borde de la cama y buscó a tientas las zapatillas. Decidió no encender la luz y usar el teléfono móvil a modo de linterna. Los hacía muchas veces, para no molestar y asustar a sus padres, que dormían en la habitación contingua. El cuarto de baño quedaba justo en frente de su dormitorio, y aunque se sabía el camino de memoria, prefería no arriegarse a tropezar con la silla de su escritorio. Así que encendió el teléfono y, guiada por el tenue resplandor azulado que emitía, se dirigió al baño. El pasillo no era de lo más ancho, pero tras dar el primer paso en él pudo observar un movimiento con el rabillo del ojo. Giró la cabeza a la izquierda, que es por donde le había parecido notar el movimiento. Y lo que vio la dejó petrificada. Allí, al final del pasillo, junto al portal de entrada, había un hombre de pie. Parado, con la mano levantada en ademán de saludo. Iba vestido con un traje antiguo, como de los años cuarenta. Llevaba sombrero. La expresión era triste, y su palidez estaba subrayada por la luz azul de su móvil. La mano se agitaba en el aire lentamente, como si le estuviera dando la bienvenida. O despidiéndola. Su rostro estaba impasible, como si no la estuviera viendo. Era algo muy irreal, pero muy físico a la vez. Y justo en el momento en el que la luz del teléfono se apagó, pudo darse cuenta de lo más extraño de todo, lo que hizo que su corazón terminara de desbocarse. Donde tenía que haber habido unos ojos, no había nada, tan sólo una oscuridad impenetrable. Pulsó una tecla al azar para que la pantalla y el teclado del móvil volvieran a iluminarse, y lo dirigió hacia el lugar donde estaba aquel extraño hombre. No había nada, se había esfumado. Ella se quedó allí, analizando lo que había visto, quieta, asustada, intentado racionalizar de algún modo aquello. Tardó en recordar que se había levantado a orinar. Ya en el baño accionó el interrumptor y la luz disipó algunos temores. Seguro que era una alucinación, el resto de algún sueño que no se había dado cuenta de que no era el momento de seguir ahí. Una vez leyó que estas cosas a veces pasan. Y se tranquilizó un poco. Pero cuando tuvo que regresar a la cama, se apresuró en el pasillo, y no quiso mirar hacia el lugar de la aparición, decidida a meterse entre las sábanas y a dormirse cuanto antes. Y a no levantarse nunca más, aunque se estuviera orinando encima. No hace falta decir que ahora sí que le costó mucho dormir. Y también que nunca dijo nada a nadie, a pesar de que aquel extraño hombre sin ojos se colaba muchas veces en sus sueños. Siempre igual, siempre saludando. O despidiendo.

sábado, 23 de junio de 2007

¡Sant Joan està present!


A medio año justo de la nochebuena se celebra otra natividad, la de San Juan Bautista. No es casualidad. Por una parte está la figura de San Juan, último profeta, para algunos el auténtico Mesías (tanto que ha habido corrientes cristianas que le han dado tanta importancia como a Jesús, poniéndolo al mismo nivel). Por otro está la razón de base de la festividad, el solsticio de verano. La humanidad lleva milenios celebrando los fenómenos naturales, viendo en ellos manifestaciones de las fuerzas de la naturaleza divinizadas. Los ciclos anuales debieron generar en los antiguos, que no los conocían , un gran temor, puesto que nada les decía que siempre fuera a ser así. Así pues, había que dar acción de gracias por los favores recibidos, y al mismo tiempo calmar las posibles furias de esas fuerzas, para que en los próximos meses se manifestaran del mismo modo que siempre. Las sociedades agrícolas del neolítico debían ver con estupor cómo sus cultivos se consumían y se acababan con la siega, y les debía parecer todo un milagro que con las semillas todo volviera a crecer. De ahí los rituales.

No hay que olvidar tampoco las características de estos días, los más largos del año, todo un triunfo del sol, pero un triunfo que no puede ir a más. Por eso conviene aplacarlo, para que no queme las cosechas, para que se pueda seguir plantando. La religiosidad que impregna la fiesta ha cambiado, el animismo neolítico ha dejado paso al cristianismo, pero hay un núcleo que se mantiene.

En todas las sociedades basadas en la agricultura se celebran rituales en estos días. Básicamente toda Europa tiene sus fiestas, desde las regiones de influencia Celta hasta las orillas del Mediterráneo. El carácter de estas fiestas es profundamente mágico, y abundan los rituales para conjurar a la naturaleza en nuestro favor. Saltar la hoguera, el baño ritual a las doce de la noche, encender velas, pedir deseos, contar olas, quemar papelitos con deseos escritos... Todo es ritual, y lo más curioso, todo se mantiene a pesar del escepticismo y de la tecnologización de nuestra sociedad. Aunque lo hagamos más como un juego que con un sentimiento profundo, lo seguimos haciendo, y con ello establecemos un puente, una continuidad con aquellos seres del neolítico que asustados intentaban aplacar al sol.

En Mallorca, tenemos entre otros el ritual del Vimer de s'Hort des Correu. Se trata de un Sauce Mimbrero que hay en una finca de Manacor al cual le frotan niños que padecen hernias abdominales. La operación debe realizarse al alba del día de Sant Joan, y dicen que funciona, que las hernias se curan. Todos los años se aglomera una multitud en torno a ese árbol.

Pero si las fiestas de Sant Joan se han hecho famosas en un lugar, ése es Ciutadella, capital de la vecina Menorca, donde la fiesta dura varios días. Allí, entre muchas otras cosas, se realizan unas competiciones a caballo muy parecidas a las justas medievales. Caballos, música, baile, fiesta, y pomada (la bebida típica del lugar, una mezcla de ginebra y limón que hace estragos).

Media Europa está de fiesta este fin de semana. Hoy es noche de hogueras, correfocs, conjuros, rituales ancestrales, aquelarres, brujas. Una noche telúrica. Habrá que aprovecharla.

viernes, 22 de junio de 2007

Balanza

Para compensar lo de ayer, hoy dejo un clásico en el extremo opuesto, pero no menos conmocionante que los Throbbing Gristle. Además, es muy apropiado para el verano que acamos de estrenar. Que ustedes lo disfruten.

jueves, 21 de junio de 2007

Throbbing Gristle. Discipline.

Un vídeo que tiene algo de ritual, de orgiástico, de ctónico. Cuando Horrach me lo mostró, me quedé hipnotizado. Porque tiene algo de hipnótico. Los sonidos repetidos, los gritos del ¿cantante?, todo es muy primitivo, y conectó con algo remoto dentro de mi.

miércoles, 20 de junio de 2007

Benjamin y Franco


Una tarde de primavera de 1933, Francisco Franco y Walter Benjamin cruzaron sus caminos. Y lo hicieron en lo que por entonces era un tranquilo y remoto rincón del mundo, en una Ibiza que nada tenía que ver con la de ahora. Benjamin, que ya conocía la isla gracias a una estancia veraniega el año anterior, y que le había marcado profundamente, escogío el pueblo de Sant Antoni como refugio. Hacía unos meses que Hitler había tomado el poder en Alemania, y él, judío, decidió exiliarse. La primera parada fue Ibiza, y ya entonces en sus diarios manifiesta el malestar por la proliferación de construcciones y el aumento de turistas respecto al año anterior (vemos con ello que el filósofo alemán intuía tempranamente lo que llegaría a ocurrir con Hitler y con el turismo).

Por aquellas fechas Franco acababa de tomar posesión de su cargo como comandante militar de las Baleares y hacía viajes por las islas para reconocer el terreno que tenía bajo su mando. El 6 de Mayo fue a Sant Antoni. Se sabe que Benjamin estuvo esa tarde en el pueblo, y que Franco pasó por delante de su casa. No conocemos el dato de si se llegaron a ver, y si no lo hicieron, muy cerca estuvieron.

El cruce volvió a darse unos años más tarde, en 1940, pero de forma más dramática, aunque con algunas circunstancias parecidas. Benjamin huía de la Francia ocupada por los nazis, e intentaba cruzar la frontera hacia España, para poder viajar a Nueva York, donde le esperaba Adorno. En El paso fronterizo de Port Bou le asaltó el temor de que el gobierno de Franco (establecido tras su victoria en la guerra civil un año antes), con los lazos que mantenía con el nazismo, no dejara pasar al grupo del que formaba parte. Benjamin se vio entre la espada y la pared. Huyendo y con Franco por delante. Y tomó una decisión drástica. El 27 de septiembre se suicidó. Al parecer, su muerte facilitó el paso del resto del grupo en el que estaba.

martes, 19 de junio de 2007

lunes, 18 de junio de 2007

La bala saldrá caliente


El final del frío cañón contra su sien. Me gustaría decirle que lo separe un poco, que así la bala será más mortífera. La bala saldrá caliente. Es lo único que puede pensar. La bala saldrá caliente. La bala saldrá caliente. Cierra los ojos. Las manos le tiemblan. El dedo, apoyado en el gatillo, está crispado. Aprieta los párpados. La bala saldrá caliente. Es verano, el frío del metal le da un cierto alivio. Pero la bala saldrá caliente. Preferiría que saliera fría. Es lo único que puede pensar. Si estuviera allí le señalaría lo absurdo que puede llegar a ser el pensamiento en los momentos críticos. A mi se me quedan atascadas canciones en versos concretos. A saber porqué. Él sólo piensa que la bala saldrá caliente. Le podría decir que no va a notar su calor, que antes se apagará la luz y caerá. Pero no es racional. Una lágrima se desliza por su cara, cálida, salada, lenta. La siente recorrer la longitud que separa el lacrimal de la comisura de unos labios que ahora están apretados, finos y casi invisibles. La bala será más rápida. Y más caliente. Y recorrerá una distancia mayor, la que hay entre sien y sien, atravesando y destrozando su cerebro. También le diría que puede que sobreviva, no sería el primero. Muy posiblemente quedaría vegetal, dependiente de los demás, atontado, catatónico, incapaz de hacer nada por poner fin a su sufrimiento, a merced del azar y del tiempo, como todos los demás. Hubiera querido morir heoricamente, salir en los periódicos y que todo el mundo le admirara. Pero es un pobre miserable, y ni siquiera tiene valor de accionar el mecanismo que lanzaría una bala contra sus sesos, destrozando de paso su cráneo, que volaría por todas partes. No tiene valor. Quiere morir, pero ni siquiera tiene fuerzas para eso. No. Porque la bala saldrá caliente. Y en su mente sólo hay lugar para el temor al calor de la bala. No teme ni a la muerte ni a los castigos eternos que algunos predicadores le aseguran. Sólo teme el dolor de la quemadura. Sabe que sólo será un instante, pero se pregunta qué es lo que sentirá en el momento que el proyectil toque su piel. Y le tiene miedo. Poco a poco va tomando fuerzas y valor para disparar. Y al mismo tiempo, de forma paralela, crece la duda. La mano aprieta más y más fuerte la culata del revólver. Y también se separa de su cabeza. La distancia va creciendo. La cara se relaja. Empieza a decidirse. Tal vez la bala no salga caliente, porque ahora no quiere que salga. Despacio, muy despacio, se relaja y se separa la pistola. Aún sigue a la altura de su cabeza, y apuntándole, pero con menos determinación, menos temblorosa.

Mientras tanto, alguien ha bajado del ascensor y se ha acercado a su portal. Y ha accionado el timbre justo en el momento en el que iba a bajar el arma definitivamente. De forma inesperada. Sobresalto. Y con él, el dedo del gatillo se ha crispado y ha dejado salir una bala del tambor. Una bala que ha recorrido el aire y ha penetrado en su cráneo, proyectando sus sesos contra la pared. Todo ha sido muy rápido, pero aún así, por una milésima, ha podido sentir el calor de la bala en su piel. Y no le ha dado tiempo a gritar. Ya lo ha hecho la persona que ha tocado el timbre por él. Y ella lo lamentará, llorará, pero nunca sabrá que, en última instancia, es la culpable de la muerte de su hermano.

domingo, 17 de junio de 2007

Brecha


Una de las brechas más importantes que se abren en nuestra existencia, y de la que somos inconscientes es la que hay entre Mundo y Realidad. Ésta está allí, aquél aquí. Y en medio el abismo, insalvable, aunque obviable. Tendemos a casar Mundo y Realidad, a considerar que son lo mismo. Y así se produce un constante tráfago entre el uno y la otra. Hechos mundanos los creemos reales, y vemos el Mundo en la Realidad. Y muchas veces hay contradicciones e incoherencias. Y angustia e incomprensión. Pero si uno se olvida del olvido y sabe de la brecha, hay mitigación. Y generación de nuevas angustias, pero no de incomprensión. E incluso una Vida nueva.

viernes, 15 de junio de 2007

Tribulaciones de un ciclista


En mi recién retomada afición ciclista, me voy dando cuenta de un hecho problemático. Y es que los que vamos en bicicleta molestamos, en todos los sitios. Y todo nos molesta a nosotros. El otro día, y sólo en una sesión de bici, tuve que oír reproches de los peatones (¡por la acera no se va!) y de los conductores (¡id por la acera!). Lo más cómodo y lo que muchos me pueden decir es que vaya por algún carril bici. Es cierto, son lo más cómodo y a priori más seguro, puesto que se supone que son lugares habilitados para las dos ruedas a tracción muscular. Pero hay un problema, y es que a pesar de que en los últimos años se ha incrementado su kilometraje y las zonas que recorren, no los hay en todas partes. Y ocurre también que por delante de mi casa no pasa ninguno y tengo que recorrer algún kilómetro para llegar hasta algún carril bici. ¿Por dónde voy entonces?. En principio procuro ir por calles secundarias e ir por la calzada (menos tráfico, menos riesgo y menos molestia), pero hay algún tramo en el que hay que meterse en alguna gran avenida. Y ahí sí que no me meto y voy por la acera (que, por ser arterias importantes, son anchas). Qué quieren que le haga, prefiero atropellar a ser atropellado, aunque siempre extremo las precauciones.

Cuando llego al carril bici la cosa no es mucho mejor, porque seguramente por venganza, la gente pasea por en medio. Hay señales y bicicletas dibujadas en el suelo, indicando que aquello es para las bicis. Pero no, parejas con cochecitos, patinadores (estos molestan menos), señoras con muletas, gente haciendo footing, incluso alguna moto, todos por el carril bici. Y eso a pesar de que el paseo en algunos tramos sea amplio y haya sitio de sobra para todos. Para colmo, en los tramos en los que el carril bici va junto a la carretera, está "protegido" por unos hermoso pilares metálicos. Es verdad que dan sensación de seguridad, puesto que suponen una barrera entre los coches y los ciclistas, así nadie invade a nadie. Pero seguro que más de uno se ha comido alguno de esos pilares. Me recuerda a la cosa de los motoristas y los quitamiedos (sin llegar a amputaciones, puesto que la velocidad no es la misma, pero el golpe puede ser bueno).

Hay en buena parte de la popblación la concepción de que la bicicleta es algo así como un entretenimiento, una especie de juego. Esta idea viene en parte determinada por el hecho de que una de las cosas que a todo niño se le regala es una bicicleta, y que en los parques se pueden ver muchos pequeños con sus bicis disfrutando. Pero una bicicleta no es un juguete, ni tampoco un deporte en sentido estricto. Se trata de un medio de transporte, es decir, un instrumento que nos sire para ir de un lado a otro, y como tal pueden ir por los mismos sitios que los otros medios (coches, motos, etc.), salvo que alguna señal lo prohiba de forma expresa. Eso implica seguir las normas de circulación (y reconozco que la mayoría de los ciclistas se las salta a la torera) y extremar la precaución. Al hacer carreteras no cuesta mucho poner arcenes anchos para que los ciclistas puedan ir sin estorbar a los coches (también soy conductor y encontrarse con un ciclista molesta un poco), a pesar de que también entiendo que estos arcenes se suelen llenar de piedrecillas y cristales que son un peligro para las ruedas de las bicicletas. En fin, que los propios ciclistas deberían concienciarse un poco más de lo que molestan y del riesgo que corren, y los conductores también. Es pedir peras a un olmo, pero bueno, la próxima vez que salga con mi bici intentaré poner mi granito de arena.

miércoles, 13 de junio de 2007

Intersección, cruce.

El Yo es una zona de cruce, una intersección de múltiples proyecciones yoicas. Arrastramos con nosotros un baúl de máscaras, de personajes, y escogemos el más adecuado para cada momento. El concepto del rol se acerca a este hecho. No somos lo mismo cuando estamos con la familia, con los amigos, con la pareja o con el jefe. El que no nos comportemos igual indica que somos personas distintas (recordemos que el término persona tiene su origen en el teatro, en las máscaras que antiguamente se ponían los actores). Incluso nos cambia la voz. Algunos quieren acudir a un supuesto "uno mismo" que se esconde tras las diversas máscaras, y que supondría el núcleo real, el Yo que se es de verdad. "Sé tú mismo", dicen algunos gurús de la new age. Pero ése ser "uno mismo" ya es una máscara, y una máscara bien pobre, porque intenta estar fija, siempre ahí, creando la ficción de que es la verdadera, destruyendo la potencial riqueza que cualquiera de nosotros puede generar. Sólo el cuerpo se mantiene, y no por mucho tiempo. Somos máscaras, no hay un rostro oculto bajo ellas, sólo la más pura negrura. Negrura porque no hay nada, y porque hay allí un abismo de procesos que ni siquiera sospechamos.

No hay un "Yo mismo" porque no estamos solos en el mundo, y a cada proyección que lanzamos a la realidad, hay una recepción distinta en cada uno de nuestrops interlocutores, que depende de muchas cosas, pero básicamente de la máscara que lleve en ese momento. Así pues, la personalidad, el Yo, se juega en la zona de intersección, en el cruce de las dos proyecciones, la mía y la del otro. Por eso no es algo fijo, porque depende en parte del otro, que introduce una interferencia en el Yo que se proyecta.

Lo expuesto no es más que un esquema simplificador de cómo funciona el asunto, ya que la cosa puede complicarse hasta extremos inimaginables ya que muy pocas veces estamos en una situación de tú a tú. La mayor parte del tiempo lo pasamos en espacios más amplios, en intersecciones en las que se cruzan innumerables proyecciones yoicas en las que jugar (la sociedad, la calle, el trabajo...). El ser Yo es muy complejo, y sólo estamos relativamente cómodos en las situaciones en que hay poca gente, en los que el cruce es menos problemático y se pueden tener mejor controladas las variables. Esto sucede cuando estamos en familia o entre amigos. Tal vez el mayor tú a tú es el de la pareja. Cuando se está a solas con la pareja es con la máscara con la que uno se encuentra más cómodo, porque es una situación más secilla desde el punto de vista interseccional. Y es en estos momentos cuando nos convencemos de que somos "uno mismo". Pero es sólo una medida de confort.

martes, 12 de junio de 2007

Difícil


La mayoría de la humanidad es accidental, despreciable, accesoria, inútil, sobra. El problema es que cualquiera podría ser uno de los pocos valiosos, y no hay forma de saberlo.

domingo, 10 de junio de 2007

Live in Dublin. Bruce Springsteen.

Pocas veces un disco me engancha a la primera escucha. Este lo ha hecho. Se trata del recientemente editado Live in Dublin de Bruce Springsteen. No soy nada seguidor de este hombre, sólo conozco algunas de sus canciones, las más conocidas, pero una promoción que vi en televisión de este lanzamiento llamó mi atención y decidí hacerme con él. Me ha gustado desde la primera nota. El trabajo fue grabado en la gira que ha realizado últimamente el artista norteamericano para promocionar su cd We shall overcome. The Seeger sessions, en el que hace versiones de temas de Pete Seeger, uno de los grandes del folk americano, que recogió temas de la tradición de su país y los llevó a su terreno. La gira profundiza por este camino de la tradición. Y he de decir que, a servidor, a quien le gustan medianamente estas músicas, me ha enantado. De entrada esperaba sonidos más puramente folkish, incluso más country. Y es verdad que están, pero aderezados con el resto de las distintas tradiciones que se dan cita en el territorio de los Estados Unidos. Con una base country y aderezos irlandeses, gospel, dixieland o blues, Springsteen borda un concierto magistral, en el que se van intercalando temas tradicionales con otros propios, y en el que los músicos tiene tanto protagonismo como él (hay hasta diecisiete personas en el escenario), porque son canciones que en directo suenan mucho mejor, y si es con buenos músicos, como es el caso, la cosa es ideal. Sólo puedo decir que lo he disfrutado como hacía tiempo que un disco no me hacía disfrutar. En algunos momentos flojea un poco (para mi gusto, cuando se pone demasiado folk), pero alterna estas canciones con otras mucho más interesantes y animados, que le animan a uno. Por poner alguna pega, sólo decir que la versión de When de saints go marchin' in es demasiado lenta para mi gusto. Pero aún así el disco es una gozada.

Como muestra, me ha sido difícil escoger un tema, pero creo que me quedo con un viejo espiritul que habla sobre la escalera de Jacob, Jacob's Ladder.

sábado, 9 de junio de 2007

Garrote Vil

Francisco de Goya. El agarrotado.

Algunos países han tenido sus formas peculiares de eliminar a sus criminales, métodos exclusivos que en cierto modo responden al carácter de esa colectividad. Todos tenemos en mente el caso de la guillotina francesa, o la silla eléctrica, de uso casi exclusivo en los Estados Unidos. España también tuvo su instrumento particular, el garrote vil.

De orígen medieval, la pena del garrote consistía en un primer momento en un golpe (un garrotazo) en la cabeza. Poco a poco la cosa se fue refinando y evolucionó hasta un palo clavado en el suelo ante el que se sentaba al reo (a veces incorporaba una tabla para sentarse, y si no se le ponía una silla), y a la altura del cuello se colocaba un dispositivo metálico que consistía en un collar por el lado del condenado y un sistema de tornillo en el otro lado. Mediante el engranaje, el verdugo iba apretando el collar en torno al cuello, asfixiando al condenado. Con los años fueron surgiendo sofisticaciones y perfeccionamientos de este mecanismo, uno de los cuales es el denominado garrote catalán, que tenía un clavo que iba avanzando por la nuca, destrozando la columna cervical y la médula ósea al mismo tiempo que se asfixiaba al condenado. Se suponía que así la muerte era más rápida.

En apariencia el sistema es sencillo, pero a la hora de llevar a cabo el agarrotamiento, influían muchos factores, como la fuerza física del verdugo o la del reo, ya que había que vencer la resistencia que ofrecían los cuellos de los reos. Y no siempre era fácil, ya que se cuentan casos de agonías que duraban más de media hora.

A partir de 1820, por orden de Fernando VII, el garrote sustituyó a la horca, método considerado demasiado inhumano, y desde entonces fue el método tradicional para las ejecuciones. Éstas se realizaron durante el siglo XIX en público, como medida didáctica y persuasiva, y podían ser individuales o colectivas (como fue el caso de los supuestos miembros de la mano negra). El ritual variaba según la clase social a la que pertenecía el reo. Así, había un garrote para los nobles y para la plebe (el garrote vil, que acabó dando su nombre a todas las variantes), y la forma de llegar hasta el cadalso también era distinta (los nobles llegaban en caballo ensillado, mientras que los de clase baja lo hacían en burro). Poco a poco, con la llegada de nuevos tiempos, el garrote vil fue ocultado, y ls ejecuciones se realizaban en oscuras salas de las prisiones, muy habitualmente en los sótanos, alejados de una sociedad que con el paso de los años se volvía más sensible con estas cuestiones (no tanto con la pena de muerte como con el visionado de las ejecuciones, paso previo al rechazo a la pena capital). Y también, con el tiempo fue haciéndose menos frecuente, en parte sustituido por el fusilamiento. A pesar de todo, se mantuvo, siendo el método elegido para las ejecuciones de Heinz Ches y Salvador Puig Antich en un muy reciente 2 de marzo de 1974.

La abolición de la pena de muerte en 1981 condenó al garrote vil a las vitrinas de los museos y a los oscuros rincones de eso que se ha dado en llamar España Negra, ya que muchos de los crímenes que se engloban bajo ese epígrafe terminaron con alguien agarrotado. Tal vez algún día cuente alguno.

viernes, 8 de junio de 2007

Lenguaje II


La concepción tradicional del lenguaje, en la que solemos movernos de forma cotidiana, y que ha sido la dominante hasta bien entrado el siglo XIX, es la del lenguaje como etiquetas que se ponen a las cosas. Estas cosas existirían de por sí fuera de nosotros, independientes y subsistentes. La exposición bíblica lo deja muy claro. Dios crea el mundo y todas las cosas, al final crea al ser humano y le encarga que dé nombre a todas las cosas. El Génesis sólo habla de que se le puso nombre a los animales y ganados que tenía Adán a su disposición, lo cual ya nos da una idea de la función utilitaria del lenguaje (y no tanto epistemológica). La Biblia complica un poco las cosas al relatar la confusión de lenguas que Dios introdujo en la ciudad de Babel, destruyendo una supuesta unidad idiomática, condenando a la humanidad a no entenderse. La idea que hay tras esto es la de un idioma primigenio y originario, que designaría las cosas de un modo más puro, captando su esencia. El surgimiento de la variedad idiomática introduciría al ser humano un escalónn por debajo de ese contacto más originario con las cosas. A partir de Babel, el lenguaje ya no es sólo una etiqueta perfecta puesta sobre las cosas, sino que puede variar y es más o menos arbitraria, lo cual lo aleja de los entes a los que supuestamente se refiere.

La idea de la unidad lingüística tuvo un punto cumbre en la antigüedad clásica, en Grecia y Roma. Grecia, a pesar de estar formada por diversas ciudades-estado, hablaba un mismo idioma, y ello les hacía pensar como miembros de una comunidad que trascendía a sus estados. Su conciencia lingüística era tal, que el criterio que los distinguía de los extranjeros era el idioma (el término bárbaro, que es como designaban a los extranjeros, tiene su origen en el habla de esos pueblos externos, que para los antiguos griegos sonaba como un balbuceo). Roma no fue distinta, y extendió el Latín por todo el imperio como medio de comunicación. Por tanto, en un mundo más reducido y volcado a la realidad interior de cada unidad política, apenas se conocían unos pocos idiomas. La cosa empezó a cambiar en la Edad Media, con el surgimiento a partir del Latín de las lenguas románicas, aunque se seguía manteniendo el Latín como lengua de cultura e internacional, no siendo hasta la Modernidad cuando la variedad lingüística se extendió y profundizó. Aquí se podría haber empezado a reflexionar sobre la naturaleza de las lenguas, pero se seguía muy anclado en el paradigma de las cosas fuera de nosotros, de las esencias y del conocimiento como captación de esas esencias. Descartes y todo el racionalismo se mueven en ello y lo radicalizan, al proponer un sujeto enfrentado a los objetos.

Kant inicia el cambio, cerrando las puertas a la pura realidad externa, y abriendo el camino a una progresiva subjetivización de la realidad. No fue hasta finales del XIX y principios del XX cuando el lenguaje empieza a ser cuestionado en serio, merced a la multitud de descubrimientos y reflexiones que estaban poniendo en tela de juicio todo lo que hasta el momento se tenía por cierte e inamovible. Fenomenología, psicoanálisis, relatividad, vanguardias..., todo contribuyó al cuestionamiento del sujeto y de la realidad. Y claro, el lenguaje iba en el lote. Es el momento del giro lingüístico de la filosofía, cuando el centro de interés vira hacia el lenguaje, los problemas de la siginificación y la traducción, o el origen del lenguje.

Pero no nos desviemos. Quería hablar sobre la concepción clásica del lenguaje, esa que manejamos todos los días, basada en toda una constelación de entes en medio de la cual nos movemos y a los que damos nombres, creyendo que así los captamos en su totalidad, como si les hubiéramos puesto una etiqueta que los hace reconocibles en medio del caos que es el mundo. La cuestión está en si las cosas estaban ahí ya desde siempre o si es el propio lenguaje el que las creó. Me explico. Antes de tener denominación, sólo tenemos un conjunto de percepciones que, por la variabilidad del ser humano y de las cosas mismas, nunca son exactamente iguales. Antes del nombre tenemos caos. Pero merced a las palabras agrupamos percepciones similares en conceptos y así fijamos la realidad, organizamos el caos previo. Un ejemplo a lo mejor lo aclara un poco. En el mundo hay muchos perros, y ninguno es igual, pero a todos los llamamos perro, en virtud de ciertas semejanzas (que, a un Platón le harían pensar en la Idea del perro, contribuyendo a la concepción tradicional). Nietzsche diría que ante la percepción perro, tenemos una sensación perro que expresamos con la palabra perro. El concepto vendría después. Pero no temporalmente, puesto que estos procesos se dan más bien de forma simultánea. En cualquier caso, esto valdría para el caso de Adán, que fue el que tuvo que ponerle nombres a las cosas, puesto a los demás nos han enseñado a llamar las cosas por su nombre desde bien pequeños. Pero esta visión nos pone sobre la pista de los modos de existencia, sobre las formas de vida y de experimentar la realidad. Así, cada pueblo representaría una forma de vida, y en virtud de ella ha formado su expresión lingüística. De este modo quedaría medianamente explicado el tema de la diversidad lingüística.

jueves, 7 de junio de 2007

Lenguaje


Cada uno de nosotros es un punto central en el mundo. Todo lo que llamamos mundo pasa por nosotros, por nuestra mente, sólo así podemos dar cuenta de ello, ya que si no pasa por nosotros, no hay forma de saber ni de decir nada. Somos como un centro de procesamiento de datos. Ciertamente hay cosas externas, pero nosotros elaboramos los datos que de ellas percibimos según nuestros intereses y nuestro modo de estar en el mundo (en ello se pueden combinar múltiples influencias, ideológicas, históricas, e incluso biológicas, entre otras muchas). Hablando en términos kantianos, sólo percibimos los fenómenos, que son fruto de haber aplicado nuestras categorías a los noúmenos que tenemos ante nosotros. Todo lo vemos a través de nuestros filtros. Y cada uno tenemos nuestros propios filtros, no hay posibilidad de objetividad en estos temas, puesto que eso supondría considerar las almas como algo objetivo, lo cual iría contra la naturaleza misma de las almas, que son pura subjetividad. Así pues, resulta que todo es desconocido para nosotros, y sólo lo contemplamos en nuestra subjetividad. A cada alma le corresponde un mundo, derivado de su propia dinámica interna. Por eso ante una misma situación, dos personas adoptan posturan distintas, porque tiene una posición distinta en el mundo de cada una. Pero esos mundos son incomunicables, hay un abismo entre ellos.


La cuestión del abismo que nos separa a todos plantea la pregunta de cómo es posible la comunicación entre las personas. Porque es un hecho que podemos trasladar nuestros pensamientos, sensaciones y experiencias a los demás, y ellos a nosotros. Debe haber algo que nos permita hacerlo. Este medio es el lenguaje, que tiende puentes entre nosotros. Pero el lenguaje no deja de ser una ficción y de crear la ilusión de que podemos comunicarnos. Evidentemente, hay un espacio de acuerdo, un lugar común que permite que nos entendamos. Pero siempre queda un residuo de incomprensibilidad, algo a lo que poder seguir llamando “nuestro mundo”. Este espacio común, creado a partir de metáforas que comunican las cosas y sobre las que estamos de acuerdo por el uso común que hacemos de ellas, es la ficción que nos hace creer que manejamos las cosas, que hay una objetividad posible ahí fuera. Como las palabras, que son puentes, no son ni de una orilla ni de la otra del abismo, adquieren la apariencia de cosas-ahí que por lo tanto están fuera y que son objetivas y realmente existentes. Así se crea la farsa del lenguaje y nos creemos capaces de “bailar sobre todas las cosas”. En definitiva, el lenguaje y sus sonidos nos permiten abandonarnos a las cosas, perdernos en la mentira de un mundo objetivo y ajeno a nosotros.


Es agradable sentir que hay un fuera de nosotros, porque hace posible la comunicación y nos abstrae por momentos del aislamiento vital en el que estamos de continuo. El lenguaje permite el alivio existencial, es un bálsamo que nos abandona a las cosas y nos descarga del peso de la soledad que cargamos con nosotros, al crear la ilusión de que no estamos tan solos como perece. Una prueba de ello es la incómoda situación que se produce cuando un silencio interrumpe cualquier clase de reunión. En estas situaciones somos más conscientes que nunca de nuestra posición única y solitaria. Estamos solos junto a otras soledades, en estos momentos lo intuimos. Y cuando alguien rompre el silencio y se establece de nuevo la conversación, sentimos el alivio que nos provoca el sentir que estamos acompañados, que no todo depende de nosotros y que hay cosas ahí fuera ajenas a nosotros y de las que podemos dar cuenta sin más.

miércoles, 6 de junio de 2007

Mallorca y el mar


Mallorca es una isla. Está rodeada del mar por todas partes. El mar debería tener mucha importancia para los mallorquines. Pero no es así. Se da la paradoja de que históricamente el mallorquín ha vivido muy de espaldas a la realidad que lo envuelve. En parte se debe a que la isla es lo suficientemente grande como para tener una vida interior, con un sector agrícola importante y distancias lo suficientemente largas como para, hasta la llegada del automóvil, ser una molestia el hecho de acercarse a la orilla. Además, la historia no lo ha puesto nada fácil. Muchas han sido las invasiones y los ataques piratas que la isla ha tenido que sufrir. Y todos han llegado por el mismo sitio, por el mar. Motivo más que suficiente para que estar cerca del mar fuera considerado algo peligroso. De hecho, hubo muy pocas poblaciones a la orilla del mar. Exceptuando algunas aldeas de pescadores y las tres ciudades protegidas por las tres bahías (Palma, Alcudia y Pollença), todos los demás núcleos han tendido a estar en el interior, con, tal vez, alguna pequeña colonia en la costa para los pescadores del lugar.

El mar es peligroso, abismático, ignoto, una muy buena imagen de la realidad, de la cual sólo conocemos una pequeña franja más o menos superficial, ignorando todas sus profundidades y corrientes. Vivimos rodeados de una inmensidad que nos supera y de la que ni ahora ni nunca hemos sabido gran cosa, y no es de extrañar que desde muy antiguo se la mirara con temor y respeto. Todo lo relacionado con el mar ha estado teñido en la historia de la isla con un aura extraña y peligrosa. Incluso las gentes que han hecho de él su modo de vida han sido en parte rechazadas y han tenido mala fama. De hecho, en los pueblos del interior no toleraba a los marineros y pescadores, y se procuraba que las jóvenes no entraran en contacto con ellos, ya que eran "mala gente".

Si uno se fija en las fiestas populares, en la gastronomía, en el lenguaje, se da cuenta de que la presencia del mar, ominosa en lo geográfico, no lo es tanto en lo humano. Y es que el estar rodeados provoca cierta angustia que es minimizada negando la realidad que nos envuelve, no queriéndola ver. No es que el mar no esté presente, sería absurdo que no lo estuviera, pero no tiene el peso que se esperaría dada nuestra situación. Otras islas más pequeñas son más marineras, pero nosotros no.

Las cosas empezaron a cambiar en el siglo XX, con la llegada masiva del turismo, que básicamente buiscaba el mar. Como muy a menudo ocurre, tuvieron que ser los que venían de fuera los que nos hicieron ver lo que teníamos, y los que nos enseñaron a disfrutarlo. Porque las playas aquí siempre habían estado en un estado de abandono, nadie las había usado hasta que llegaron los turistas. Es más, aunque parezca paradójico, hay gente que no sabe nadar (y no son una minoría). A los que vienen de fuera les sorprende y es una de las cosas que suelen comentar, el relativo desdén que le tenemos los aborígenes al mar. Yo, personalmente, puedo estar meses sin ni siquiera verlo, y no lo echo de menos si tengo que ir a algún sitio sin mar.

martes, 5 de junio de 2007

Escatología


Siempre me ha llamado la atención cómo cosas diametralmente opuestas (al menos en apariencia) puedan ser designadas por la misma palabra. Uno de estos casos es el el del término "escatología", que básicamente tiene dos significados. El primero de ellos es el que en religión se refiere a todo lo relacionado con lo último, es decir, con la muerte, el cielo, el infierno, el Juicio Final, el fin del mundo... El otro significado es el que conecta la palabra con las funciones excretoras, con las heces, la orina, y en general todo lo desagradable. Muchas veces me he preguntado sobre el porqué de esta perturbadora coincidencia terminológica. Hasta que me dio por investigar. Y lo que encontré me aclaró un poco, ya que aunque son la misma palabra, su origen etimológico no es el mismo. El primer sentido, el religioso, viene del griego éschatos, cuya traducción sería último. El otro también viene del griego, pero de otro término diferente, skatós, que quiere decir excremento. La cosa se aclara un poco más al descubrir que por lo visto hay cierta discusión en torno a la pronunciación y escritura de esta palabra. Según algunos autores, el sentido religioso sería más correcto escribirlo esjatología, ya que la pronunciación de esa ch griega correspondería a nuestra j, permitiendo así una mayor distinción entre ambos conceptos. En cualquier caso, la coincidencia no deja de ser curiosa, y habría que ver si no es posible encontrar alguna clase de conexión entre los dos orígenes (no sería muy difícil, si tenemos en cuenta que el excremento es lo último que queda de los procesos de digestión y nutrición).

sábado, 2 de junio de 2007

Malpensado


Dice un antiguo refrán que "piensa mal y acertarás". Esto nos pone sobre la pista de uno de los comportamientos más extendidos de la conducta humana: la mentira. El refran nos recuerda que nuestro interlocutor puede no estar diciéndonos la verdad, de que tal vez oculte algo o lo disfrace según su conveniencia. No hace falta acudir a aforismos de la sabiduría popular para darnos cuenta de ello. Todos lo hacemos, y por eso podemos tener la certeza de que los demás no son muy distintos a nosotros. Si lo tomamos al pie de la letra, la sociedad se iría al traste, puesto que se generaría una destructora oleada paranoide. Paralelamente a la compulsión mentirosa del ser humano, hay otra crédula que la compensa. Al igual que nos engañamos, tendemos a creérnoslo todo. Así queda todo más o menos equilibrado y es preciso recordarnos los unos a los otros que a lo mejor se nos está engañando.

Pero no quería hoy hablar sobre esa forma de pensar mal, sino en otra más entretenida, práctica y divertida. Me refiero a esa forma de estirar las palabras, de sacar cosas de contexto, de conectarlas de formas creativas y extrañas. Es la típica situación en la que se ven significados que los otros no ven, normalmente significados chistosos o que dan pie a unas risas. Es cuando te dicen "eres un malpensado". El tema del sexo es un recurso evidente y un recurso fácil, y es lo que más se utiliza para estos menesteres del malpensar. Más allá de los momentos divertidos que se puedan provocar, el malpensamiento puede ser un muy buen ejercicio, puesto que ayuda a establecer conexiones entre los significados, a mantener una cierta agilidad mental y a facilitar de algún modo la sociabilidad (pero sin pasarse, ya que la línea que separa el divertido del graciosillo es muy delgada). Pensándolo bien, y hablando de conectar significados, se puede llegar a decir que el malpensar es un forma de poesía, de creación, puesto que el término poesía deriva del griego poiesis (y no me sean malpensados), creación.

Lo dicho: piensa mal, aunque no aciertes.

viernes, 1 de junio de 2007

40 años del Pepper


Me van a permitir que hoy caiga en uno de esos ejercicios estúpidos de nostalgia aprovechando que es el aniversario de algo. Pero es que el aniversario de hoy, hace unos años hubiera sido muy importante para mi. Ahora, con unos años más, la cosa se ve con otra perspectiva, pero por haber marcado una época de mi vida, es algo que toca mi maltrecho y cada vez más menguado corazón. Hoy se cumplen cuarenta años de la salida al mercado del Sgt. Pepper's lonely hearts club band de los Beatles. Un disco que marcó toda una época y representó el pistoletazo de salida del llamado Verano del Amor, momento álgido del movimiento hippy y la psicodelia (junto al disco de debut de los Doors y el de Jimi Hendrix, suponen una trilogía excepcional). La experimentación con las dorgas y los sonidos, así como el hartazgo respecto a todo lo que habían hecho hasta entonces, facilitaron a los cuatro de Liverpool la creación de este trabajo. La fama y todo lo conseguido les dio la libertad suficiente en la discográfica para afrontarlo.

La idea le surgió a Paul McCartney como una forma de ruptura con el pasado. ¿Y si nos transformamos en otra banda?. Ese fue el pensamiento original. De ahí la nueva estética y el nombre del disco, que en realidad es el nombre de la banda. En principio debía ser una especie de pista continua, con todas las canciones encadenadas, como si fuera una actuación. La portada respeta esta idea, se trata del grupo y tras él un público ideal, compuesto de escritores, actores y gentes más o menos conocidas (una anécdota, Lennon quiso que Hitler estuviera en ese plantel, pero le obligaron a retirarlo a última hora, aunque existe alguna foto de la sesión en la que puede verse la figura del dictador alemán a un lado, apoyado en la pared). Pronto abandonaron la idea, aunque el inicio del disco respeta esta idea (la canción que da el título al disco y With a little help form my friends van juntas). Luego la cosa se deshace un poco, y se empiezan a notar los diversos caminos que cada beatle iba tomando en su labor creativa. Canciones psicodélicas y experimentales de Lennon (Lucy in the sky with diamonds, con la polémica sobre sus siglas, LSD, o la extrañísima y circense Being for the benefit of Mr. Kite), otras más melódicas, dulzonas y empalagosas, típicas de McCartney (When I'm sixty-four, o She's leaving home son dos buenos ejemplos), pasando por los sonidos orientales propios del Harrison más místico e influido por la India (Within you without you es una de las cumbres del LP). Por momentos se hace un poco irregular, explotando algunos efectos de sonido y cierta ampulosidad y barroquismo propios de la época (muy dada a combinaciones imposibles de colores y a la hiperestimulación sensorial). Coros, sonidos misteriosos de fondo, orquestas, nuevos instrumentos para ellos, todo se unió para conformar una auténtica revolución musical. Y justo en un momento en el que se cuestionaba al grupo, tras su despedida de los escenarios y algunas aventuras en solitario de algunos de sus miembros (McCartney hizo una banda sonora y Lennon protagonizó Cómo gané la guerra, mientras Harrison profundizaba en el misticismo hindú y Ringo estaba por ahí, un poco a remolque de todo).

Se ha dicho muchas veces que constituye el primer disco conceptual de la historia del rock. Habría que investigar un poco, porque tal vez esa etiqueta debería aplicarse al Pet Sounds de los Beach Boys (que inspiró de forma directa a los Beatles para el Pepper), o de alguno menos conocido. Sea o no el primero, sí que fue el más conocido y el que abrió el camino a otros experimentos musicales extraños y barrocos que terminaron dando lugar a los geniales excesos del rock sinfónico y las óperas rock. Y, no hace falta decirlo, la influencia en otros artistas ha sido enorme.

En mi opinión, ya lo he dicho, algo irregular, y también peca de ingenuidad (la ingenuidad de todo el movimiento hippy, muy propia del momento). Diría que no ha sabido envejecer, que se lo nota un poco forzado y recargado. Hay otros discos de los Betales que se mantienen mucho mejor (Rubber Soul y Revolver son, para mi, los tapados, los que se han visto ensombrecidos por el éxito y la novedad que el Pepper representó, pero que son más brillantes). A pesar de todo es imprescindible, por su influencia y por la ruptura que supuso en su momento.

Como muestra del disco, dejo un video de la que me parece la mejor canción de todo el disco, que es la última. Se trata de A day in the life, una canción compuesta de dos temas y tres secciones, dos de Lennon y una en medio de McCartney (es muy fácil distinguir cuál es cual), separadas por un crescendo caótico de orquesta que es casi lo más destacable de todo.