martes, 29 de mayo de 2007

Cultura


La gente valora la cultura, el tener conocimientos sobre las cosas. En apariencia aporta tranquilidad y mayor apmplitud de miras. Pero nada más lejos de la realidad. Puede llegar a ocurrir que el culto, el que estudia y acumula conocimientos (que no sabiduría) , desee la ignorancia, porque ve en ella esa tranquilidad que el ignorante busca en el culto. Queremos lo que no tenemos. Y lo que queremos en este caso es la tranquilidad vital, el sosiego de saber que todo está controlado y es previsible. Tanto el culto como el ignorante huyen de una situción de base que es la angustia. Angustia provocada por la falta de base, de suelo sobre el que desplegar nuestras vidas. Todos, de un modo u otro la sentimos, aunque podamos aferrarnos a unas creencias básicas que nos otorguen ese suelo (a pesar de las cuales la angustia se cuela por las rendijas). De ahí nace el impulso que nos mueve a la cultura. Como es sabido, cultura comparte la raíz con cultivar. Adquirir cultura es cultivarse. Crecer y desarrollarse, echar raíces, aferrarse con más fuerza al suelo. Lo normal es que la cultura profundice, refuerce y amplíe las creencias que nos mantienen a flote. O al menos que nos haga aferrar a nuevas creencias, que echemos raíces en otros suelos. Pero algunas veces ocurre que con la cultura, sobretodo cuando los deseos de enraizar son más altos, uno se da cuenta de que no hay suelo alguno. Y esto acrecienta la angustia. Entonces se desearía volver al estado de creencia, al suelo de la ignorancia. Pero ya es en vano, porque la cultura es un camino de no retorno, de profundización en ese carácter trágico e indigente de la existencia. A partir de ese momento sólo queda convivir con la angustia, vagar sobre la nada, hacerse fuerte en la falta de fuerza. Y, puesto que en realidad da lo mismo, hacerlo de forma alegre.

1 comentario:

Johannes A. von Horrach dijo...

Sostiene Levinas que la cultura es, en sí, desarraigo, en el sentido de que se parte de una separación de lo telúrico, de lo que permite un arraigo empírico. Pero el arraigo cultural no es claro, sino que se asienta sobre el elemento espiritual. Aunque también es cierto que toda cultura intenta definir su voluntad de arraigo como algo concreto, no reconociendo la imposibilidad esencial de ese arraigo, en suma, no reconociendo el desarraigo, que es aquello que permite que exista toda cultura, aunque cada una de estas intente negar esa situación.