sábado, 16 de diciembre de 2006

Hablilla


El gran (¿filósofo?, él no se consideraba tal) alemán Martin Heidegger utilizó el término "hablilla" para referirse a todas esas frases hechas, tópicos, lugares comunes, clichés... que utilizamos en nuestra cotidianeidad, muchas veces sin darnos cuenta, y que provienen de un espacio difícil de definir, pero que en ningún caso es nuestro. Es decir, que son expresiones que reflejan pensamientos que no son nuestros, que ya han sido pensados o expuestos y que nos limitamos a repetir, a enunciar, muy a menudo sin saber muy bien qué decimos y sin prestar atención a lo ajustado de lo dicho a la verdad o la justicia.

La hablilla sería algo inherente al ser humano (no voy a entrar en consideraciones en torno al Dasein heideggeriano, sólo tomo sus palabras como hablilla), que no podemos evitar puesto que viene en nosotros. Todos acudimos al hablilla en una u otra ocasión. Pero de ahí a que todo se convierta en hablilla hay un abismo. Y me parece que la hablilla se apodera de cada vez más ámbitos de nuestra vida. Y, prestando un poco de atención, se descubren numerosísimos clichés en lo que se habla.

Por poner un ejemplo acaecido ayer, que es lo que me ha movido a escribir hoy. Acudí a una conferencia de un ciclo que se está impartiendo sobre el papel de las mujeres en la antigüedad grecolatina. El tema de la conferencia de ayer era el de las mujeres en la tragedia, centrándose en Electra y Antígona. Muy bien. El conferenciante estuivo ameno y muy acertado en algunos de sus comentarios. El problema vino en el turno de preguntas. Allí se expresó la hablilla.

"Entiendo que en la antigüedad se tuviera a las mujeres de ese modo, pero lo que no entiendo es que en pleno siglo XIX, alguien como Nietzsche pudiera decir que a las mujeres había que manejarlas con el látigo". Topicazo no del todo cierto, retroalimentado por una idea de progreso que asimila el avance de las ciencias con el progreso de las ideas y los derechos, como si una cosa fuera con la otra, todo muy decimonónico. Menos mal que el conferenciante, Carlos García Gual, señaló que el voto femenino no se había otorgado en muchos países avanzados hasta bien entrado el siglo XX.

Luego vino la pregunta que, visto lo visto, me estaba temiendo. "¿Se puede comparar la situación de la mujer en esa época con la del mundo árabe actual?". Esperaba que alguien saltara con la "violencia de género", pero por suerte el organizador, Francesc Casadesús, dijo que se había acabdo el tiempo. Suerte, porque ya me había puesto muy nervioso.

En otra conferencia del ciclo, el que se sentó a mi lado, ante algunas de las cosas que se dijeron, me susurró al oído que qué machista estaba siendo el que hablaba. Yo le dije que sólo estaba haciendo un retrato de lo que se esperaba de una mujer en los tiempos homéricos. Qure no había opción a condenar o a intentar edulcorar. Otra cosa es lo que hagamos con el presente, pero el pasado está ahí, y precisamente señalar cómo fueron las cosas, sobretodo con las víctimas (y no hay duda de que la mujer ha sido víctima muchas veces, ojo al tópico que acabo de colar), es el propósito redentor que Walter Benjamin adjudicó al estudio de la historia desde el presente.

Tal vez se pueda equiparar la hablilla a eso de lo políticamente correcto. Pero es que no se puede esperar otra cosa de los tiempos que corren. Tiempos de masas, de homogeneización global, de nivelación. Tiempos tópicos.

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