miércoles, 6 de diciembre de 2006

Leng T’ché

En el lenguaje coloquial se ha consolidado la expresión "tortura china". En esta época nuestra de lo políticamente correcto y la "multiculturalidad" puede parecer un prejuicio racista o eurocentrista (que consideraría a todo el que no es como nosotros como un bárbaro, pasando por alto gulags, campos de exterminio varios, inquisiciones y demás barbarie europea). Pero al parecer los chinos se han caracterizado por sus torturas elaboradas y crueles, pensadas para alargar el sufrimiento del torturado, recreándose en su dolor.

Hace poco descubrí una de esas torturas, el llamado Leng T’ché o tortura de los cien pedazos. El procedimiento es simple: ir cortando al reo en pedazos, llegando al número de cien. Todo ello en vivo, por supuesto. Por lo visto al torturado se le administraba opio ara alargar el sufrimiento (paradójicamente, el opio es un calmante del dolor, pero precisamente por ello evita que se caiga en el shock doloroso antes de morir y perder así la consciencia). Mi acceso a este tipo de prácticas vino dado por mis últimas lecturas, en las que me he adentrado en los terrenos que conectan el erotismo y la muerte (estoy metido en una especie de trabajo al respecto). En uno de los libros (en concreto Las lágrimas de Eros, de Georges Bataille), había unas fotos del suploicio comentado. Estas fotos son de una garn crudeza (a pesar de ser en blanco y negro). En ellas aparece un ajusticiado en el momento de ser sometido al Leng T’ché. Se trata de Fou Tchou Li, asesino del príncipe Ao Jan Ouan, en 1905. Según las leyes chinas del momento, su pena debería haber consistido en la hoguera. Pero las autoridades consideraron este castigo como excesivamente cruel e inhumano y decidieron, como medida de gracia, rebajarlo al descuartizamiento en vivo (curiosa argumentación, que lejos de indignarnos o sorprendernos debería estimularnos a investigar otras formas de considerar la humanidad y la crueldad). Y quiso el azar que por allí anduvieran unos soldados franceses que fotografiaron la tortura. Gracias a ellos hemos podido conocer estas prácticas en nuestros días.

Lo más llamativo de las fotos es la cara del ajusticiado. No parece reflejar el dolor ni la tensión del momento. Al contrario, se le ve sereno, extático, como si la cosa no fuera con él. Incluso como si estuviera gozando. Muy posiblemente sea un efecto del opio, pero la verdad es que resulta muy inquietante. Esas caras parecen fuera de contexto. Y mueven a la reflexión (para el propio Bataille resultaron casi el motor de algunos de sus escritos).

Y en fin, poca cosa más. El objetivo de esta entrada era el de poner esas fotos y mover algo en el interior de quien quiera mirarlas y pensar sobre ellas, todo lo de arriba es contextualización para lo que a partir de ahora viene, y que es la verdadera entrada (la calidad no es demasiado buena, pero es lo mejor que he podido encontrar). Espero que os resulten provechosas.




Más fotos aquí

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por las fotos, Pez.

Es tremendo, sobre todo la secuencia del link. Ver las imágenes ya del cadáver (o del precadáver) impresiona menos pues, a pesar de lo cruento del suplicio, ya vemos a la víctima como tal y por eso nos cuesta identificarnos con ella. En cambio, en la secuencia primero la vemos como sus torturadores y como nosotros, sin desprenderse todavía de la 'escala humana' que perderá al irse quedando sin trozos. Es como cuando ves un muerto: la diferencia es muy grande si al muerto nunca lo conociste en vida o sí; en el primer caso, ya sólo ves carne fría e inerte. Pero en el segundo caso (independientemente del cariño que uno le pudiera tener a la persona) nos impacta la transición del estado vivo al muerto, lo que hay de fondo en una metamorfosis que no es física.

Sobre la cara del torturado, yo sí percibo sufrimiento (en la primera foto especialmente), sobre todo en sus ojos. Lo que lo diferencia de otros casos de agonía es que la suya es estática y extática. Como dice Bataille, su sufrimiento parece más interior.

Anónimo dijo...

Estas fotos me recuerdan a los asesinatos practicados en Irak por terroristas islámicos, la mayoría contra civiles. Me refiero a los asesinatos de los que se hace ostentación grabándolos en video y enviándolos a medios de comunicación occidentales. Si brutales son esos asesinatos por degüello, más me llama la atención que en los reductos de las madrasas sean consumidos con psicopática delectación. Una cosa en la necesidad de enfrentarse a imágenes como la china o las de Irak para no olvidar que somos humanos y que el 'homo sapiens demens' mata y tortura, y otra muy distinta es regodearse con el crimen.

El Pez Martillo dijo...

Por supuesto que no se trata de regodearse en el crimen. Sólo de mostrar lo que los humanos somos capaces de hacer, muy a menudo aprovechando excusas legales o religiosas (la pregunta es si cada uno de nosotros, buenos ciudadanos, formales y respetables, podríamos llegar a estos extremos si se dieran las circunstancias adecuadas).

Respecto a lo de ver muertos, en mi trabajo he tenido que ver unos cuantos, y a parte de las cuestiones afectivas (innegables), lo que más me inquieta no es el color, ni la cara que se les queda (hay gente que dormida en una butaca puede llegar a parecerse tremendamente a un muerto, y que podría confundirse con la de un cierto placer), sino la mirada fija e inerte. Los ojos sin vida. Eso es lo más llamativo. Tal vez por eso que se dice de que los ojos son el espejo del alma. Y tal vez por eso una de las primeras cosas que se les hace a un muerto es cerrarle los ojos.

Anónimo dijo...

Mi reflexión sobre los 'muertos conocidos' venía a cuento de mi abuela paterna, fallecida hace un año. A ella tuvieron que cerrarle los ojos, y sobre todo la boca. Un cadáver con la boca abierta impresiona. El color amarillento de la piel también. Pero ya digo, lo más impactante es que a ese cuerpo sin vida tú (yo en este caso) lo has conocido vivo durante 28 años, y verlo ahora muerto te deja una impresión inolvidable.

Pero bueno, ha hecho usted bien en cambiar de tema con Divine Comedy, que esto se está poniendo muy mórbido, y no es plan, con 38 de fiebre y la faringe hecha puré.

El Pez Martillo dijo...

Vaya vaya, doctor.

Una anécdota sobre muertos conocidos. Yo, que en cierto modo trato casi cotidianamente con la muerte y que como he dicho he visto unos cuantos muertos, no me atreví a ver a mi abuelo materno, fallecido hace ya siete años, en su féretro. No pude acercarme a él, tan sólo vi la caja por fuera. No es lo mismo ver un cadáver en una cama de hospital que ya dentro de la funda.

Espero que se mejore de ese gripazo. Estamos en las fechas en que estas cosas pasan. Esto se arregla con un poco de caldito, un par de días en la cama y mucha tranquilidad (joder, suena atractivo y todo). Espero que de aquí al martes ya haya mejorado y podamos vernos en el mirador.

Saludos.

El Pez Martillo dijo...

Redundando sobre lo de los muertos. Si ya de por sí un cadáver es inquietante e incómodo, la cosa se acrecienta si se trata de un niño. Porque a los niños estamos acostumbrados a verlos como más llenos de vida. Y también porque, aunque estar vivo supone que en cualquier momento puedas morir, se supone que un niño no debería morir.

Siento estar tan macabro y fúnebre, pero no puedo evitarlo (y mucho menos hoy)

Anónimo dijo...

Gracias por sus deseos. Al martes llego seguro. Ahora se me ha pasado la fiebre, pero no puedo hablar.

A mi abuela la vi muerta en 3 'sesiones'. La primera, en la cama del hospital: estaba amarilla, con la boca abierta, vestida con el pijama, todavía caliente. La segunda en la urna de cristal en el tanatorio, vestida, con la boca pegada. En los 2 casos lloré. El tercero fue diferente: el día del entierro, cuando abrieron la caja para que la viéramos por última vez. Se me ocurrió tocarla y besarle la frente; estaba helada, heladísima. Fue una sensación como espectral. Mi madrina (la hija de mi abuela) también la tocó, pero de la helada impresión casi se desmaya.

En el tanatorio, en la sala de al lado, estaban unos amigos de la familia, el barbero Amengual, al que se le había muerto su hijo, de 40 años, justo la misma noche de Navidad, de repente. La muerte de mi abuela se veía venir, y tenía ya 87 años, pero este caso fue mucho más brutal, muy dramático. Sus padres querían morirse allí mismo y la viuda estaba ida, sedada.

El Pez Martillo dijo...

Menudo panorama. Yo me desenvuelvo fatal en estas situaciones. Hay gente que sabe comportarse bien, que sabe dar apoyo y todo eso, pero yo siempre me veo sobrepasado.

Anónimo dijo...

que fotos tan atormentantes
definitivamente las personasfuera de sus sentidos son mas capaces de producir maldad
que instaural la cruel justicia de forma censata

Anónimo dijo...

... casi de casualidad me encontré con esta entrada, muy interesante, por cierto!
pero más interesante aún -fuera de los datos y las fotografías tan crudas y a la vez bellas, creo yo- por ya haber visto la primera de ellas en... otro libro!! el cual, también habla de algún modo de erotismo y muerte, y tooodo todo el libro sobre un instante, íntimamente relacionado con ese suplicio y su supliciado.
El libro es Farabeu de Salvador Elizondo.
Ahora quiero leer el que mencionan en esta entrada, y mientras, les recomiendo este otro que en lo personal me fascinó.
Es tan impresionante como la fotografía misma.
:)
Saludos.

El Pez Martillo dijo...

Hola Natalia, una sorpresa tus palabras. Es difícil encontrar gente al que esto les pueda parecer sugerente e interesante, así que me alegro de que te gustara.

Anónimo dijo...

en el libro de farabeuf del autor salvador elizondo tambien biene la misma imagen.

Anónimo dijo...

jajaja, ya estaba mencionado. Bueno les voy a dar otro aporte, en la pelicula de Martyrs un personaje menciona la misma imagen, haciendo referencia a que el o mas bien la supliciada estaba viendo la muerte.

si la pueden conseguir sería fabuloso, la verdad no me acuerdo del director.

saludos

Unknown dijo...

Son fuertísimas las imágenes pero mucho más fuertes e indigeribles me resultan los comentarios. El Pez Martillo dice:

”las autoridades consideraron este castigo (la hoguera) como excesivamente cruel e inhumano y decidieron, como medida de gracia, rebajarlo al descuartizamiento en vivo (curiosa argumentación, que lejos de indignarnos o sorprendernos debería estimularnos a investigar otras formas de considerar la humanidad y la crueldad”

¿Lejos de indignarnos debería estimularnos a investigar? …. ¿cuál es el problema con indignarse y conmoverse ante las aberraciones? ¿Por qué en vez de indignarnos tenemos que estar dispuestos a investigar?

A Natalia le pregunto; ¿te parecerían bellas estas imágenes si atado al poste estuviera algún ser amado, o solo te resulta bello el sufrimiento de un desconocido?

Con todo respeto; dejen de actuar ese cinismo “racional científico” y reconózcanse como lo que son (lo que todos somos); seres capaces de amar y sentir.

El Pez Martillo dijo...

Gracias Jorge por el comentario. Aunque no puedo responder de lo que dicen los demás, responderé a las alusiones que me afectan.

Sin duda, me expresé mal. No quise decir que no hubiera que indignarse o conmoverse, sino más bien que no basta con eso, que no debemos quedarnos en un aspaviento de impacto sin más. De la parte que usted cita, ¿no me dirá que no es sorprendente que la hoguera les pareciera demasiado cruel y esa barbaridad les parezca una medida de gracia? Es a esta cuestión y sólo a esta a la que me refería yo, ya que inmediatamente surge la pregunta de qué era cruel (y la crueldad) para ellos y cómo consideraban a la humanidad esta gente. He ahí lo que me parecía digno de indagar.

Por lo demás, es un lugar común que lo racional es contrario a lo irracional, y es algo que en este blog nunca será defendido por mi. Más bien al contrario, si hay algo "racional", es sobre una base de irracionalidad, así que me sorprende mucho lo de "racional científico" (estoy más acostumbrado a que me tilden de irracional y de irracionalista). Menos mal que lo atenúa con lo del cinismo, algo con lo que me encuentro más cómodo. No puedo entender lo uno sin lo otro, o al menos, me parecen incompletos la razón o el sentimiento "puros".

Finalmente, es obvio lo del amar y sentir, pero le diría que también somos seres que odiamos, matamos, torturamos y incordiamos a nuestros vecinos. Lo dije en otros comentarios, no es que haya que recrearse en ello, ni disfrutar con estas cosas, simplemente es tenerlas ante la vista, no olvidarlas, como medio de reconocerlas y poderlas evitar. Escamotear que estas cosas han ocurrido y ocurren es el camino más corto para que sigan pasando.

Saludos y gracias de nuevo por el comentario.

Johannes A. von Horrach dijo...

Vaya, sí que han pasado años de esta entrada. Lo digo porque servidor todavía no tenía blog, ya que intervine como 'doktor H'.

En cuanto al señor Jorge, no me resisto a decirle alguna cosita: oiga, pollo, aquí a nadie la gusta montar despedezamientos como el Leng Tché, y están fuera de lugar sus autocomplacientes exhibiciones de supermoralidad. Hay que gente que desesperadamente busca temas o cuestiones sobre los que indignarse gratuitamente, y en los que proyectar mucha mala baba. Cuando las multitudes han abandonado ya las iglesias, ahora los golpes en el pecho se los dan por el intenete.

Anónimo dijo...

Horrach ¡Deja la droga o deja internet!
Atte.

Jorge Gonzalez
Abogado
Miami